THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Es la cultura, estúpido

«La decisión de tener hijos está profundamente condicionada por factores culturales y estructurales. Las soluciones económicas no son suficientes»

Opinión
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Es la cultura, estúpido

Ilustración de Alejandra Svriz.

Leo el blog de Tyler Cowen, la última columna que ha publicado en Bloomberg hace unos días. Nos habla de Corea del Sur y del desafío demográfico en una sociedad que no se resigna a envejecer, pero que no logra revertir este proceso. Podría hablar también de España y no cambiarían mucho ni las cifras ni los retos. Tampoco las soluciones o los fracasos. Con una tasa de fertilidad suicida, que apenas supera los 0,7 hijos por mujer, el Gobierno de Seúl está contemplando aprobar medidas extremas: un cheque de cien millones de wones (en torno a los 68.000 euros) por bebé, algo así como dos años del salario medio del país.

La lógica que sostiene esta propuesta resulta meridiana. Los niños nacidos hoy serán los contribuyentes de mañana y una sociedad sin reemplazo generacional carece de futuro. Sin embargo, no es esta la cuestión inmediata, sino que más bien debemos preguntarnos por los resultados. ¿El número de hijos depende de los incentivos económicos o hay otros elementos (culturales, religiosos, urbanísticos…) en juego? En un mundo que valora la autorrealización personal por encima de todo, el compromiso con la familia ha pasado a un segundo plano. ¿Puede el dinero entonces revertir esta tendencia? ¿Qué tienen que decir al respecto las ideologías en boga?

«Dependemos ya completamente de la inmigración para mantener el sistema productivo»

El caso de España ofrece un interesante contrapunto. Con una tasa de fertilidad de 1,19 hijos por mujer en 2021, España se asoma también al invierno demográfico. Dependemos ya completamente de la inmigración para mantener el sistema productivo. La apuesta presupuestaria de nuestros gobiernos por las pensiones les ha llevado a adoptar políticas pronatalistas especialmente inoperantes. El colapso de la fe católica tampoco ha hecho demasiado por incentivar la tasa de fertilidad en un proceso que recuerda mucho al italiano. Los salarios bajos, la pésima calidad de nuestro sistema educativo y la burbuja inmobiliaria han terminado por rematar a las familias. Los efectos ya son notorios, pero serán mayores en unas décadas; tal vez irreversibles.

La experiencia internacional sugiere que las soluciones económicas, aunque necesarias, no son suficientes. La decisión de tener hijos está profundamente condicionada por factores culturales y estructurales; quizás más por los primeros que por los segundos. Resulta indudable que, en un país donde la precariedad laboral y las altas tasas de desempleo juvenil se han cronificado, muchas parejas jóvenes posponen la decisión de tener hijos o renuncian a ello.

«La cuestión demográfica desafía nuestra capacidad como sociedad para adaptarnos»

Sin acceso a la vivienda y sin estabilidad económica, el horizonte de futuro se torna oscuro. Pero también cabe afirmar que los valores culturales han mutado y que son las ideas las que guían nuestra conducta. La calidad de nuestras convicciones resulta crucial, porque terminamos convirtiéndonos en aquello en lo que creemos. Esta es una máxima que haríamos bien en tatuarnos.

En última instancia, la cuestión demográfica desafía nuestra capacidad como sociedad para adaptarnos y evolucionar. Se puede seguir priorizando una cultura que gira en torno al individualismo y la gratificación inmediata o podemos construir un gran pacto entre generaciones basado en una visión más amplia acerca de lo que define el bien común. ¿Dónde se encuentra nuestra realización? ¿Qué valores queremos o debemos defender? ¿Y qué tenemos que dejar atrás para ser capaces de mirar hacia delante? Estas son preguntas que ponen en tela de juicio nuestro estilo de vida y que hay que responder. Corea del Sur va a dar un arriesgado paso al frente. Quizás, en unos años, China y otros países también seguirán este camino. Pero no todo es cuestión de dinero. Parafraseando a Bill Clinton, podríamos decir que es la cultura, estúpido, la que cuenta.

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