THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Vida de 'rider'

«Era sólo un chico, buscándose la vida honestamente, sin amparo de nadie, como Mario, el que murió en un accidente el otro día, arrollado por un taxi»

Opinión
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Vida de ‘rider’

Imagen de un 'rider' circulando por Madrid.

Por la calle Fuencarral, el tramo amplio, van y vienen los recaderos en sus bicis, con la cúbica mochila a la espalda: amarilla los de Glovo, naranja los de Just Eat, azul los de Amazon, y negra los de no sé de qué marca. 

El otro día en la calle Monteleón, calle tranquila detrás de Fuencarral, un rider estaba atando su bici a una farola. Le di conversación. 

Era un joven obviamente suramericano. Un chico serio, de aspecto formal, con aire preocupado.

-¿Qué tal, joven?

-Bien, señor. 

-Si no tiene mucha prisa, le voy a hacer una preguntita. Si no le molesto.

-No, diga.

-¿Qué tal le va con este trabajo? 

-Pues, bien.

-¿Llega a fin de mes? 

-Bueno, sí. 

-¿Cuánto gana al mes? Más o menos. ¿Mil euros?

-No. Más. 

-¿Mil quinientos?

-Por ahí. 

-¿Le alcanza para el piso y…

-Para piso no, habitación.

-¿Para la habitación y la comida y…?

-Mil para la habitación y la comida, y cuando llueve y hace frío y mal tiempo puedo ahorrar hasta quinientos…

El chico me parecía muy buena persona. Un joven pensativo, abrumado. Hablaba pausadamente, en tono bajo, sin mirarme mucho a los ojos, como buscando las ideas, las palabras, alrededor, y de vez en cuando el relato de sus cosas le llevaba a morderse el labio inferior.

-…Pero lo malo es que con el buen tiempo que hace ahora la gente sale y no pide la comida en casa, es lógico, y así, claro, a mí me llega para comer y dormir y ya. 

-Ya. Entiendo. Oye, ¿y cómo llegaste a este trabajo…?

-Bueno, es el único que puedo hacer –dijo-, porque estoy sin papeles. No tengo papeles. De manera que me compré el teléfono, la bicicleta, me bajé la app… Ah, igual que yo hay aquí ingenieros, hay abogados… 

-Y claro, sin papeles… 

-El problema es que la primera cita tardan en dártela por lo menos ocho meses. Y una vez la has superado, entonces tienes que esperar a la segunda cita, que pueden pasar cinco meses, o diez, o un año. Y…

-Porque, vamos a ver, ¿tú de dónde eres? –me pasé al tuteo.

De Venezuela.

-¿Y allí…?

Allí estudiaba para periodista deportivo. Iba por segundo curso. Pero… está tan mal todo, tan desesperado, que decidí probar suerte aquí.

El chico, el rider, miraba de vez en cuando el teléfono, a ver si le llegaba un encargo. 

-Sobre todo no me tiene que pasar nada, no puedo tener un accidente, porque no tengo respaldo…

Le pregunté:

-¿Así que tú querías ser periodista deportivo?

-Sí. Allí, en mi país, seguía la prensa deportiva española. Me encantaba. 

-¿Allí, en Venezuela, leías el Marca y el As?

Sí, me encantaba. Y veía la tele española. Me gustan muchas cosas de aquí. Por ejemplo… los debates en el Congreso. ¡Cómo se respetan los parlamentarios! Cómo hablan, con mesura, con educación…

-Ah, ¿te parece?

-Sí. Es que allí es horrible. Los insultos. Se los comen a los de la oposición –el rider no mencionaba al gobierno, no pronunciaba el nombre del presidente, no sé si por miedo o por desprecio-. Bueno, se lo robaron todo, arruinaron el país, ellos hacen las leyes, ellos compran los jueces. Si tienes un problema con un delincuente, con un asalto o un accidente de tráfico, no vas a la policía, porque la cosa es que nos da más miedo la policía que los delincuentes. Es más peligrosa la policía.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso?

-Porque el agente cobra un salario de miseria, y antes que policía es padre de familia, ¿me entiende?

-Sí.

-Antes que policía es padre. Si tiene cuatro hijos en casa que alimentar, ¿qué va a hacer él? Robar. Entonces tú has tenido ese problema con un timador, con un mafioso, denuncias al policía, el mafioso le da mil dólares, y el policía dice que el culpable de lo que sea eres tú. Y así te buscas la ruina.

-Sí, comprendo.

-… Y ¿sabe qué otra cosa me gusta de la policía de aquí?

-¿Qué cosa?

Que protege todas las manifestaciones, del signo que sea, no sólo las del bando gubernamental, ¿me entiende?

-Sí. 

  -Allí, no. Allí…

De repente le vi tan preocupado que le palmeé la espalda y le dije:

-A tí te gustaría volver allí aunque sólo fuese por unos días, ¿verdad?

-Ah, sería mi sueño. Para ver a mi mamá, y a mi abuelita. Es mi sueño, pienso en ellas cada día.

Era sólo un chico, buscándose la vida honestamente, sin amparo de nadie, como Mario, el que murió en un accidente el otro día, arrollado por un taxi. También era venezolano. El taxista seguramente estará desconsolado.

Ahora por la calle Monteleón pasó otro rider, éste iba en moto. El mío se lo quedó mirando y murmuró:

Los que tienen moto, esos sí que ganan bien. 

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