THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Superar el miedo y defender la Constitución

«Nuestro presidente de Gobierno es un hombre que no cree en la democracia liberal sino en la democracia populista, es decir, cree en él, sólo en él» 

Opinión
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Superar el miedo y defender la Constitución

Ilustración de Alejandra Svriz.

El sábado pasado, a las 11.46 de la mañana, recibí un SMS de una amiga en que me decía: «Siempre te escribo en momentos de angustia. Si te soy sincera, el lunes me temo lo peor, pero lo peor. Un paso más hacia una dictadura postmoderna o algo así. Y estamos cansados y desmovilizados y desconcertados. Me incluyo». Al poco me reunía con unos amigos para tomar un vermut. Uno de ellos, al tratar del tema de estos días, incidió en la misma idea: «Muchos tenemos miedo», dijo. 

Pensé que exageraban: «Dictadura postmoderna, miedo…». Pero no exageraban, acertaban. Pedro Sánchez acaba de decir que sigue y que quiere regenerar nuestra democracia. Quien ha estado cavando con perseverancia durante estos años para destruir la democracia sólo puede regenerarla sepultándola. Me ha entrado miedo, mucho miedo.

Esto no es el 23-F, aquí no hay pistolas, al menos de momento, pero me parece una situación mucho más peligrosa: aquello era una asonada militar propia del siglo XIX, esto es un asalto populista al poder típico de estos tiempos, propio del siglo XXI. Nuestro presidente del Gobierno es un hombre que no cree en la democracia liberal sino en la democracia populista, es decir, cree en él, sólo en él. Y le apoya un partido de aduladores, aprovechados y callados. 

Por el momento, no parece tener el favor del pueblo: las manifestaciones convocadas el sábado y el domingo en Madrid han sido un estrepitoso fracaso. Lo que Sánchez esperaba se ha reducido a apenas nadie, incluso según la Delegación del Gobierno, que ya es decir. Pero nunca se sabe cómo evolucionan las cosas. Uno tiene mucha memoria, ni histórica ni democrática, pero memoria, recuerdos de cosas pasadas, es decir, la memoria de verdad. Pero de momento, en esto el PSOE de Sánchez ha perdido. Ya veremos.

Para mí Sánchez ha sido un hombre peligroso desde el primer día en que pasó de ser un desconocido militante a secretario general del PSOE. Nunca me inspiró confianza, pero tampoco tenía motivos racionales para desconfiar. Estos empezaron en el otoño de 2016 cuando apostó por pactar con Podemos y los nacionalistas pero la mayoría del Comité Federal del PSOE le negó su apoyo.

«Un hombre imprudente y envanecido no soporta la crítica porque carece de principios tolerantes y democráticos»

Ahí fue cuando dimitió -no le echaron, como sostienen muchos- al no aceptar las críticas: un hombre imprudente y envanecido no soporta la crítica porque carece de principios tolerantes y democráticos. Ahí empezó el no es no. Rubalcaba decía con sorna que era el pensamiento más profundo al que había llegado. «No es no, fijaros, ha llegado a esta conclusión, es más sabio que Platón y Aristóteles juntos», sostenía Alfredo de forma irónica e indignada mientras agitaba los brazos.

Creo que fue en este comité federal -o quizás en el siguiente – que intentó esconder las urnas de la votación tras una cortina. Le descubrieron y volvió a empezar el recuento. Un grave error: entonces debió ser expedientado. Ahí se comprobó que además  de todo lo anterior era un tramposo. Después lo ha demostrado sobradamente. Y encima mentiroso. En su alocución de hoy, entre otras mentiras de mucho más grosor, a las 11 de la mañana ha empezado saludando con un «buenas tardes». ¿Cuándo fueron grabadas sus palabras, cuándo estaba previsto hacerlas públicas y por qué se adelantaron o retrasaron? Hasta en los detalles miente.  

Recuperó la secretaría general unos meses después, en mayo de 2017, tras una elecciones primarias. Ahí empezaba su carrera de populista, no sólo de aliado de los populistas: ahí empezaba su ligazón directa con el electorado sin comités federales u otros órganos que se interpusieran en el camino. Y al electorado de aquel momento, los militantes del PSOE que tenían derecho a voto, los designaba él. Un sistema autocrático que El Roto, el único editorialista que queda de El País verdadero, retrataba el sábado pasado de forma magistral: «Propuesta: que los gobernantes elijan a los gobernados». 

Así ha procedido siempre Sánchez: elegir sólo a quienes le aplauden siempre que no cesen de aplaudir. Las patéticas imágenes de la vicepresidenta Montero fundiéndose en abrazos y otros saludos a la puerta de Ferraz con los allí concentrados, es una muestra de esta lamentable democracia de peloteo al amado líder.

