No, esto no es una carta
«Sánchez se apunta a las cartas en lugar de dar la cara y pretende defenderse a sí mismo y a su mujer recurriendo a mentiras para desprestigiar al adversario»
Ni nada que se le parezca, bastantes cartas hemos recibido ya los últimos días.
Pedro Sánchez lleva un tiempo tomando decisiones sorprendentes, pero él sabrá por qué lo hace y sus consecuencias. Somos muchos los que habríamos aplaudido que el presidente de Gobierno hubiera participado en los debates parlamentarios sobre la Ley de Amnistía, pero no lo tuvo a bien. Solo entró en el hemiciclo a la hora de votar, lo que choca porque se trataba de la ley estrella de esta legislatura.
No parece que Pedro Sánchez tuviera muchas ganas de enfrentarse a portavoces de la oposición que podían preguntarle por asuntos espinosos que prefería no abordar.
Un poco de cobardía ya es, pero hay que tener cierto cuidado al decir ciertas cosas sobre el talante del presidente, porque de inmediato le meten a una en el saco de jueces, fiscales, periodistas y políticos de los que hay que guardarse porque están todos ellos inmersos en una operación de acoso y derribo al presidente de Gobierno en lugar de pensar en los intereses de los españoles y en el prestigio de España.
El presidente afronta un problema que en lo personal le duele infinitamente más que las consecuencias políticas y sociales de una ley tan controvertida como la de la amnistía: la situación de su mujer, imputada por un juez por presunta corrupción y tráfico de influencias.
«Sánchez ha reaccionado, por un lado, vía epistolar y, por otro, con una descalificación implacable de la oposición»
Para lidiar con este asunto que, se nota, le afecta en lo más profundo, Pedro Sánchez ha reaccionado, por un lado, vía epistolar y, por otro, con una descalificación implacable hacia la oposición. A todo tipo de oposición, a la que ha metido, junta y revuelta, en el mencionado saco de profesionales varios que no comulgan con la forma en que gobierna este país que se llama España a pesar de que los socios del presidente no disimulan que les cuesta pronunciar la palabra España y dicen «Estado español», sin conocer la diferencia. Lo que tampoco sorprende, parte de los políticos actuales no se caracterizan precisamente por su cultura y por el uso correcto del lenguaje.
Sánchez se apunta a las cartas en lugar de dar la cara, y también pretende defenderse a sí mismo y a su mujer recurriendo a mentiras para desprestigiar al adversario. No es nuevo.
Por ejemplo, no es cierto que el juez haya manejado los tiempos para que determinadas declaraciones del caso Gómez coincidieran con el final de la campaña electoral. El que no midió bien el procedimiento de su defensa fue el abogado y exministro Antonio Camacho, incapaz de encajar una fecha para la comparecencia de determinados testigos clave; siempre coincidían con alguna vista o compromiso profesional. El juez Peinado tomó una decisión drástica para no dilatar más la marcha del procedimiento judicial y fijó las comparecencias para el domingo que él tenía guardia en el juzgado. Punto. Se acabaron las excusas de Camacho sobre su disponibilidad.
En cuanto a las falsedades para desprestigiar al adversario -PP es igual a Vox, ya saben- se trata de una estrategia tan manida que no produce el efecto deseado. Así que el Gobierno explora otros terrenos.
«A José Luis Ábalos lo expulsó del partido, y ni siquiera había sido imputado»
Es deplorable que el ministro de Justicia acuda a la Feria del Libro no para dar una vuelta por las casetas del Retiro y comprar algún título que le interese especialmente, sino que aproveche para hacer declaraciones a periodistas -previamente convocados- en las que acusa a Feijóo de que anda dando vueltas a una moción de censura con el apoyo de Vox y Puigdemont.
Seguro que el presidente del PP podría poner más atención a sus palabras para no dar pie a que se malinterprete la frase en la que explica que una moción de censura no se anuncia, sino que se toma si las circunstancias aconsejan hacerlo. Pero de ahí a decir que Feijóo no descarta presentar una moción en función del resultado del próximo domingo, hay un abismo. El que separa la verdad de la mentira, el que retuerce las cosas hasta convertirlas en lo que no son. El que hace trampa ante la falta de argumentos para destrozar al contrario.
Qué más decir que no se haya repetido hasta la saciedad estos días… Que nunca en España se había visto imputada la mujer de un presidente, que Begoña Gómez ha cometido irregularidades de bulto en sus negocios, y que un juez verá si son delictivas o no. Y que Sánchez se ha hartado de decir, cuando eran otros los que se encontraban en dificultades, que había que actuar con la máxima contundencia. A José Luis Ábalos lo expulsó del partido, y ni siquiera había sido imputado.
También dijo en tiempos que no habría indultos, ni amnistía, ni gobernaría con Podemos, ni pactaría con Bildu… No hay espacio suficiente para recoger la larga lista de engaños. Tantos, que es difícil creer las palabras con las que intenta defender la actitud de su mujer.
Aunque se comprende que el presidente intente protegerla. Cómo no se va a comprender…