THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Ni amor de putas ni amistad de policías

«‘No creo en amor de putas ni amistad de policía’. La frase me recordaba invariablemente al PSOE actual, y, por supuesto, al presidente del Gobierno»

Opinión
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Ni amor de putas ni amistad de policías

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración: Alejandra Svriz

Lamento utilizar un lenguaje aparentemente soez, pero se trata de un sabio refrán iberoamericano (con todos mis respetos a las unas y a los otros, por cierto). Desde que lo escuché en boca de un amigo venezolano entre copa y copa de ron hace un par de semanas en Londres, no para de rondarme la cabeza. Todos sabemos que los venezolanos han pasado por todo tipo de peripecias políticas y económicas, y que son gente que acumula mucha sabiduría popular. Este dicho, digno del gran Torrente, encierra un tesoro de emociones, reflexiones y experiencias.

La frase completa, «no creo en amor de putas ni amistad de policía», me golpeó al escucharla. A medida que pasaron las horas, la cita fue echando raíces en mi intelecto. Pronto me di cuenta que la frase me recordaba invariablemente al PSOE actual, y, por supuesto, al presidente del Gobierno.

Debo manifestar que podría haber acabado esta columna en este punto, ahorrándome un par de horas de trabajo. Lo digo porque estoy convencido de que mis lectores ya han escrito su propia reflexión mental al leer el título de este texto. Pero como soy un currante, prefiero acabar el trabajo iniciado y trasladarles mi experiencia metafísica propia con esta frase. Comparemos notas.

Les confío sin pudor que a mí esta frase me sugiere un torrente de imágenes relacionadas con el Tito Berni y sus fiestas; Koldo (ese gigante del socialismo según Schz); Ábalos y sus tejemanejes corruptos; Begoña y sus reuniones con empresarios luego subvencionados por el Gobierno; la red de puticlubs del suegro del presidente; las maletas de Delcy; las tramas de mascarillas inútiles y sobrepagadas; esos diputados votando al unísono cual partido comunista chino sin ninguna vergüenza a favor de la amnistía; el Gobierno vendiendo y traicionando a España por siete votos; el doctorado cumfraude del presidente; la incapacidad del Ejecutivo para desplegar eficientemente los fondos europeos; la vergüenza del escándalo malware Pegasus y las posibles informaciones robadas del móvil del presidente; la genuflexión institucional del país ante Marruecos y la traición al pueblo saharaui; el apoyo de Zapatero al régimen narcochavista venezolano y la falta de condena de Schz ante los desmanes de Maduro en el proceso electoral; y (entre otras muchas cosas) con el ridículo de su fracasada gira internacional para el reconocimiento del Estado palestino. 

Pero también me provoca pensar en el actual Gobierno de coalición y en sus socios «de la mayoría progresista» (turba formada por vulpes dispuestas a traicionar a su líder a la primera de cambio, y compuesta de pseudoterroristas independentistas zurdos, nacionalistas e independentistas de extrema izquierda, partidos de progres populistas, grupos de derechas tradicionales, y formaciones de ultraderecha racista y nacionalista), que declaran su amor y fidelidad para luego chapotear en la infidelidad y la traición.

«El título de esta columna me recuerda a la extraordinaria habilidad del presidente para cambiar de opinión. Leyendo su declaración epistolar de amor a su mujer, quizá Begoña debiera buscarse una abogado especializado en divorcios (por si las moscas)»

Igualmente me recuerda a los jueces sin conciencia alineados con el poder, a sus serviles fiscales, a los periodistas apesebrados bajo el manto de la publicidad institucional, a los sindicalistas liberados y sus magníficas mariscadas, a los políticos que nunca han trabajado y son brújulas del viento del poder, a los votantes zombies del sanchismo, y a todos los que chupan de las ubres del Estado a cargo de los contribuyentes.

