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Francesc de Carreras

Fernando Suárez en la Transición

«Su defensa de la Ley para la Reforma política en las Cortes franquistas fue decisiva para que la salida democrática de la dictadura tuviera éxito»

Opinión
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Fernando Suárez en la Transición

El exmininistro Fernando Suárez.

No conocí personalmente a Fernando Suárez hasta hace relativamente poco tiempo, hasta el año 2016 en que ingresé en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de la que él ya formaba parte. A partir de entonces, nuestro contacto ha sido prácticamente semanal, en las sesiones de los martes a segunda hora de la tarde. Con los años, además de ser compañeros, nos hicimos amigos. El pasado lunes falleció en su domicilio de Madrid a los 90 años de edad. No ha sido una sorpresa. La última vez que asistió a una sesión de la Academia fue el 19 de marzo pasado y ya me dijo que el mal se había extendido y no tenía remedio. Me lo dijo con naturalidad, como si hablara de otra persona, sin querer inspirar compasión. Y añadió: «No te preocupes, estoy tranquilo y muy bien preparado para afrontar el trance». Quizás yo no estaba tan preparado, como me pasa con tantos amigos, queda siempre mucho por hablar, tantos recuerdos comunes, tanta necesidad de seguir aprendiendo de los demás. Fernando era noble y sincero, sin prejuicios, razonaba de forma impecable, intelectualmente era inteligente, agudo y culto.

Antes de coincidir en la Academia lo recordaba en tribunales de tesis y de acceso a cátedra, donde se mostraba riguroso con los que se presentaban. También me acordaba de su breve etapa de ministro de Trabajo en el último Gobierno de Franco y, sobre todo, lo tenía muy presente por su papel en la Transición, en concreto por su defensa de la Ley para la Reforma Política en las Cortes Españolas, quizás el momento más complicado para que la salida democrática tuviera éxito. Fue su gran momento político y la clave que permitió desbloquear el proceso de la Transición.

Fernando Suárez nació en León, estudió Derecho en Oviedo y se doctoró en la histórica universidad de Bolonia, donde sólo admiten a los alumnos con los mejores expedientes académicos: son los llamados bolonios. Pronto obtuvo la cátedra de Derecho del Trabajo en Oviedo y después se trasladó a la UNED. En el transcurso de esta vida universitaria desempeñó también diversos cargos más o menos adscritos a los sindicatos en tiempos franquistas y a cuestiones laborales. Su referente en aquellos tiempos fue Licinio de la Fuente, también ministro de Trabajo y quizás el más destacado representante del sector social – es decir, no el tecnocrático que era más liberal – de la última etapa del Régimen. Con la democracia fue diputado y eurodiputado por Alianza Popular, más tarde PP. Pero esta carreras políticas fueron cortas: los intelectuales no suelen encajar en los partidos ni en los cargos públicos.

Suárez era un conservador reformista, en una línea ideológica que provenía de Maura, Dato y Melquíades Álvarez, de quien escribió una biografía. También en su juventud estuvo bajo el influjo de José Antonio Primo de Rivera, que en cierta manera bebía de las mismas fuentes.

Hombre claramente alineado en la derecha social, tras la muerte de Franco vio claro que en España se había terminado una etapa y había que empezar otra nueva y distinta. No renegó del franquismo sino que lo consideró superado. Desde estas posiciones fue un hombre clave del sector azul en la Transición e identificado con las posiciones que sostenía Torcuato Fernández Miranda, su mentor político y antiguo profesor en Oviedo, designado presidente de las Cortes para pilotar la primera parte del proceso de ruptura con el franquismo. Fernando Suárez fue incluido en la reducida ponencia parlamentaria creada para examinar el proyecto de ley para la Reforma Política – elaborado por el ministro de Justicia Landelino Lavilla – y él personalmente se encargó de defenderla ante los procuradores en Cortes. Esta defensa fue memorable y merece que nos detengamos en ella.

«De las Leyes Fundamentales a una Constitución democrática: esto fue la Transición desde el punto de vista jurídico»

Como hemos dicho, el terreno en el que se efectuaba este decisivo lance parlamentario no era fácil ni cómodo. En estas Cortes había un poderoso sector continuista reacio a cualquier cambio político. Quizás su representante más notorio era Blas Piñar, notario de Madrid y fino jurista.

