THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

Teresa Ribera y el aislamiento en Europa

«Con Ribera nuestro aislamiento no ha hecho más que acentuarse y, en los tiempos que corren, bien nos merecía ir por otro camino más conciliador»

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Teresa Ribera y el aislamiento en Europa

Teresa Ribera. | Europa Press

Debieron ser arduas las discusiones en Ferraz. Me imagino que la vicepresidenta tercera no era muy proclive a encabezar la lista de las elecciones europeas con el compromiso de abandonar el gobierno de España, llegado el momento. Pero en Moncloa hay un líder, en el sentido más estalinista del término, así que no debieron quedarle a Ribera muchas opciones, salvo aceptar. Sin embargo, mucho me temo que la pretensión de Sánchez de convertirla en la próxima Comisaria de Energía o de Medio Ambiente se ha ido al traste tras el resultado electoral.

¿Qué hará Ribera si no obtiene el ansiado cargo en Europa? ¿Traicionará a sus votantes y renunciará a su puesto en Bruselas para continuar en su sillón en el gabinete de Sánchez? No es muy difícil de aventurar, puesto que pasar del estrellato en España a la nada en Bruselas no debe ser plato de buen gusto para nadie. Y menos para alguien acostumbrada a llevar los asuntos de su cartera con poco diálogo y mucha ideología.

«No podemos hacer una transición energética si estamos aislados de Europa»

Así lo atestiguan los propios agricultores españoles, que prefieren cualquier alternativa a la mera posibilidad de que Teresa Ribera ostente un cargo con poder en Europa. Hace unos días, el presidente de ASAJA (la organización de agricultores y ganaderos más relevante en nuestro país) escribió una carta a la presidenta Von der Leyen para expresar su preocupación ante los rumores de que Ribera pudiera ser la próxima Comisaria de Medio Ambiente. En dicha misiva aparecía la palabra «sectaria» y la acusaban de no haber mantenido ni una sola reunión con las principales asociaciones agrarias. Concluía el texto expresando el convencimiento de que habría mejores candidatos para ese puesto.

Probablemente el canto de cisne de Ribera en todos estos años haya sido la elaboración del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Un documento anunciado a bombo y platillo que establece los objetivos de España en materia de transición energética. Un plan que establecía objetivos difícilmente alcanzables y que, a medio camino, fueron impulsados todavía más en un alarde de propaganda partidista que nos pasará factura. El PNIEC ahora se cae a trocitos y sus objetivos no se los creen ni los principales beneficiados de ese plan. 

Se basa en pilares fundamentales, que no se están cumpliendo. Por ejemplo, postula que vamos a tener 42 GW de potencia eólica en el año 2025. En la actualidad tenemos 30 GW, es decir, hemos tardado más de 20 años en instalar 30 GW y ahora pretendemos instalar 12GW en poco más de un año. Por si fuera poco, la realidad nos demuestra que en los dos últimos años apenas hemos instalado 1,5 GW de potencia eólica. Y ahora pretenden que creamos que esa tasa se va a multiplicar por más de diez en el próximo año.

El PNIEC está totalmente fuera de la realidad, pero no solo en el aspecto eólico. El documento que gobierna el futuro de la energía en España es una fantasía de principio a fin. Es bastante probable que no cumplamos absolutamente nada de lo que vislumbra el plan. Pero no por un poco, sino por mucho. La energía solar será la que más visos tenga de aproximarse a lo plasmado en el papel, pero aun así se quedará lejos de conseguirlo. Lo estamos viendo ya con el frenazo en el autoconsumo y los precios cero en el mercado mayorista. Precios cero implican ganancias cero e inversiones cero, ¿cómo pretende Ribera atraer los 200.000 millones de euros de inversión necesarios con estas condiciones de contorno? No será, desde luego, apelando al historial de seguridad jurídica en el sector energético español.

Desafortunadamente, Teresa Ribera tampoco ha demostrado dotes de negociación positivas para los intereses de España. Su PNIEC necesita aumentar las interconexiones eléctricas con Francia para ser capaces de exportar los picos de producción de las energías renovables. Ha fracasado estrepitosamente en este particular. El PNIEC establecía tres nuevas conexiones para el año 2030 y únicamente se va a construir una que entrará en operación en 2028. Nuestro nivel de interconexión no llega ni al 5% del total de nuestra capacidad de producción cuando debería ser, como mínimo, del doble y, deseablemente, del triple.

No podemos hacer una transición energética si estamos aislados de Europa. Podemos escribir «cosas chulísimas» en los papeles, pero no se van a convertir en realidad. Teresa Ribera se ha alineado con el bando de los perdedores en materia energética y se ha borrado de las negociaciones clave en las cumbres internacionales. Se borró en la COP28 de la foto donde más de veinte países del mundo acordaron triplicar la energía nuclear para el año 2050 y se ha borrado de la alianza energética europea liderada por Francia. Con Ribera nuestro aislamiento no ha hecho más que acentuarse y, en los tiempos que corren, bien nos merecía ir por otro camino más conciliador.

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