THE OBJECTIVE
José Rosiñol

A vueltas con el “prusés”

«La sociedad está cansada de tanta épica, de tanto mártir, de tanto salvapatrias que al final solo buscan su interés»

Opinión
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A vueltas con el “prusés”

Sánchez y Puigdemont. | Alejandra Svriz

Muchas veces he escrito respecto a la similitud de la política nacional con lo acaecido en los movimientos sociales y políticos en la Cataluña de los últimos 15 o 20 años. Ahora bien, cabría preguntarse el porqué de estas semejanzas, saber si es pura mímesis, son narrativas imitativas o estrategias parecidas. Pero, sobre todo, habría que responder a las razones últimas, a los fundamentos en los que se basó eso llamado el “prusés” (lo escribo así porque sé que irrita y mucho a los nacionalistas). Con ello podremos revelar lo similar y lo diferente, e igualmente podremos tener un escenario realista de lo que ha ocurrido en las elecciones catalanas que, en mi opinión, hemos asistido a la cada vez más divergente visión nostálgica de la política de la percepción social que tienen los ciudadanos de esa comunidad autónoma.

Para no andarme por las ramas, afirmo que el proceso independentista comenzó a declinar en septiembre de 2017 con sus leyes de desconexión y acabó muriendo con la violencia callejera del otoño de 2019. Es decir, el “prusés” ha muerto, solo ha pervivido en la mente de los más irredentos del separatismo, existe un divorcio entre la sociedad catalana y la narrativa de los de la aldea gala que se niegan a reconocer la cruda realidad. Ahora bien, también existe una minoría que parece que contra el “prusés” vivían mejor, tenían más atención mediática, obtenían más votos, alguna prebenda y, como no, algún cargo o posición en listas electorales que es algo que siempre luce mucho.

«El proceso independentista comenzó a declinar en septiembre de 2017 con sus leyes de desconexión y acabó muriendo con la violencia callejera del otoño de 2019»

Pero claro, solo decir esto es muy poco, voy a ir de lo concreto a lo global. Lo primero sería responder a la pregunta de ¿qué es eso del “prusés”? El “prusés” surgió por una conjunción de sucesos e intereses que desembocaron en un movimiento “revolucionario” impelido desde las propias instituciones públicas catalanas. En ningún momento fue algo que emergió o fue demandado por el “pueblo” catalán. El magma sociológico, aquella narrativa simbólica que legitimó el arranque de este movimiento fue la manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional, manifestación encabezada por el socialista José Montilla, y por una editorial única que sonrojaría a cualquier estudiante de primero de periodismo. 

Ese arranque, esa justificación, esa sensación de unanimidad, de “voluntad popular” hubiese sido insuficiente. Imagino a los magos del partido socialista calculando los votos que iban a ganar con ese posicionamiento público, miopía, siempre miopía cortoplacista. El inicio, el origen y puesta en marcha de esta distopía separatista, lo hemos de buscar en el giro copernicano de CiU y, sobre todo, de Artur Mas, que pasó de aprobar los presupuestos de 2011 con el Partido Popular a abrazarse con los pijo-nihilistas de las CUP al año siguiente. Ahí está la clave de la conjunción de intereses. Momento en el que los socialistas, hasta la llegada de Salvador Illa, anduvieron perdidos en su propia red de mentiras interesadas, hasta hace poco, andaban con el paso cambiado, muy cambiado y eso se visualizaba en sus resultados electorales.

Entonces, ¿cómo explicar el cambio de Artur Mas? ¿cómo se puede pasar de ser un conservador de “buena familia” a una especie de revolucionario (de salón)? No tenemos que olvidar dos momentos que empujaron, en mi opinión, a esta metamorfosis, el primero el movimiento 15M y el episodio del Sr. Mas teniendo que huir del Parlament en helicóptero; el segundo, y no por eso menos importante, los procesos judiciales por el llamado “tres por ciento”, se estaba destapando que el oasis catalán era, en realidad, una ciénaga. Estas dos circunstancias fueron las que impulsaron el giro de Convergència. Mejor subirse al monte, liderar desde la Generalitat el descontento social reconduciéndolo en contra de “España” y, de paso, presionar al gobierno de la nación para buscar una salida a los problemas judiciales. El que me conozca sabrá que mucho de lo que estoy diciendo es información, no opinión.

Y ¿qué ocurre cuando das patadas a nidos de víboras? Tal y como me dijo en su día Urkullu, pues eso, que salen víboras, te muerden y te envían a casa. Una vez iniciado el proceso revolucionario, una vez creado el relato épico, una vez puesta en marcha toda la maquinaria de propaganda independentista, hay un reposicionamiento político y social, hay unos buenos y unos malos, aparece la polarización extrema. Una de las cosas más relevantes que explican dónde estamos es el tipo de narrativa con la que se inició esto del “prusés”, era épica, como cualquier populismo que se precie hablaba del “pueblo” y en nombre del “pueblo” pero, también, era muy naif, los muñidores del lenguaje hablaban de la “revolución de las sonrisas”, todo era familiar, festivo, inocuo, sin riesgos, parecía que vivíamos en una especie de fatalismo, de un devenir de la historia.

