THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

El campo y las elecciones europeas

«Luchar contra la tiranía de la Agenda 2030 y la aplicación que la UE con su Pacto Verde hace de sus dogmas es indispensable para defender la libertad de todos»

Opinión
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El campo y las elecciones europeas

Ilustración de Alejandra Svriz.

El próximo domingo son las elecciones para el Parlamento Europeo, es decir, para designar a los representantes de los españoles que irán a Bruselas a defender nuestros intereses en las instituciones europeas. Sin embargo, dada la situación política actual, estas elecciones van a tener en España un cierto carácter de plebiscito sobre Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno que, desde hace seis años está en La Moncloa, gracias a su inaudita capacidad para mentir y a su carencia de escrúpulos para  asociarse con todas las fuerzas políticas que pretenden, sin disimulos, acabar con la Constitución de 1978, con la igualdad de todos los españoles y, en algunos casos, hasta con la existencia misma de España.

Este carácter de plebiscito que han adquirido en nuestra patria las elecciones del domingo hace que no prestemos toda la atención que se merece a algunos de los problemas que hoy tenemos los ciudadanos y que dependen, en gran medida, de lo que se decide en esas instituciones europeas ante las que los diputados que vamos a elegir tienen que defender nuestros derechos e intereses.

En las últimas semanas, y hasta en estos mismos días, estamos viendo cómo agricultores y ganaderos de todos los países de Europa y, por supuesto, de España, se están manifestando, están alzando su voz y están cortando carreteras con sus tractores y máquinas para que se les escuche, para que se conozcan sus problemas y para protestar contra las políticas y normas para llevar a cabo su trabajo y sus actividades agrícolas y ganaderas, que les imponen desde Bruselas

¿Y cuáles son esas políticas contra las que se rebelan los campesinos de Europa? Identificarlas, criticarlas y cambiarlas es una de las misiones más importantes que tendrían que abordar los candidatos al Parlamento Europeo que serán elegidos el próximo domingo.

Los agricultores y ganaderos protestan porque, para empezar, las políticas agrícolas y ganaderas de Europa las marcan unos burócratas bruselenses, cuya relación con el campo y su experiencia en materias agrícolas y ganaderas son inexistentes. De la Unión Europea dimanan sin cesar regulaciones y órdenes que, en muchos casos, chocan frontalmente con las experiencias y las costumbres que acumulan esos compatriotas nuestros que llevan toda su vida trabajando en el campo con la tierra y el ganado, cuidándolos y aprovechándolos para algo tan trascendental como darnos de comer a todos.

«Las normas que Bruselas no cesa de emitir están inspiradas por una especie de adoración a un estado idílico y primitivo de la naturaleza»

Esas regulaciones no sólo van contra la experiencia de los campesinos, sino contra el puro y simple sentido común. Los ejemplos son abundantes. Por ejemplo, las limitaciones a los piensos y a los abonos que ahora obligan a que cumplan normas que los encarecen enormemente sin que esté clara la razón por la que se prohíben los de toda la vida. Otro ejemplo, la protección al lobo, que se traduce en pérdidas constantes para los ganaderos de muchas zonas en las que los lobos campan a sus anchas. Otro, la obsesión por el confort animal, que, en contra de lo que saben por experiencia todos los ganaderos, pretende que traten a sus reses como si fueran las mascotas que los burócratas de la Unión tienen en sus casas, únicos animales que, en muchos casos, conocen en directo. Por no hablar de las limitaciones que quieren imponer a la caza o, en España, a la fiesta de los toros, sin tener en cuenta, entre otras razones, que, gracias a nuestra fiesta Nacional, se ha conservado la especie del toro bravo, que es, sin duda, uno de los animales más valiosos e interesantes del mundo, al que deberían proteger todos los que presumen de ecologistas.

Todas las normas que Bruselas no cesa de emitir están inspiradas por una desconfianza absoluta hacia los avances tecnológicos y por una especie de adoración a un estado idílico y primitivo de la naturaleza. Una demostración de esto la tenemos en la política de destrucción masiva de presas y embalses que han emprendido en España y que, en muchos casos, llevaban años, si no siglos, ayudando a los campesinos a cultivar sus tierras y a dar de beber a sus ganados.

Así hemos llegado a este momento en el que la gente del campo ya no puede más porque la Unión Europea ha adoptado los dogmas de la Agenda 2030 como si fuera el Evangelio. Esa Agenda 2030 esconde, detrás de unos buenos propósitos, un conjunto de dogmas totalitarios. Y son totalitarios porque en la propia Agenda se impone una solución determinada a cada problema sin dejar sitio ni a la crítica ni a la alternativa.

Una de las vías por la que los dogmas de la Agenda 2030 ha hecho suyos la Unión Europea la encontramos en el llamado Pacto Verde Europeo, que se basa en afirmaciones que no admiten discusión ni la menor crítica. Empezando por la proclamación de que el futuro de Europa depende de la salud del planeta y que, por eso, los Estados de la Unión Europea se comprometen a lograr la neutralidad climática antes de 2050, para lo que, precisamente, se ha articulado ese Pacto Verde Europeo, que es la estrategia de la Unión Europea para alcanzar ese objetivo.

«Eso de ‘sostenible’ es siempre lo que unos burócratas, que se autoproclaman ecologistas, deciden que lo es»

El dogma del cambio climático de origen humano, algo totalmente discutible, inspira todas las políticas europeas que tienen que ver con el campo. Como la inspira también la voluntad de recuperar la biodiversidad antes de 2030, y no me pregunten que significa exactamente eso, pero para conseguirlo este Pacto propugna ampliar las zonas marinas y terrestres protegidas en Europa y recuperar los ecosistemas degradados reduciendo el uso y la nocividad de los plaguicidas. Es decir, ponérselo cada vez más difícil a las gentes del campo.

Por no hablar del objetivo que este Pacto Verde propone de transformar el actual sistema alimentario de la UE en un modelo sostenible, ¡hasta nos quieren obligar a comer lo que ellos dicen que hay que comer! Además, la experiencia ya nos ha demostrado cumplidamente que eso de «sostenible» es siempre lo que unos burócratas, que se autoproclaman ecologistas sin tacha, deciden que lo es, para imponernos al resto de los ciudadanos sus criterios y sus dogmas.

Luchar contra eso, contra la tiranía de las soluciones que la Agenda 2030 nos impone y contra la aplicación que la Unión Europea con su Pacto Verde hace de esos dogmas es indispensable para defender la libertad de todos y, en primer lugar, los derechos y los intereses de nuestros agricultores y ganaderos.

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