«Sánchez no es un demócrata ni cree en el Estado de derecho: es un autócrata populista»

Lo peor de la alocución del lunes por la mañana, la que empezó con un buenas tardes, es la amenaza de Sánchez de que es necesario una regeneración democrática. A mí solo se me ocurre una: que dimita y se vaya. Este podría ser un buen comienzo, el inicio de una transición. 

Porque no estamos en una democracia que funcione como tal: el Gobierno controla al Congreso, al Tribunal Constitucional, a Televisión Española, a la prensa privada que se deja comprar (antes de una semana de su nombramiento tras la moción de censura de 2018, ordenó cesar al director de El País y a su equipo) y a todos los demás órganos de control del Gobierno precisamente para que no le controlen. Una democracia en la que los controladores son designados por aquellos a los que deben controlar. 

Sánchez no es un demócrata ni cree en el Estado de derecho: es un autócrata populista. Y la amenaza de regenerar la democracia da más miedo que otra cosa: quiere decir, simplemente, que pretende instaurar otra democracia, una democracia populista, iliberal, para qué andarnos con rodeos, una autocracia con distinto nombre. 

Algunos amigos venezolanos me decían en octubre pasado: «Vais por el mismo camino que Venezuela con Chávez y Maduro». Los escuchaba, he retenido desde entonces sus inquietantes  palabras, pero no me acababan de convencer. «Al principio -decían-, nosotros tampoco pensábamos que las cosas irían por ahí, pero fuimos ingenuos y nos equivocamos. Ahora todo es muy difícil de revertir». En efecto, Venezuela no es una democracia y así podemos acabar nosotros.

«Miedo sí, pero no pesimismo: tenemos una prensa libre, y este es el gran freno a la autocracia»

Pero no nos puede invadir un total pesimismo, miedo sí, pero no pesimismo, y hay razones para ello. Una primera obviedad: formamos parte de la Unión Europea. Pero, cuidado, ahora hay elecciones y veremos quien obtiene mayoría en el Parlamento Europeo. Segunda: tenemos una prensa libre, y este es el gran freno a la autocracia, por eso las invectivas de nuestro presidente van contra ella: no es obediente. Y algunos medios de comunicación, como sin duda THE OBJECTIVE, además de otros, seguirán informando y opinando con veracidad y libertad. No se dejarán comprar.

Tercera razón para no dejarnos abatir por el pesimismo: los jueces, también señalados por Sánchez como un peligro para su autocracia. Si algo denotan estos días inquietantes es el miedo de Sánchez a que su esposa deba comparecer ante un juez o tribunal. Lo reviste de un sentimentalismo algo cursi pero en realidad el miedo es que sea él quien pueda comparecer. ¿Por qué miedo a la justicia, a la aplicación de las leyes? ¿Algo a esconder? 

La infanta Cristina de Borbón, hija y hermana de reyes, fue procesada. Su marido Iñaki Urdangarín ha pasado casi tres años en la cárcel por el mismo delito del que pueda ser acusada la señora Sánchez, el de tráfico de influencias. Familiares de los Reyes se han comportado como demócratas, como respetuosos con el Estado de derecho. El presidente no y ha montado el número en el que estamos dando la culpa a un juez. El miedo a los jueces es propio de delincuentes.

«Se necesitaría un golpe de Estado para anular al poder judicial, es decir, a cada juez y a cada magistrado»

Pero se necesitaría un auténtico golpe de Estado en toda regla para pretender anular al poder judicial, es decir, a cada juez y a cada magistrado, no confundir con el Consejo del Poder Judicial que es un órganos político. Entonces habríamos terminado con el Estado de derecho, una  dictadura se habrá implantado de nuevo en España, se clausuraría el tiempo mágico que se inició con la Transición. Creo que no es probable pero todo puede pasar, hay que estar atentos y vigilantes.

La Unión Europea, los medios de comunicación, los jueces y tribunales, los ciudadanos, son el valladar que nos infunde confianza a pesar del peligro. Cabe recordar aquella frase del presidente democristiano alemán Richard von Weizsäcker, fallecido hace unos pocos años: «Hitler no llegó al poder porque de pronto hubiera demasiados nazis, sino porque había insuficiente número de demócratas». 

No podemos estar cansados, ni desmovilizados, ni desconcertados. Pero hay que estar preparados y combativos para no caer en la dictadura postmoderna de la que me hablaba mi amiga el sábado. Todos somos iguales ante la ley y ante la justicia. Hay que superar el miedo y defender la Constitución.  

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