THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

Raza y lengua

«Desde el fin de Hitler, ya nadie se atrevió a emitir discursos supremacistas. A partir de entonces la raza comenzó a ser sustituida por la lengua propia»

Opinión
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Raza y lengua

Ilustración de Alejandra Svriz.

Los primeros independentistas catalanes hablaban de una raza catalana, muy distinta, claro está, a la raza de los charnegos, es decir, a la del resto de los españoles. Los primeros independentistas vascos decían algo parecido. Más tarde, cuando los científicos negaron la existencia de razas entre los humanos y, sobre todo, cuando en mayo de 1945 el racista más exaltado y criminal de todos ellos se pegó un tiro en la cabeza en aquel bunker berlinés, ya nadie se atrevió a emitir discursos supremacistas recurriendo a la existencia de la raza superior vasca o catalana. A partir de entonces la raza comenzó a ser sustituida por la lengua propia.

En una encuesta reciente de IMOP-Insigths para Cataluña se preguntó: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente?». El resultado –discutible como todos lo que se derivan de una encuesta de opinión- fue que el 43,4% dijo querer un Estado independiente y el 50,5% no lo quería. El resto prefirió no opinar.

Claro que una cosa es responder a una encuesta y otra tener que asumir la ruina que para Cataluña traería su independencia. Además, fuera de la UE. Como ha escrito Pepu Martínez, «si España es divisible, Cataluña también lo es, y si el resultado de ese referéndum siguiendo la circunscripción electoral es por provincias, las que se declaren indepes que se vayan y las otras que se queden. El que no esté a gusto, que se largue, que 10.000 millones de déficit de pensiones ya veríamos tras largos pleitos cómo se iban a seguir pagando».

Antes de seguir con la encuesta quizá convenga recordar algunos datos demográficos que acaba de hacer públicos el Observatorio Demográfico del CEU:

«La mitad de los bebés en Cataluña tienen padres nacidos fuera de España. Con una fecundidad bajísima, la población catalana de origen español está abocada a menguar, con muchos menos nacimientos que muertes, y a estar más y más envejecida (más del 25% de ella tiene ya 65 años o más). En Cataluña muere el doble de españoles de los que nacen. Con los inmigrantes el balance es opuesto, con seis nacimientos por cada muerte».

«Los jóvenes no quieren la independencia. Son los mayores de 50 años los que más se inclinan por ella»

Como en cualquier encuesta que se realice en Cataluña, se comienza ofreciendo la opción de usar el catalán o el castellano y en esta a la cual me he referido más arriba, el 52% de las entrevistas se realizó en castellano y el 48% en catalán.

La variable LENGUA resultó decisiva en la encuesta. En efecto, quienes prefieren expresarse en catalán son abrumadoramente partidarios de la independencia y quienes prefieren hacerlo en castellano, abrumadoramente opuestos. Pero la cosa no termina ahí con la lengua propia. ¿Qué pasa con la edad? Pues que los jóvenes no quieren la independencia. Son los mayores de 50 años los que más inclinan por ella.

Por otro lado, en los grandes núcleos urbanos el independentismo es claramente minoritario. Leamos lo que Ignacio Varela ha escrito a este propósito:

«A la luz de estos datos se entiende mejor el ramalazo xenófobo y antiinmigrante que adquiere crecientemente el discurso nacionalista, así como la emergencia en su seno de patologías extremas como la Aliança Catalana liderada por la supremacista alcaldesa de Ripoll. El mapa adquiere aún mayor claridad, observando las respuestas en cada una de las cuatro provincias. El independentismo fracasa estrepitosamente en Barcelona y moderadamente en Tarragona, que resultan ser las dos provincias más pobladas, más mestizas social y culturalmente y más abiertas al influjo del exterior. Por el contrario, prevalece claramente en las dos provincias menos pobladas y, por así decirlo, más recluidas en su mismidad, Girona y Lleida».

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