En tal condición, con sólo una primera mirada al breve texto del proyecto, Piñar se dio cuenta que se trataba de una hábil maniobra para liquidar el sistema de las Leyes Fundamentales y acabar con el Régimen. Ello estaba claro: aquella ley sería un puente para dar paso a un sistema democrático y liberal al modo europeo de la época, tal como realmente sucedió meses más tarde. Además, el texto permitía que sin vulnerar formalmente las Leyes Fundamentales, bajo la apariencia de una reforma, se consiguiera la ruptura. Como dijo Torcuato, «de la ley a la ley», en realidad de las Leyes Fundamentales a una Constitución democrática: esto fue la Transición desde el punto de vista jurídico.

Pues bien, Fernando Suárez fue el encargado de que la ruptura tuviera lugar «si quería el pueblo español», respetando formalmente las Leyes Fundamentales del franquismo. Para ello, claro, había que convencer a una gran mayoría de los procuradores en Cortes.

El debate en las Cortes entre Blas Piñar y Fernando Suárez fue de una calidad excepcional. Fernando era un implacable dialéctico y Blas Piñar un astuto jurista. Cada uno tenía sus razones y sus argumentos. Hubo también actores secundarios pero ellos dos fueron claramente los protagonistas.

«Las novedades de la ley que se discutía podían conducir a una destrucción del orden legal de la dictadura»

Para escribir este artículo he leído de nuevo – o quizás por primera vez entero, no me acuerdo bien – este debate y he disfrutado enormemente. Dos poderosas inteligencias frente a frente. Si algún lector tuviera interés en revisarlo y le resultara complicado acceder a las fuentes originarias, está reproducido en el indispensable libro de Ángel Sánchez Navarro, La Transición española en sus documentos, editado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en 1998, pp. 351- 432. Me ha resultado inevitable comparar aquel debate con los actuales: he sentido melancolía y he experimentado nostalgia. ¡Qué le vamos a hacer!

Lo primero que sorprende es que el planteamiento de los contendientes es jurídico y no político, aunque en el fondo los intereses de ambos tuvieran este carácter. Se trataba de responder en términos de Derecho si las Leyes Fundamentales podían reformarse o bien ciertos aspectos, debido a la Ley de Principios Generales del Movimiento, eran preceptos pétreos, irreformables. Los argumentos de ambos eran sólidos y la retórica empleada brillante. Había que convencer a quienes escuchaban atentamente.

Por las razones que fueran, en la contienda ganó por goleada Fernando Suárez: las Leyes Fundamentales eran reformables en su totalidad y las novedades de la ley que se discutía, auténticamente subversivas para el orden legal existente, podían conducir «si quería el pueblo español» a una democracia plena y a una destrucción del orden legal de la dictadura.

Muchos fueron los autores de esta vía rupturista bajo capa de reforma. Unos años antes, de forma premonitoria, el libro de Miguel Herrero de Miñón El principio monárquico, también en parte la influencia del informe de Jorge de Esteban y su equipo de colaboradores. En los últimos meses, bajo el amparo del Rey Juan Carlos y el empuje de Adolfo Suárez, fueron fundamentales la agudeza constitucional de Torcuato Fernández Miranda y la habilidad jurídica de Landelino Lavilla.

«Había que defender la Ley para la Reforma Política en terreno hostil, en unas Cortes Españolas que se resistían al cambio»

Pero había que defender la Ley para la Reforma Política en terreno hostil, en unas Cortes Españolas que se resistían al cambio. Ello corrió a cargo de Fernando Suárez, una persona confiable para muchos debido a su pasado, formidable dialéctico con un poder de convicción poco común que nacía de su poderosa inteligencia y la sagacidad de sus argumentos.

Con la aprobación de esta ley, que se añadió a las otras siete fundamentales, y esta fue una de sus claves para que fuera aceptada. la Transición ya estaba encaminada. Había que salvar obstáculos difíciles pero mucho menores: buena parte de la clase política comprometida con el Régimen se pasó al reformismo y la oposición democrática comprendió que era una gran ocasión para llevar a cabo la ruptura democrática y comenzar un nuevo sistema constitucional. Fernando Suárez fue el gran protagonista aquel momento y por ese mérito ha pasado a la historia. Descanse en paz.

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