THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Envidia de Portugal

«Buscando siempre los intereses comunes por encima de los partidistas se puede mantener una sociedad plural, pero unida en los aspectos fundamentales»

Opinión
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Envidia de Portugal

Ilustración de Alejandra Svriz

Se ha cumplido un mes de las últimas elecciones portuguesas. Ya hay un nuevo primer ministro, fruto de un acuerdo entre los partidos que ocupan la centralidad política y buena disposición para gobernar pensando en el bien del país y no del partido. En fin, un ejemplo para España: tan cercanos y tan distintos. Siento envidia de Portugal. 

António Costa, socialista y anterior presidente, era un hombre respetado por todos, también en el ámbito europeo, y gobernaba desde 2015. Pero saltó a la prensa que estaba siendo investigado por la Fiscalía junto a algunos de sus colaboradores. El mismo día, el 7 de noviembre pasado, dimitió irrevocablemente de su cargo y dijo que a pesar de que no tenía responsabilidad alguna en los hechos que se le imputaban cualquier velo de sospecha le imposibilitaba seguir como primer ministro. 

Por el momento, las investigaciones sobre Costa no han dado resultado definitivo alguno e incluso parece que los jueces le exoneran de responsabilidad. Al final, el presidente de la República, Rebelo de Sousa, aceptó su dimisión y convocó elecciones. 

Estas tuvieron lugar el 10 de marzo y el resultado fue muy ajustado: Alianza Democrática (AD, coalición de partidos de centro-derecha) obtuvo 80 diputados mientras el Partido Socialista (el partido de Costa pero ahora con Nuno Santos de candidato) obtuvo 78, sólo dos escaños menos, aunque con un notable descenso de votos porque en las anteriores de hace dos años había obtenido 120 diputados y mayoría absoluta. La sorpresa, sin embargo, la dio Chega, el partido de extrema derecha, que alcanzó 50 diputados y un millón de votos, aumento muy considerable respecto a sus resultados anteriores.

Luis Montenegro, el líder de AD, había prometido en la campaña que en ningún caso pactaría con Chega y ya en la misma noche electoral se mantuvo fiel a su promesa: «Sería una tremenda maldad hacia mí, hacia mi partido y hacia la democracia, que no cumpliese lo prometido». Nuno Santos, líder socialista, también dijo aquella noche que no pondría obstáculos a la formación de un gobierno presidido por Montenegro. 

«Los políticos, tanto de derecha como de izquierda, han cumplido con sus promesas electorales»

Y así ha sido: mediante el diálogo, los pactos y los acuerdos, también con otros partidos menores, el ganador – aunque por sólo dos diputados y 50.000 votos  de diferencia- se ha convertido en primer ministro y ha formado gobierno. Si hubiera buscado el apoyo de Chega podría gobernar con una mayoría de 130 diputados, pero prefirió el difícil pacto con el Partido Socialista para así cumplir con lo dicho en campaña electoral y por considerar que Portugal debe ser gobernado por el acuerdo entre los partidos de la centralidad y no en alianza con un partido extremista aunque, en estas elecciones, haya tenido un amplio apoyo.

Veremos la duración y la eficacia del nuevo Gobierno pero, de momento, las cosas parecen ir en la buena dirección y los políticos, tanto de derecha como de izquierda, han cumplido con sus promesas electorales y, dado que saben historia, no quieren romper esta alianza estratégica bipartidista que tan bien le va al próspero Portugal de los últimos decenios

No es ajeno a todo ello la buena educación en las relaciones entre políticos de partidos antagonistas. Estos días hemos podido ver la foto de António Costa y Luis Montenegro tomando un café en una discreta terraza de Bruselas, tras una reunión de la Unión Europea. Fue un encuentro improvisado, sin avisar a la prensa, entre dos rivales que no se descalifican entre ellos sino que son conscientes del ejemplo que deben dar a los ciudadanos de su país y también saben que un gobierno parlamentario exige diálogo, pactos, es decir, cesiones mutuas, y que lo importante no es impedir que el otro gobierne sino que gobierne lo mejor posible según las ideas e intereses que defiende la fuerza política contraria. Hay que saber interpretar la voluntad del pueblo, de todo el pueblo, no sólo de una mitad.

«Es preciso una cultura política diferente, la que tienen los portugueses, este gran ejemplo»

De este cruce dialéctico entre uno y otro partido, buscando siempre los intereses comunes situados por encima de los meramente partidistas, se puede mantener una sociedad plural, pero unida en los aspectos fundamentales, con una ciudadanía a la que no se le están dando continuos sobresaltos lamentables y ridículos. No me digan que no es lamentable y ridículo, además de autoritario, que para conceder un programa de televisión a un tal Broncano se tenga que forzar la dimisión de la la presidenta del ente público. La democracia no puede caer más bajo, incluso en las formas.

Y para ello es preciso una cultura política diferente, la que tienen los portugueses, este gran ejemplo. Felipe González explicaba el otro día en la gran entrevista que le hizo Cebrián para TO como no buscó alianzas con otras fuerzas políticas cuando perdió frente al PP de Aznar por solo 300.000 votos en las elecciones generales de 1996. Se dice que Jordi Pujol llamó al día siguiente a Felipe y le dijo: «Tenemos que hablar». Éste le contestó rápido: «No, tienes que hablar con Aznar». Pensaba en su país y no en su partido ni en los cargos de su partido, la democracia es alternancia, no agarrarse al poder y gobernar para que sea imposible esta alternancia. 

Esto lo conocen bien estos políticos portugueses. Por ello siento envidia de Portugal. 

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