Esta narrativa instrumental para ganarse el corazón de una mayoría social chocó, impactó, con la cruda realidad. La primera es que no puedes hacer una revolución contra la mitad de la población a la que has ignorado y convertido en ciudadanos de segunda por motivos identitarios, la segunda es que, cuando el Estado actúo, se visualizó que esto no era una fiesta, que todo tiene un precio, que las sonrisas del separatismo eran fingidas y debajo de la mueca había la misma hiel excluyente y xenófoba de este tipo de movimientos. Y la polarización se concretó, las dos manifestaciones contra el “prusés” de octubre de 2017 pararon el golpe, emergió la Cataluña silenciada, Puigdemont se dio de bruces con esa Cataluña que tanto detesta, se quedó varado en una retórica que no tenía nada de sustancia. Los siguientes pasos, la activación de la violencia como medio para alcanzar sus fines fue el fin del “prusés”. 

Como decía, el “prusés” fue una conjunción de intereses en la que participaron muchos, algunos por silencio cómplice como las élites catalanas, otros por complejos de inferioridad y miopía como los socialistas, otros por miedo a la justicia y a verse huyendo en helicóptero como Ceaușescu y, los que siempre habían sido independentistas, creyeron que había llegado su momento, que el Estado estaba débil por la crisis económica y moral, que la Cataluña invisible seguiría callada como siempre. Pero eso no ocurrió. La sociedad catalana cambió, y esos cambios son los que estamos visualizando ahora.

Las causas de los resultados de las elecciones catalanas están ahí. La sociedad está cansada de tanta épica, de tanto mártir, de tanto salvapatrias que al final solo buscan su interés. Los catalanes se han hartado de que les tomen el pelo, de que no se preocupen por sus problemas reales y, además, han sufrido la gestión de un gobierno tan inefable como el de ERC en Cataluña o como el de Colau en Barcelona. La retórica maximalista ya no vende, los irredentos son cada vez menos, los “prussesistas” y “antiprussesistas” andan fuera de juego. Junts ha mantenido, ERC está cayendo a los resultados que históricamente le pertenecen, CUP en camino de la desaparición, VOX jugó al empate y consiguió el empate, Ciudadanos con su “detenlos” parecía que se presentaban a otras elecciones…

¿Y el resto? El PSC, de la mano de Illa quiere ser la mediana catalana, por eso, un día quiere rescatar a Trapero y otro en TV3 reclama que se hable más en catalán. Su campaña ha tratado de hablar de los problemas de los catalanes y se ha dejado de “prusés”. El Partido Popular, de forma inteligente ha abandonado esa retórica “antiprusés”, quizás menos de lo que debería por el peso de su ala esencialista, y ha crecido impactando en el centro. Estos dos partidos son los que han interpretado mejor el escenario: los catalanes están hartos de épica, de experimentos y de mentiras. Estamos ante un cambio de ciclo, ante un cambio de paradigma en la política catalana que repercutirá en la política nacional

Es cierto que aún queda el poso sociológico de la construcción nacional comenzada por Jordi Pujol. Es cierto que aún esta esa soberbia de creerse un pueblo elegido para la historia. Pero no es menos cierto que, tal y como indican diversos estudios demoscópicos (uno encargado por mi), el cambio se está sustentando en las nuevas generaciones. Curiosamente, si este proceso revolucionario se inició a lomos de las instituciones públicas y de los que vivieron (o a los que les explicaron) el franquismo -ese entrañable antifranquismo en diferido- son las nuevas generaciones, cómo entienden la realidad, cómo se informan y cómo se comunican, los que han acabado con esto del “prusés”.

Finalmente, me gustaría responder a la pregunta ¿es Pedro Sánchez un capítulo del “prusés”? Pues no y sí. Sí en el corto plazo, en la cintura y la falta de escrúpulos para quedarse en el poder. La gran diferencia es que el sanchismo solo bebe de las dinámicas iliberales que recorren el mundo, no tiene una narrativa profunda o una ideología marcada. Es el juego del poder por el poder. Al precio que sea. Si Sánchez y los suyos interpretan como yo este cambio de paradigma social y político, lo veremos envuelto en banderas nacionales y siendo el mayor defensor de la unidad de España desde los Reyes Católicos. Si no, al tiempo. Hay que entender que lo ocurrido en Cataluña arranca desde la “Renaixença”, se funde con la reinterpretación de la Guerra Civil y profundiza con el plan de ingeniería social puesto en marcha por Jordi Pujol. Pedro Sánchez es superficie, nada en la nada de la izquierda actual, basculará en función de sus intereses, utilizará a ZP cuando le convenga y sacará a Felipe González cuando sea oportuno. 

Espero que los políticos de la oposición sean listos, vean las oportunidades y no se dejen llevar por los cantos de sirena o por las trampas del populismo iliberal que encarna Pedro Sánchez.

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