THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Secretos solares de la Feria del Libro

«La Feria del Libro debe crecer y es admirable. Pero, queridos (nada nuevo digo), no es oro todo relumbrón televisivo»

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Secretos solares de la Feria del Libro

Feria del libro de Madrid. | Agencias

La Feria del Libro de Madrid (siempre días de lluvia y no poco solazo) es evidentemente un notable acontecimiento cultural, lleno de lujo y de contradicciones. Se dice que es el encuentro anual del autor y sus lectores -o lectoras, hay más mujeres- pero eso no pasa de un titular. ¿Qué encuentro? Se tiende el libro al autor, bajo la mirada del librero, y el autor, sonriente en general, pregunta el nombre del lector/a. Se pone una dedicatoria, a menudo convencional, es muy difícil nada personal cuando no se conoce al otro, y la lectora -al recibir el volumen firmado- comenta brevemente algo: «Es lo primero que leo de usted». O acaso: «Su anterior novela me gustó muchísimo». El escritor agradece: «Espero que esta le guste al menos igual». Vuelve el cruce de sonrisas y si la complicidad es mayor, se llega hasta: «Espero volver a verle. Gracias por escribir. Lo recomendaré a mis amigos. Sería agradable charlar con usted…». Bastantes frases de ese estilo, a excepción de la última (la voluntad de un privado), que la verdad es rarísima. ¿Se puede hablar de encuentro en un sentido mínimamente hondo? Creo que no, es muy superficial, pero como fuere se trata de algo grato.

Hay muchos lectores que buscan firmas -yo soy devoto, incluso en lo antiguo, de los libros dedicados- pero otros no, incluso por timidez. Hace años tuve un caso curioso. Un señor compró un libro mío y, como no hacía el gesto, mientras lo pagaba, le sugerí: «¿Se lo firmo?». Me observó con vago agradecimiento, y con una sonrisa me dijo: «Gracias, no». Pero tampoco es lo habitual. Hay lectores constantes (los ves todos los años) que no sólo compran todo lo que haces, sino que reiteran sus manías, y hacen bien. «No, ya sabe. Margarita solo no. Margarita García de la Muela. Ah, y por favor, no olvide poner la fecha de hoy, pero si es tan amable el mes no con número, sino con letra». Hay una feria de las singularidades, que llegan hasta lo familiar presunto: «Querido Villena, yo fui muy amigo de tu tía Mercedes. ¿Me recuerdas, no?». Y no te dan un abrazo generoso y fuerte, porque el espacio lo impide. Nunca tuve una tía llamada Mercedes y el señor -Jaime, por ejemplo- no me suena de nada. Pero le doy sonriente la razón en todo para que sigamos adelante…

«La literatura hecha sólo pensando en vender y editada con igual mira, producen ramplonería, aunque se revista de lentejuelas»

¿Hacia las famosas colas con interminable fila? Depongamos la vanidad, esas colas gigantescas son las menos, la fila modesta (me dijo alguien) es la más productiva, la más selecta. Es posible. Si Vargas Llosa fuera a firmar, es mayor, ya no lo hace, tendría kilométricas filas, pero es verdad que las colas que hacen eses -incordiando a los de la caseta de al lado, es verdad- suelen ser de autores mediáticos, buenos o malos no parece importar, conocidos, televisivos, de sucedidos virales. Hoy son muchas las mujeres novelistas (antes ocurría con hombres) que han sido presentadoras de televisión. No digo más. Pero cumple recordar -por mi edad lo he visto y lo recuerdo- que la mayoría del bestselerismo grande, desaparece… Me acuerdo en los años 70, de las inmensas, de veras enormes filas que rodeaban a un novelista, ameno, popular, social, amante de los jóvenes (más tarde se supo que gay oculto, pero eso no importa) el cura y exjesuita José Luis Martín Vigil. ¿Quién no había leído, incluso en el colegio, alguna novela suya, escrita con clara sencillez? La vida sale al encuentro, Sexta galería, Los curas comunistas, La droga es joven… Y mil más. Vigil murió hace años preterido por la Iglesia (era gay) y ya olvidado. Pero vendió cientos de miles de libros, no exagero. Si hoy, un soleado domingo, preguntamos a los actuales lectores, si saben algo de Martín Vigil, sólo algunos mayores tendrán acaso memoria. Los jóvenes, nada de nada. No era un gran escritor, pero era fácil, muy legible y por tratar temas de conflicto adolescente, se convirtió en un enorme fenómeno social. Pero viniendo más cerca, podríamos preguntar: ¿Y Antonio Gala? Pocos han sido tan famosos y mediáticos, y pocos tan divos incluso con las damas que lo adoraban. Gala murió hace poco más de un año, pero estuvo cerca de diez retirado en su fundación cordobesa. Ya no hay libros de Antonio. El teatro se lee poco, ¿y sus novelas, su trayecto final? Más allá del jardín, La pasión turca, El manuscrito carmesí (casi todas llevadas al cine) ¿dónde están, quién las reclama? «Sic transit…», podemos decir. Todo pasa. Pero no todo con igual rapidez. Los editores mercantiles que sólo piensan en ventas, el bajo nivel cultural y la preeminencia de lo mediático, lo explican casi todo. La literatura hecha sólo pensando en vender y editada con igual mira, producen ramplonería, aunque se revista de lentejuelas. Hoy Nieves Herrero es mucho más conocida que Antonio Gala. Ella se sorprenderá, imagino. 

La Feria del Libro debe crecer y es admirable. Pero, queridos (nada nuevo digo), no es oro todo relumbrón televisivo.

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