THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Aún hay jueces en Prusia

«A pesar de la desfachatez del ministro de Justicia con sus ataques, tenemos que felicitarnos porque hay un juez en España capaz de plantar cara al autócrata»

Opinión
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Aún hay jueces en Prusia

Ilustración de Alejandra Svriz.

La anécdota es conocida y se ha contado muchas veces: Federico el Grande, que fue Rey de Prusia durante casi 50 años en el siglo XVIII, se encaprichó con las tierras de un modesto campesino para ampliar así los jardines de uno de sus palacios. El campesino no quería vendérselas y el Rey le amenazó con usar la fuerza, a lo que aquel humilde súbdito contestó: «Majestad, aún hay jueces en Prusia». Y así paró los pies al gran Federico.

Aquel Rey ha pasado a la Historia como uno de los representantes más destacados del despotismo ilustrado porque era, sin duda, ilustrado, pero, ante todo, era despotismo, es decir, que el monarca disfrutaba de un poder casi ilimitado. Y digo casi, porque, como se ve en este caso, había jueces en Prusia, es decir, había una Ley que estaba por encima de todos, incluso de un monarca absoluto.

En España estamos viviendo una situación en la que Sánchez y sus fieles están actuando con mayor despotismo, y desde luego mucho menos ilustrado, que un monarca absoluto del siglo XVIII. No hace falta que especifique que me refiero a todo lo que tiene que ver con las actuaciones del juez instructor en relación con la mujer del «puto amo» (Óscar Puente dixit), Begoña Gómez.

No voy a entrar en los detalles de las acusaciones que pesan sobre ella y, mucho menos, a juzgar sus actuaciones más o menos empresariales o académicas. Eso es tarea de los jueces. Pero sí que me parecen absolutamente reprobables las declaraciones que, saliendo en tromba, los dirigentes socialistas no paran de hacer criticando sin el menor reparo ni complejo al juez instructor, al que le acusan, entre otras cosas, de estar al servicio del PP o de buscar proyección pública o de carecer de ética y de estética o de ser un tipo grotesco.

Ya esas declaraciones en boca de altos cargos socialistas, como Patxi López o Margarita Robles, creo que se descalifican por sí solas, porque respetar la independencia de los jueces es el punto primero de un Estado de derecho.

«Tanta violencia verbal contra el juez Peinado puede ser interpretada como una forma de amedrentarle»

Pero lo que me parece absolutamente inaceptable es que esas críticas salgan de la boca del ministro de Justicia. Que el Ministro de Justicia sea capaz de afirmar hace dos días, sin que le dé vergüenza, que el juez Peinado está llevando a cabo «una persecución cruel e inhumana» contra Begoña Gómez, rebasa todos los límites de la decencia. ¿Cómo el ministro de Justicia puede criticar así las actuaciones de un juez? Claro que hace 15 días llegó a decir que ese Juez estaba sometiendo a Begoña Gómez a «una gravísima indefensión», para añadir que el juez estaba prevaricando.

Todo esto es insólito. Aparte de que, aunque ya he dicho que no voy a entrar a juzgar las actuaciones y los comportamientos de la investigada, tanta violencia verbal contra el juez puede ser interpretada como una forma de amedrentarle, precisamente porque, quizás, esas actuaciones y comportamientos no han sido tan limpios como dicen esos aguerridos altos cargos socialistas cuando la defienden cumpliendo órdenes.

Porque, si todo lo ha hecho dentro de la legalidad, ¿qué problema hay para contarlo todo de forma clara y directa, demostrando que no hay nada? Algo que podrían haber hecho la investigada y su marido desde el minuto uno en que saltó la primera acusación y así habrían acallado para siempre los rumores. ¿Por qué no lo hicieron? Eso es lo que deberían explicar los interesados y sus fieles lugartenientes, porque sólo criticando, hasta bordear el insulto, al juez, no hacen más que acrecentar las sospechas de que ahí hay gato encerrado.

Pero este asunto está dejando ver con bastante claridad hasta dónde llegan las pretensiones y los objetivos políticos de Sánchez. Y cuando digo Sánchez quiero decir eso, Sánchez, porque, después de más de seis años de gobiernos con él de presidente, es muy evidente que sus pretensiones y objetivos son estrictamente personales y que utiliza el aparato del PSOE para satisfacerlos.

«A Sánchez le estorban los contrapesos del Estado de derecho»

Pues bien, también en este caso acabamos llegando a la misma conclusión: a Sánchez le estorban los contrapesos que un Estado de derecho siempre crea, cuida y conserva, para evitar que, a través de la democracia se llegue a la dictadura. No está de más recordar que el primero que fue capaz de pasar de la democracia de la República de Weimar a su dictadura criminal fue Hitler. Lo hizo pasando de la ley a la ley.

Que le molestan esos contrapesos es evidente, por eso no ha parado de asaltar todas las Instituciones que ha podido para instrumentalizarlas a su gusto y servicio. El catálogo de estas Instituciones asaltadas es inabarcable: la Fiscalía, el CIS, RTV espantosa, el INE, la CNMV, el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional… Por no hablar del mayor y mejor contrapeso que existe desde Montesquieu: la separación de poderes.

Ya en la Legislatura anterior acabó con la separación entre el Legislativo y el Ejecutivo, convirtiendo, a base de más de 200 decretos-leyes, el Parlamento en una especie de asamblea para aplaudirle.

Ahora está moviéndose para acabar con la independencia del Poder Judicial. Por dos razones. Una inmediata, porque su mujer está investigada por un juez. Y otra de largo alcance, porque con un Poder Judicial independiente es imposible llegar a Venezuela, que es el objetivo último y, si no, que se lo pregunten a Zapatero.

Así que, a pesar de la desfachatez del ministro de Justicia con sus ataques y exabruptos, tenemos que felicitarnos porque, al menos hasta hoy, hay un juez en España, capaz de plantar cara al autócrata, como en el siglo XVIII se la plantaban los jueces nada menos que a Federico el Grande. Con una diferencia no menor: aquel Rey de Prusia ejercía el despotismo, pero ha pasado a la Historia también por ser inmensamente culto e ilustrado.

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