¿Hacia un cambio de paradigma político?
«Cabría preguntarse la razón profunda del pacto entre Sánchez y el Partido Popular en lo referente al CGPJ»
Jürgen Habermas decía «Lo nuevo surge sólo con la transformación de lo viejo», los cambios culturales, en el comportamiento de los ciudadanos, pueden ser imperceptibles o parecer inocuos frente a lo institucionalizado o frente a las costumbres establecidas. Sin embargo, más allá de esa invisibilidad frente a lo establecido, gradualmente van creando un nuevo paradigma. La paulatina acumulación de esos pequeños cambios y el efecto mímesis son los que determinarán un nuevo paradigma social y político. Quien sepa interpretarlos, podrá actuar en consecuencia y lograr una ventaja competitiva.
Empezaré con una cuestión que, más allá de la polémica y la interpretación de lo concreto, más allá del aquí y el ahora, creo que es uno de los síntomas que podrían estar dibujando un cambio de paradigma en nuestro país. Sé que las tesis que dibujan escenarios positivos son mucho menos atrayentes que los agoreros de turno, el sesgo de negatividad es muy eficaz en la capacidad para llamar la atención del público. Pero ya aviso de que este artículo no trata de buscar la confirmación apocalíptica que recorre día sí y día también el universo mediático de nuestro país. Solo quiero lanzar una línea distinta de análisis prospectivo.
«Lo relevante es que, a mi parecer, estos cambios sociológicos son, en verdad, cambios culturales»
Cabría preguntarse la razón profunda del pacto entre Sánchez y el Partido Popular en lo referente al CGPJ. Este acuerdo podría ser el punto de inflexión de la polarización extrema patria, sin embargo, la pregunta a responder sería ¿por qué ahora? ¿a qué responde? Más allá de las respuestas tacticistas, la misma ejecución del acuerdo nos empieza a dar pistas. Primero es el cuándo, a inicios del periodo estival, cuando baja exponencialmente la efectividad de la comunicación política, este no es un dato menor, los firmantes no querían alargar la polémica, no les interesaba. Segundo, lo importante no son los dos firmantes, son los que no han sido invitados ni al café, todos ellos han hiperventilado porque vislumbran un cambio que, quizás, no entiendan.
El acuerdo se ha dado después del último ciclo electoral, los resultados empiezan a vislumbrar cambios sociológicos que empiezan a impactar en la política. Lo relevante es que, a mi parecer, estos cambios sociológicos son, en verdad, cambios culturales. Zygmunt Bauman afirmaba que «Los cambios sociales nunca son instantáneos. Son un proceso graduado, a menudo invisible durante su realización, y solo se vuelven evidentes después de que han pasado». Los resultados en las elecciones europeas, la capacidad de resistencia de Pedro Sánchez, la fagocitación de los extremos por parte del PSOE, deberían ser interpretados de una forma distinta más allá de la retórica habitual. La respuesta simple de que los votantes de la extrema izquierda y los nacionalistas se agrupan entorno a Sánchez podría ser solo una de las interpretaciones posibles.
Es, sin embargo y como suele ser habitual, en Cataluña dónde creo que se están dando, o mejor dicho visibilizando, los síntomas de un cambio cultural profundo que pueden cambiar el paradigma de la política nacional y, esta vez, no será para mal. Los últimos estudios sociológicos nos dicen que los jóvenes catalanes son cada vez menos independentistas. Naturalmente, si consideramos al separatismo como lo que es, movimientos populistas con narrativas polarizadoras y esencialistas, podremos concluir que las nuevas generaciones no entienden o no aceptan relatos de corte reduccionista o delimitadores. Esta conceptualización es interesante porque podría resituar el eje de intereses de los potenciales votantes.
La respuesta a estos cambios en la percepción de esta franja de población podríamos encontrarlo en los nuevos hábitos de relación social, en cómo se comunican y en cómo se informan. Me estoy refiriendo a las redes sociales, la paradoja que planteo es que, más allá de todas las amenazas de las que nos advierte el filósofo Byung-Chul Han, las redes sociales abren un panorama social, cultural y puntos de vista que hacen que exista una enorme asimetría entre las narrativas políticas habituales (y, sobre todo, las reductivas/esencialistas) y la percepción de la realidad de los jóvenes, entre el relato oficial y su cosmovisión.
De hecho, esta influencia, este cambio cultural fruto de esta nueva forma de relacionarse con el mundo, hace que no se entiendan los conceptos sobre los que se basan los nacionalismos y los esencialismos de todo calado. La construcción de una identidad unívoca y fatalista entra en colisión con un mundo caleidoscópico en el que, con un simple asomar a las ventanas que te ofrecen el mundo, ves que no cuadra lo que se dice con lo que se percibe. La univocidad cultural choca con una realidad necesariamente plural. Las construcciones nacionales o las narrativas identitaristas de nuestra desnortada izquierda, basadas en la conformación de identidades fuertes, lo tienen difícil ante el mar de impactos y de relación directa con realidades no controlables por parte de los políticos.
Otro de los cambios profundos -y de los que aún no somos conscientes- son los producidos por la pandemia, impactarán en el consciente y en el inconsciente colectivo. La preocupación por la propia existencia, la sensación de vulnerabilidad y la incertidumbre buscan y necesitan respuestas que ofrezcan estabilidad y predictibilidad. Naturalmente, los discursos populistas son lo contrario a lo que esta generación (y no solo los tan jóvenes) anhelan y necesitan. También aparece un nuevo sentido de solidaridad, de comunidad, de esa necesidad de contar con el otro que rompe los márgenes habituales de los nacionalismos y de las identidades reduccionistas.
En definitiva, mi tesis es que estamos ante un cambio de paradigma, ante los primeros síntomas de un cambio profundo en cómo percibimos la realidad y eso tendrá necesariamente un impacto en la política. Son una oportunidad para repensar no solo lo político, también para reforzar nuestra democracia. Como decía estamos ante cambios poco perceptibles, pero como decía Norbert Elias: «Los cambios en la sociedad, al igual que en la naturaleza, rara vez son perceptibles en el momento en que ocurren; solo podemos verlos claramente cuando se acumulan suficientemente para diferenciarse claramente de lo que era antes».