THE OBJECTIVE
Juan Luis Cebrián

Las familias y uno más

«La confederación y la corrupción amenazan el desarrollo democrático español. Y son imposibles de conjurar con un presidente rehén de los enemigos del Estado»

Al hilo de los días
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Las familias y uno más

Ilustración de Alejandra Svriz

«La independencia solo se logra con una guerra de independencia». Esta rotunda declaración del historiador barcelonés Josep Fontana, hecha al albur de las elecciones autonómicas de 2012, bien pudiera considerarse el acicate intelectual de lo que vino después: la guerra particular del caballero Puigdemont en su cruzada pro independentista, pero también la habilidad desplegada por los terroristas de ETA y sus herederos en su confrontación con el Estado. Derrotados por la Guardia Civil y la Justicia, tanto los rebeldes que encabezaron el procès, como los militantes vascos del tiro en la nuca, se han sumado entusiastas a las prácticas antidemocráticas y clientelistas del compañero Sánchez.

El resultado de las elecciones en Euskadi y el más que previsible de las votaciones catalanas permiten preguntarse por el futuro de la España de la autonomías, columna vertebral de la transición democrática, y sus inevitables consecuencias. O el proceso consensuado y abierto gracias a la Constitución de 1978 deriva ordenadamente en una reforma de la misma que conduzca a la organización federal, o terminaremos enfrentando la emergencia de un Estado confederal que consagre la desigualdad entre los ciudadanos de nuestro país, ya muy agravada por la ley de amnistía.

Las declaraciones de Arnaldo Otegi poniendo de relieve que el 70% de los votos emitidos en Euskadi respaldan al soberanismo parecen indicar que podemos marchar en esta dirección. Perdidas las guerras de la independencia y descartado el asesinato y la bomba como formas de diálogo político, emergen ahora las dádivas y favores del poder central a cambio de los votos necesarios para que continúen en él quienes lo ocupan. Cesiones de competencias añadidas en ambas nacionalidades históricas, Cataluña y País Vasco, podrían significar además la desaparición de la unidad de mercado, incluido el del trabajo. Sería una manera de evitar la independencia y la autodeterminación, que a más de ser anticonstitucionales, si se consumaran significaría la inmediata exclusión de esos territorios de la Unión Europea. Un perjuicio inasumible por los nacionalistas a la violeta.  

El modelo de democracia iliberal, ensayado hasta ahora con éxito por Sánchez, es el de la ocupación de las instituciones, públicas y privadas, para someter las libertades individuales y el gobierno de las leyes a los caprichos, las necesidades o la ambición del Ejecutivo. De ordinario, y desde luego en nuestro caso, acostumbra a contar con la complicidad de los poderes económicos, sea por miedo, sea por mejor satisfacer su inevitable codicia. De donde se deriva la corrupción, una práctica cada vez más sistémica en nuestro país. Decía Lord Acton, historiador británico del XIX cuyas ingeniosas frases podrían competir con las de Fontana, que «el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente». De lo que pueden dar fe, entre otros muchos, el hijo del presidente de los Estados Unidos y el expresidente del mismo país. Pero también, por citar solo algunos casos, antiguos gestores de la UGT en Andalucía o Asturias, gobernantes del PP en Baleares y Valencia, la financiación de este partido en el caso Bárcenas o del PSOE en el de Filesa y, desde luego, la acusación fiscal a la familia Pujol de constituir una organización para delinquir.

Hablando de familias ha venido a ponerse de moda la de nuestro actual presidente del Gobierno, cuya esposa pudiera haber medrado gracias a su influencia desplegada en los pasillos de la Moncloa y no es imprudente colegir que quizá también en estancias reservadas a la convivencia familiar. Para no hablar del caso de su hermano, residente fiscal en Portugal pero con empleo y sueldo en una oficina pública de Extremadura. Hay que decir en honor de Jordi Pujol que él se avino cuando menos a dar explicaciones parlamentarias sobre sus errores y tropiezos en la administración del tesoro público, mientras que el compañero Sánchez no ha contestado ni una sola interrogante al respecto, como si los dineros de su familia fueran exclusivamente una cuestión particular, aunque no desde luego, en su opinión, los del novio de la presidenta madrileña. 

Por si fuera poco, parodiando a la famosa película que en su día protagonizaran Alberto Closas y José Luis López Vázquez, bien podría hablarse de las familias… y uno más. Zapatero a tus zapatos puso cara de pesadumbre en la campaña presidencial vasca lamentando con gesto casi sollozante que incluso se metieran con Begoña, la mujer del presidente. Estamos en un país donde una hermana del jefe del Estado, después de que se expatriara el padre de este, se sentó como acusada en un juicio penal, y el cuñado fue condenado a la cárcel, pero en Moncloa a la señora de la casa no se la toca. Claro que también calla ZP insistentemente sobre el viaje que le organizó a la vicepresidenta de Maduro, los millones que su embajador en Caracas atesoró en una cuenta en Suiza y las sonrisas que siempre ha compartido con el camarada venezolano. 

Confederación y corrupción son dos graves amenazas que se ciernen sobre el desarrollo democrático español. Amenazas imposibles de conjurar con un presidente del Gobierno rehén de los enemigos del Estado y aficionado a las prácticas peronistas de repartir dádivas a los sumisos. La oposición debería de hacer menos ruido y empezar a cascar nueces. Y la sociedad civil catalana aprender de los consejos de Jaume Vicens Vives, maestro de Fontana, que practicó su catalanismo desde el respeto, el diálogo y el consenso como él mismo enseñara en su célebre libro Noticia de Cataluña: «…se ha comprobado con dolor cómo de repente estas dos cualidades [el seny y la ponderación del pueblo catalán] parecen frenadas e incluso invertidas por una mezcla de exasperación y sentimentalismo, la rauxa y el vapuleo. En tales instantes, perdemos el sentido de la continuidad, la visión de la justa proporción de las cosas o la exigencia de nuestra responsabilidad en cuanto que pueblo que lleva un mensaje». Veremos cuál es el mensaje que emana de las próximas elecciones.

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