THE OBJECTIVE
José Rosiñol

Cataluña, laboratorio de la ultraderecha española

«Nuestro presidente parece estar en un sin vivir bajo una constante «alerta antifascista» que, por ahora, le ha dado buenos réditos electorales»

Opinión
12 comentarios
Cataluña, laboratorio de la ultraderecha española

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. | Ilustración de Alejandra Svriz

Hace pocos días, en este marasmo de la confusión patria, en medio del ruido de la política, en esta zona de cínicos grises en la que se ha convertido la arena sociopolítica que, en verdad, es el caldo de cultivo para la demagogia más pura y barata, leí una de esas cosas que parecería una broma, esas cosas que no pueden tener cabida en nuestros tiempos modernos. Unos tipos, desde la «neutral» Suiza, se estaban dedicando a confeccionar un censo. Estos nostálgicos de la pureza étnica quieren saber quiénes son verdaderos catalanes para la futura República Catalana. En verdad, el nacionalismo catalán siempre ha tenido esa concepción de pureza, siempre se ha visto rodeado de «no puros«, de metecos.

«Cataluña, desde los años noventa, es el laboratorio de la ultraderecha de nuestro país»

Y, en estas, Pedro Sánchez, acorralado por su socio preferente, aquel que fue el brazo político del terrorismo, ante la insistencia de los periodistas por su relación con quienes no condenan el terrorismo etarra, no se le ocurre decir otra cosa que Él (sí, en mayúsculas) habla con todo el mundo menos con Vox. Nuestro presidente parece estar en un sin vivir bajo una constante «alerta antifascista» que, por ahora, le ha dado buenos réditos electorales. Y, por estos dos sucesos recientes, me pregunté, ¿en verdad tenemos un problema con la ultraderecha en España? Lo cierto es que, te guste más o menos, lo defendido por Vox no es clasificable como tal, están a años luz de eso.

Entonces, si Vox no es esa extrema derecha ¿dónde podemos encontrarla? La respuesta es clara, por mucho que le molesta a Sánchez, los tiene en su propia casa, de hecho, son los cimientos de su gobierno y, como no, están en Cataluña. Y es que Cataluña, desde los años noventa, es el laboratorio de la ultraderecha de nuestro país. En Vic nació un movimiento convertido en partido llamado Plataforma per Catalunya que tuvo cierto éxito, sus postulados, en zonas de mucha inmigración como la comarca de Osona, calaron profundamente, su líder, Josep Anglada, era el perfil de «catalán puro» que tanto les gustaría incluir en el censo a los de Suiza.

Recientemente, en Ripoll, la «cuna» de Cataluña, ha aparecido un partido (Aliança Catalana) separatista de corte xenófobo, pero, sobre todo, hispanófobo. Partido que podría entrar en el Parlament. Claro está que lo que estamos viendo son los frutos de muchos años de intentar crear una sensación de superioridad moral nacionalista, de una especie de pueblo elegido en constante peligro que tiene como obligación recorrer el camino de la construcción nacional como salvación. Esta cosmovisión racista y excluyente la encontramos en todo el arco político nacionalista, las afirmaciones racistas e hispanófobas, son demasiadas como para poder recogerlas en un artículo. Solo recordar que los grandes próceres del nacionalismo han destacado por este tipo de posicionamientos:

Jordi Pujol: «El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual.«.

Heribert Barrera: «Los negros tienen una inteligencia inferior… Se debería esterilizar al débil mental de origen genético«.

Oriol Junqueras: «Los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles«.

Quim Torra: «(los castellanohablantes) son carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que destilan odio…un pequeño bache genético en su cadena de ADN«.

Como decía, hay muchos más ejemplos como estos, pero esto solo es un síntoma, es la fiebre de la enfermedad catalana. El auge de los movimientos de ultraderecha en Cataluña surge porque el nacionalismo catalán hunde sus raíces en los movimientos nacionalistas de los años de entreguerras del siglo pasado. Ese sustrato cultural del peor romanticismo nacionalista es el origen de los movimientos separatistas catalanes. El nacionalismo catalán, aprovechando este sustrato, activó en los años ochenta un plan para lograr crear un sentimiento nacional, un sentimiento que era una forma de imponer una homogenización social y una ideología única. Este programa es el caldo de cultivo para volver a buscar purezas raciales y culturales, es la vía por la que se ha inoculado y normalizado marcos que, en otros territorios y en democracia, serían impensables.

Las transformaciones sociales, la aceptación de marcos antidemocráticos y xenófobos es un proceso paulatino, son pequeños cambios, son algunos compromisos que parecen inocuos pero que, en un momento, tal y como dice Hafnner, pueden desembocar en auténticas tragedias. Y son esos granos de arena los que han creado el monstruo nacionalista catalán. Lo sorprendente es que no sorprenda, lo sorprendente es que el gobierno de nuestra nación haya colaborado, por acción u omisión, en su creación. Pero lo más sorprendente es que, nuestro actual gobierno, blanquee estos movimientos por sus votos y mire para otro lado, mientras, sus socios, siguen con ese programa de ingeniería social que pretende convertirnos en metecos a más de la mitad de los catalanes. La ultraderecha está en Cataluña y vendrá de Cataluña, y, por mucho que hiperventile con Vox, son los socios preferentes de Pedro Sánchez.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D