THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

Colaboracionismo del PSC

«El independentismo catalán, cuando es necesario, agita el fantasma del peligro que corre su lengua con la colaboración del PSC»

Opinión
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Colaboracionismo del PSC

Pedro Sánchez, Salvador Illa y Carles Puigdemont. | Alejandra Svriz

La pesadilla estaba dormida hasta que Sánchez la despertó porque necesitaba gobernar. La ley de amnistía devolvió a primer plano a un Puigdemont que estaba olvidado en su autoexilio. El prófugo de Waterloo anunció en X (antiguo Twitter) que “inicia el retorno para acabar el trabajo emprendido”. Vuelve la división a Cataluña y al resto de España. El protagonismo del expresident llega hasta las siglas de su plataforma electoral que ya cuentan con su apellido: Junts+Puigdemont per Catalunya. Más identidad para el partido identitario por excelencia. Un independentismo que hasta ahora votó más por la religión puigdemoníaca que por la gestión, pese a las consecuencias económicas que les ha acarreado, y que ahora cuenta con el apoyo del PSC.

Los nacionalismos se construyen alrededor de la lengua o la religión, comparten una historia y costumbres comunes, y el fin último es formar su propio Estado. El independentismo catalán, cuando es necesario, agita el fantasma del peligro que corre su lengua con la colaboración del PSC. Saben que tocar esa tecla llega de manera transversal a todo el espectro nacionalista, desde el más moderado al más radical. Un idioma que no está en peligro de extinción y que nadie va a erradicar en Cataluña pese a la propaganda independentista. La única lengua con problemas es el castellano que, en el régimen de inmersión, según el Parlamento Europeo, no juega en pie de igualdad con el catalán en las escuelas donde se vulneran los derechos de las familias que quieren educar a sus hijos en castellano. Ni la Generalitat con el apoyo explicitó del PSC ni el gobierno de Sánchez hacen nada para ejecutar la sentencia del Tribunal de Superior de Justicia de Cataluña que impone un 25% de castellano en las escuelas. El Europarlamento también condenó la incitación al odio, la exclusión social y el acoso a niños de las familias que exigen el cumplimiento de dicha sentencia. El independentismo busca el monolingüismo y no soporta que en la administración se pueda usar indistintamente el español o el catalán. En cuanto pueden sacan a la palestra que en Baleares se ha garantizado que el desconocimiento del catalán no penalice el acceso a la función pública; algo que parece de sentido común, salvo que a mallorquines o catalanes en reciprocidad les penalizara su origen para ser funcionarios en el resto de España.

Junts para resucitar la identidad también agita el fenómeno de la inmigración al que no duda en identificar con la delincuencia en la zona del Maresme cuando sus alcaldes pidieron expulsar a los inmigrantes que reincidan en la comisión de delitos o que los malos resultados del sistema educativo catalán en PISA se deban a la sobrerrepresentación de niños inmigrantes en las aulas. En este aspecto compite con la emergencia de la ultraderecha independentista de Alianza Catalana que no solo ha “robado” cantera política a Junts sino que también podría hurtarle algún diputado.

La resurrección de Puigdemont no se debe ni a la búsqueda del interés general ni a la mejora de la convivencia y la cohesión social sino al interés personal de Pedro Sánchez de mantener el poder. El presidente del gobierno ha necesitado de un cooperador necesario para perpetrar el engendró de la amnistía que no es ni más ni menos que el PSC. Un partido pragmático, más catalanista que socialista, al que la clase obrera importa poco y oscila entre el nacionalismo moderado durante el procés a la coyunda con el independentismo manejada por Sánchez con el fin de seguir en la Moncloa. La fuerza y transversalidad del nacionalismo en Cataluña se debe al PSC y sus élites burguesas que son las que lo han alentado hasta la situación actual. El federalismo por el que apostó el PSOE nunca fue la apuesta del PSC al que gusta el apellido de “asimétrico” porque le diferencia del resto de Comunidades autónomas y permitiría a Cataluña alcanzar un Concierto económico similar al vasco. La nacionalidad histórica catalana se siente por encima del resto de regiones españolas, y para afirmar esa superioridad el partido de Salvador Illa cuenta con una intelligentsia mediática que pasó de criticar duramente el referéndum ilegal de 2017 a abanderar el apoyo a la ley de Amnistía.

De cara a los comicios del próximo 12 de mayo, el trabajo del lacayo Illa podría tener su recompensa en diputados, pero el voto útil que recogió en las generales podría esta vez ayudar a la resurrección de Puigdemont que siempre va más allá de lo que apuntan las encuestas. Illa deja las puertas abiertas a cualquier pacto tras las elecciones y no dudemos que tanto él como su amo en Moncloa cederán, si hace falta, a la celebración de un referéndum de autodeterminación. Pase lo que pase en las catalanas, la sensación es que España seguirá siendo rehén del independentismo gracias al colaboracionismo del PSC.

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