THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

El sonajero del referéndum

«Aragonés sabe que no es posible un referéndum de autodeterminación, pero tiene que hacer como que lo ha intentado. Hay elecciones el 12 de mayo»

Opinión
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El sonajero del referéndum

Ilustración de Alejandra Svriz

¡Vuelve el referéndum! En realidad, nunca se fue, pero estuvo eclipsado por otros temas. Cuando murió el procés, fueron volviendo paulatinamente las reivindicaciones de siempre: el Estatut, el pacto y el déficit fiscal, el federalismo (el Senado en Barcelona y esas cosas). Pero los indultos y la amnistía tuvieron mucho más protagonismo. Hay que admitir que eran ideas muy novedosas. Es indudable que Sánchez ha sido el presidente que más se ha atrevido a hacer algo diferente con la cuestión catalana (a base de darles lo que pedían). La cuestión del encaje legal del referéndum será mucho más complicada, pero que no sea por falta de voluntad política. En julio de 2023, el presidente dijo: «El independentismo pedía la amnistía y pide un referéndum de autodeterminación. No han tenido la amnistía y no hay un referéndum de autodeterminación, ni lo habrá». Habrá que ir comprando las urnas.

Pere Aragonés anunció el otro día que propondría un referéndum de independencia supuestamente amparado en el artículo 92 de la Constitución. Lo hizo a partir de un informe del Institut d’Estudis d’Autogovern (IEA) encargado en octubre de 2023 para estudiar las vías y «concretar los instrumentos jurídicos» necesarios para poder celebrar una consulta. «Las conclusiones son claras: votar sobre la independencia es posible en el actual marco legislativo y solo es cuestión de voluntad política», dijo Aragonés. La pregunta formulada sería: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente?». Es el sofismo de siempre. No habló de un mínimo de participación, no tiene en cuenta que ese artículo habla de «todos los ciudadanos», no solo los catalanes. Y el Tribunal Constitucional ha recordado mil veces que ese instrumento consultivo (es decir, su resultado no tiene por qué ser vinculante) no puede usarse para una secesión. (Es curioso que el informe diga que la implementación del resultado del referéndum se tendrá que hacer en el marco de la «legalidad constitucional e internacional», otro ejemplo de sofismo: si gana el sí, la independencia ha de ser, ejem, constitucional). Pero la clave es volver a sacar el debate. En el fondo, Aragonés sabe que no es posible un referéndum de autodeterminación, pero tiene que hacer como que lo ha intentado. Hay elecciones el 12 de mayo: con tal de que el debate aguante hasta entonces, le basta para galvanizar a sus votantes.

El presidente catalán dice que Sánchez se comprometió a permitir algo así en el pacto que firmó el PSOE con Junts en noviembre del año pasado, y es verdad. En el texto que firmaron ambos partidos se decía que «Junts propondrá la celebración de un referéndum de autodeterminación sobre el futuro político de Catalunya amparado en el artículo 92 de la Constitución». Siempre se puede argumentar que lo que firmaron fue la «propuesta», no su «celebración». Más sofismo. La propuesta del PSOE en ese texto era recuperar el Estatut del 2006, que no es nada en comparación con lo que se ha otorgado a los nacionalistas desde entonces. Pero para el votante clásico del PSC es como un token: remite a ideas vagas y bonitas sobre el autogobierno.

«La propuesta de Aragonés es simplemente electoral. Pero deja clara una cosa: el procés no se acaba simplemente dándole a los nacionalistas lo que piden»

Si se produce un debate sobre el encaje legal del referéndum, pasará lo mismo que ha pasado con la amnistía: nos hemos obsesionado con su constitucionalidad o anticonstitucionalidad y hemos hablado mucho menos de que es una mala idea desde un plano moral o político. Si la ley de amnistía se carga la idea central de la igualdad ante la ley y es un ejemplo de privatización de las leyes, el referéndum es una mala idea por muchas razones. Plantea un dilema binario a un problema que es mucho más complejo (la mayoría de catalanes no quiere el statu quo pero tampoco la independencia, y en un referéndum no se le dan esas opciones). Propone la extranjerización de la mayoría de catalanes. No existen secesiones democráticas: las fronteras no se votan, se vota dentro de ellas.

La propuesta de Aragonés es simplemente electoral. Pero deja clara una cosa: el procés no se acaba simplemente dándole a los nacionalistas lo que piden. Hace unos meses escribía en este periódico que la lógica nacionalista es pedir al gobierno un unicornio y conformarse con un caballo, así hasta acumular más caballos que el ejército de Gengis Khan. Después de los indultos y la amnistía, toca el referéndum. Cuanto más reciban, más pedirán.

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