Por otro lado, reconozco que una vez agotada esta lamentable galería de imágenes, me urge pensar en el reverso de la moneda, en esos grupos de personas que sufren la degradación institucional de España y la falta de talento y liderazgo del Ejecutivo. Son los que pagan el pato. Sin ningún orden en particular, porque esto es un chorro mental extraordinario, me viene a la mente la clase media contribuyente que ha sufrido las múltiples subidas de impuestos desde la llegada de Sánchez al poder; la Guardia Civil y las fuerzas de seguridad sin medios y acosadas por los narcos; los jueces atormentados desde el poder; las víctimas de ETA humilladas por un Gobierno aliado de sus verdugos; los rehenes no nacionalistas víctimas del independentismo en Cataluña y País Vasco, y huérfanos del apoyo del Estado; la gran masa de jóvenes atontados con las paguitas culturales subvencionadas; sus padres trabajadores incansables que sufren su inutilidad; los socialistas de verdad a los que les han colado un populismo caribeño y andan más perdidos que una feminista en una manifestación trans; a los doctores en cualquier materia académica que han pasado años trabajando duro para recibir su acreditación y ven como Schz (con su bodrio medio plagiado) lo recibe en un pispás; a los agricultores que luchan contra subidas de costes y terribles regulaciones impuestas desde el ecologismo absurdo y que se ven invadidos por productos foráneos; a la gente de campo a los que los progres de ciudad pseudo animalistas les dan lecciones de ética y maltratan sus tradiciones; a las chicas víctimas del feminismo totalitarista progre; a los niños que no consiguen estudiar en español en su propio país; a los homosexuales manipulados y coartados por grupos que no les representan; a los artistas en paro que no son de la cuerda progre que maneja la industria y las subvenciones; a todos los inversores internacionales que huyen de España por el impuesto de solidaridad de las grandes fortunas y la cancelación de la visa por inversión, junto con todos aquellos que se quedaran sin trabajo por culpa de estas medidas populistas; a los profesores sin autoridad en las aulas sufridores del histerismo woke; a los transportistas aplastados por subidas de costes del combustible (cuyo mayor coste son impuestos); a los trabajadores a los que la inflación les roba su poder adquisitivo y que ven como algunos inmigrantes vagos viven de la subvención, y a aquellos otros inmigrantes (la inmensa mayoría) que levantan España orgullosos de su empeño y que ven como otros viven del cuento; a nuestros abuelos que ven que sus pensiones no dan abasto mientras que el Gobierno dilapida nuestros impuestos en estupideces; a los estudiantes currantes que ven como la meritocracia desaparece de las aulas; al empresario verdadero motor de la economía al que vapulean e insultan desde el Gobierno; a las familias obreras a las que le han estropeado la escalera social con un sistema educativo poco exigente; al personal sanitario machacado por la pandemia al que ya no aplaude nadie y del que el Gobierno se ha olvidado; a los funcionarios que ven como cada vez hay más intrusos en la función pública y enchufados en puestos paralelos a la administración; a los trabajadores de Correos a los que el amigo del presidente ha arruinado su empresa; a todos aquellos que pagan impuestos en España pero ven como el hermano del presidente del Gobierno vive en Portugal (con una salario público español) para ahorrarse impuestos; a los autónomos, héroes de la economía española acogotados con barreras impositivas; a todos aquellos ahorradores que ven como el dinero de sus impuestos acaba en participaciones en empresas privadas como Telefónica; y, finalmente a todos los españoles que con su trabajo, tesón y esfuerzo consiguen que España salga adelante con éxito, y sobre todo, logrando con su alegría vital y su creatividad que este sea un país maravilloso para vivir. ¡Todo pese al Gobierno!

Por otro lado, el título de esta columna también me recuerda a la extraordinaria habilidad del presidente para cambiar de opinión. Leyendo su declaración epistolar de amor a su mujer en su reciente cartita de fatiga, y conociendo su trayectoria de cambios de parecer, quizá Begoña debiera buscarse una abogado especializado en divorcios (por si las moscas). 

En fin, podría llenar varias páginas de listas de víctimas del Sanchismo, pero ya me he despachado a gusto (si alguien quiere imaginarse de lo que podría ser capaz el alter ego de Sánchez y su entorno, les recomiendo que lean mi última novela de ficción, Monkey Business, publicada en THE OBJECTIVE este año).

Y para terminar este largo, espontáneo, salvaje, tragicómico y anárquico artículo dominical quiero lanzar al aire una última pregunta: ¿no debería el presidente renunciar a su sueldo durante estos cinco días de baja voluntaria?

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