THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

Populismo en Cataluña y España

«Tras la huida de Puigdemont su aura se fue descomponiendo como lo hizo la pujanza económica catalana por la incompetencia de sus líderes»

Opinión
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Populismo en Cataluña y España

El expresidente catalán Carles Puigdemont y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | Alejandra Svriz

España vive atenazada por la fuerza de dos populismos, el independentista y el sanchista. Las elecciones de Cataluña se dirimen entre ambos que se necesitan para su supervivencia; el primero se alimenta de la amnistía y el segundo de los siete votos que le ayudan a mantenerse en el poder. 

En España el populismo comenzó con el independentismo catalán. Tras la crisis económica de 2008, Artur Mas inició una serie de recortes durante su primer gobierno que le valieron el enfrentamiento con la ciudadanía. La cobardía del expresident le llevó, con la ayuda en la sombra de la familia Pujol, a enfrentar al pueblo catalán con el Estado español con la famosa narrativa del España nos roba. Mas fue convergiendo hacia el independentismo durante sus dos gobiernos a la vez que cedía al populismo de organizaciones de la sociedad civil independentista como la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural. La voluntad del pueblo catalán estaba por encima de la ley y con la llegada de Puigdemont a la Generalitat el populismo plebiscitario alcanzará su cénit con la celebración del referéndum ilegal de 2017. La semilla plantada por Mas, los tripartitos (con el PSC como colaborador necesario) y previamente por Pujol había dado su fruto. 

Tras la huida de Puigdemont a Waterloo su aura se fue descomponiendo como lo hizo la pujanza económica de Cataluña con los últimos gobiernos por la incompetencia gestora de sus líderes locales y autonómicos, obcecados con una agenda que solo servía a los intereses independentistas, pero que no resuelven los problemas diarios de los ciudadanos como la vivienda, la inseguridad o la sanidad. 

Las elecciones generales del pasado mes de julio resucitaron a Puigdemont por la obra y gracia de Sánchez, que necesitaba sus siete diputados para volver a ser presidente, siempre y cuando cediera con la amnistía a los dirigentes del procés. El líder del PSOE que presume de transparente y limpio de fango venía a pacificar Cataluña, cuando los hechos muestran que ha embarrado otra vez tanto el panorama catalán como el español. Sánchez vino a alimentar de nuevo al independentismo pasándose por el forro el Estado de derecho y la independencia judicial. El populismo sanchista ha demostrado que tiene poco respeto por las leyes o las instituciones neutrales. Para Sánchez lo importante era ser presidente no los procedimientos ni los consensos que requieren las leyes de gran calado. Obtener el poder justificaba una amnistía, aunque atacase a los jueces o a la igualdad de todos los españoles ante la ley. 

La actitud del presidente español no era algo nuevo, su iliberalismo ya era más que patente pues no ha dejado de abusar del decreto-ley durante sus mandatos y lo ha convertido en su manera de legislar, al igual que ha colonizado las instituciones con lacayos afines a su mando lo que le da un control que contraviene a la separación de poderes.

«El partido se sintió huérfano ante la ausencia de Sánchez y, la vice Montero, como una Lola Flores desencajada, le pidió un último bis ante el escenario electoral que se avecinaba»

Los casos de corrupción en los que están inmersos sus antiguos colaboradores o la investigación judicial de su esposa llevaron a Sánchez a hacer mutis por el foro durante cinco días siendo el hazmerreír de media Europa, que no entendía el drama del rey del populismo español. Mientras tanto, sus hinchas pedían en la calle que no se fuera con gestos desatados y gritos de “¡Pedro, quédate”! El partido se sintió huérfano ante su ausencia y, la vice Montero, como una Lola Flores desencajada, le pidió un último bis ante el escenario electoral que se avecinaba. El amado líder solo quiere coristas, oír una melodía que regale a sus oídos, lejos de las jotas lambanescas o las seguidillas pagescas, fue suficiente para volver a la palestra. Cuando salió de su silencio lo hizo como buen iliberal para cantar las loas de la regeneración democrática, pero atacando a la prensa que no le conviene y a los jueces, además de llamar a la movilización social frente a aquellos que no están de su parte. 

El populismo ya sea sanchista o independentista sospecha de cualquier procedimiento o institución neutral, castiga el discurso que no les adula y machaca la concordia social con una polarización extrema para mantenerse en el poder. Esperemos que los resultados en Cataluña no nos lleven de nuevo a que la voluntad popular, la democracia y la movilización en las calles están por encima de la ley y de las instituciones. La vuelta del prófugo por la ambición presidencial de Sánchez nos habrá devuelto a la casilla de salida. 

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