THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

¿Para qué sirve una televisión pública?

«Nunca he entendido la obsesión con las audiencias en RTVE, como si fuera un ente privado que vende espacio publicitario»

Opinión
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¿Para qué sirve una televisión pública?

Ilustración de Alejandra Svriz

Hacerse la pregunta ya resulta tabú: la palabra «público» es un tótem para una izquierda poco imaginativa y perezosa que alaba todo lo público por defecto (aunque sea, yo qué sé, la participación del SEPI en una empresa de arandelas). Da igual si lo público no ofrece un servicio público: es más importante que lo paguemos los ciudadanos que su función para los ciudadanos. 

Esta semana, la confirmación final de que RTVE fichará a David Broncano (cuyo programa costará a las arcas públicas 28 millones en dos años) ha despertado una curiosa actitud en una parte de la izquierda, que ha celebrado este logro no tanto por lo que puede aportar su programa (un late night para millennials de camisa hawaiana), sino por lo que jode a la competencia, es decir, a Pablo Motos, que dirige y presenta El hormiguero en Antena 3. Varios tuiteros y periodistas fantaseaban con un Pablo Motos echando espuma por la boca: un nuevo triunfo del gobierno de la gente. Un periodista decía: «En esta cuenta se celebra que Pablo Motos se ponga nervioso por el fichaje de Broncano por TVE. Ya está bien de tantos años de manipulación política en prime time disfrazada de entretenimiento». ¡Ya está bien! Tenemos derecho a nuestro propio Pablo Motos. (Lo curioso es que Broncano no es nada político, pero quizá se sobreentiende en su nuevo rol en TVE que debe empezar a serlo). 

«Una televisión pública debería estar fuera de la lógica de mercado»

Desconozco por qué el Gobierno tiene que competir con un programa privado de entretenimiento mediocre como El hormiguero. Bueno, en el fondo sí lo entiendo: propaganda. Y favorecer a productoras amigas. Como dice Daniel Gascón, «La concepción del Estado emprendedor cuando yo estoy en el poder, esa mezcla de Mazzucato y Galdós, justifica que haya humoristas del Gobierno, sufragados con fondos públicos: hay que corregir el fallo de mercado que supone que alguien que cae mal al Ejecutivo sea líder de audiencia». 

Tampoco sé por qué una televisión pública tiene que competir, a secas. Una televisión pública debería estar fuera de la lógica de mercado. Nunca he entendido la obsesión con las audiencias en RTVE, como si fuera un ente privado que vende espacio publicitario. Entendería la preocupación por las audiencias si el objetivo fuera llegar al mayor número de ciudadanos por una cuestión de servicio público: está bien que un informativo o un contenido cultural que no ofrecen las privadas llegue a toda la gente posible. Pero no es así. En RTVE se habla de share y de competir con las privadas como si en efecto fuera una cadena privada. 

Es una distorsión de lo que debería hacer una cadena pública. Yo quiero una televisión pública aburrida, completamente ajena al mercado, que ofrezca contenidos inaccesibles en otros sitios. Y ya lo hace, claro. He visto estupendas películas en La2 y en RTVE Play. Pero una televisión pública debería ser solo eso: programas de cetrería en Soria, películas de autor, misas, conciertos del Auditorio Nacional, debates entre filósofos y sociólogos como los de La Clave, partidos de la selección femenina de hockey sobre hierba. Es decir, todo aquello que no sobreviviría ni 15 minutos en el mercado pero que es importante que siga existiendo. Es decir, un verdadero servicio público. 

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