Holganza
«Sánchez no podría tener ideología, aunque quisiera. No puede enfrentarse a los comunistas porque están en su Gobierno, ni a los separatistas que lo sostienen»
Casi todos hemos acusado al presidente de carecer de ideología y actuar tan sólo por oportunismo y en beneficio propio. Yo también he cometido esa simpleza. En realidad, Sánchez no podría tener ideología, aunque quisiera. No es capaz de enfrentarse a los comunistas o a los trotskistas porque están en su Gobierno, tampoco puede distinguirse de los nacionalistas porque los separatistas sostienen su sillón, ni negarse a los caprichos de ecologistas, verdes, animalistas o sexistas, porque todos ellos son necesarios para asegurarse en el poder. ¿Qué le queda? Pues tan sólo eso que llama «derechayextremaderecha», pero que jamás define o concreta.
También se ha repetido muchas veces que la única actividad política del sanchismo es la oposición a la oposición, porque son impotentes para cualquier otra iniciativa política. De hecho, carecen de iniciativa y van aceptando todo lo que les exige su propio Gobierno, siempre fuera de la tradición política del socialismo español. Son como una pareja de hermanos siameses en la que siempre manda y se impone el lado izquierdo. El lado derecho acepta todo lo que le ordena el lado izquierdo porque el derecho es la parte del cuerpo doble que controla el culo y decide dónde y cuándo se sienta la pareja. El lado izquierdo sabe que sólo podrá sentarse mientras así lo quiera la parte derecha. Y es muy duro permanecer de pie durante años cuando no tienes culo.
«Los sanchistas no puedan tomar ninguna decisión sin primero asegurar que toda la culpa la tiene la ‘derechayultraderecha’”
Es, por lo tanto, este reparto el que conduce al ridículo de que los sanchistas no puedan tomar ninguna decisión sin primero asegurar que toda la culpa la tiene la «derechayultraderecha». Resulta cómico ver a sus empleados alargando el cuello para gritar más que nadie y sobresalir de entre la hueste de estira levitas tratando de complacer al amo.
El último caso ha sido ese extrañísimo asalto de la policía de Marlaska tratando de incriminar, mediante interrogatorios amenazantes, a un músico al que quieren acusar de pederastia o tráfico de inmigrantes o ambas cosas, o sea, de cualquier cosa. Isabel Ayuso ha calificado la operación de Marlaska como «golpe policial estalinista». Pero, claro, los estalinistas están en el Gobierno de España y tienen incluso carteras ministeriales, de modo que es normal que actúen como si el presidente del Gobierno fuera Stalin.
El más remarcable de los que tratan de dar jabón a Sánchez por todos los medios (hasta el punto de que él mismo le llama «el puto amo», proponiéndose, así, como puto esclavo), es el inútil del Ministerio de Transportes que es incapaz de arreglar absolutamente nada en el caos ferroviario español, pero si alcanza a ordenar a Renfe (empleados de Sánchez) que retiren de inmediato la ayuda que habían concedido a este artista maldito. En otro tiempo el tal Sebastián habría sido el encargado de una checa. Y la habría gestionado con entusiasmo.