THE OBJECTIVE
Fernando Savater

Rescate democrático

«Maduro se ve obligado a urdir unas elecciones para contentar a medias al resto de países americanos»

Opinión
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Rescate democrático

Líderes internacionales. | Ilustración de Alejandra Svriz

He estado en varias ocasiones en Venezuela, he dado clases en la Universidad Central, he asistido a congresos literarios, tengo el doctorado honoris causa de la Universidad de Carabobo, he visitado Maracaibo, Canaima y Araya en la mejor compañía, me honro con la amistad de varios de sus intelectuales y escritores (entre ellos, destacadamente, el gran poeta Rafael Cadenas), incluso he entregado el premio del clásico Simón Bolívar en el hipódromo de Caracas. Como en otros países de Hispanoámerica, he saboreado la hospitalidad que sin hipérbole podemos llamar fraternal de aquellos ciudadanos tan próximos en tantas cosas, a pesar de las muchas leguas marinas que nos separan de ellos. Hoy me doy cuenta de que están más próximos y se nos parecen más de lo que yo creía las primeras veces que estuve allí

En noviembre de 1998, invitado a instancias del Contralor general por mediación de mi querido Joaquín Marta Sosa, di un ciclo de conferencias sobre democracia y ciudadanía. El Contralor y muchos de mis amigos venezolanos estaban inquietos por la proximidad de las elecciones en diciembre de ese año, a las que se presentaba el populista Hugo Chávez, que ya tenía en su haber un intento de golpe militar del que salió mejor librado de lo que hubiera sido aconsejable. Mis amables anfitriones esperaban que mis razonables y cívicas arengas favoreciesen en las urnas a la opción más democrática y moderada de las que se ofrecían al votante. Tuve tanto éxito en mi contribución a la filosofía política caraqueña que a poco más de un mes de mi regreso a España, Hugo Chávez venció de modo abrumador y ocupó la presidencia del país, puesto en el que de un modo u otro se perpetuó hasta su muerte… y como hemos visto más allá. 

«La victoria de la oposición venezolana será el rescate democrático de un bello país que merece mejor suerte»

Al comienzo de su mandato, Chávez despertó recelos por su pasado golpista y sus métodos expeditivos, pero bastantes que no habían votado por él confiaron en que quizá acabase con la corrupción incrustada desde hace mucho tiempo en la casta gobernante venezolana. Pero no tardó mucho en revelarse que el nuevo régimen solo sustituía una corrupción por otra, a lo que añadía un personalismo declamatorio y demagógico de clara escuela castrista. Por supuesto, todo adobado por una notoria incompetencia económica -típica del socialismo en cualquier latitud- que poco a poco destruía la riqueza del país basada en su envidiable abundancia petrolífera, pero sin mejorar la condición de las clases bajas más que de forma superficial y aleatoria. Y así continuó el régimen durante la vida del comandante. Algunos amigos biempensantes que al comienzo me decían que Chávez era decente «pero el malo es el gachupín, ese que tiene al lado», refiriéndose por lo que creo a Monedero o algún otro de su piara, fueron poco a poco dándose cuenta de que el consejero y el aconsejado eran igual de malos. Es curioso que también durante el franquismo se oía decir a gente pacata y beata lo de «Franco es bueno, pero los que le rodean… ¡si él supiera lo que hacen!»

Murió por fin Chávez en olor de santidad para los suyos (Monedero hablaba de un Orimoco que le corría por la nariz en pleno luto) y llegó Maduro, su imitación en pladur. La gente huía a centenares de miles del país tiranizado, la mafia de la droga era la única industria pujante de la nación arruinada, la sola producción que aumentaba era la de presos políticos y ya ningún chavista pretendía respetar las apariencias democráticas. Y así seguimos, pero peor. Hasta tal punto que Maduro se ve ahora obligado a urdir unas elecciones para contentar a medias al resto de países americanos, cada vez más descontentos por una posible invasión de exilados de Venezuela y una base cada vez más reforzada del narcotráfico. Por supuesto el gorilón intentará todo tipo de fraudes y pucherazos para evitar lo que en circunstancias normales debe darse inevitablemente: una victoria sin paliativos de la oposición, encabezada de facto por una mujer admirable -Maria Corina Machado- cuyo coraje y lucidez política le reconcilian a uno con el feminismo por muchas Yolandas y Belarras que nos agobien. La victoria de la oposición venezolana será el rescate democrático de un bello país que merece mejor suerte.

Los españoles, además, podemos sacar una lección política de este caso. Miren ustedes la imagen: Monedero saltando de gozo como palafrenero de Maduro y Zapatero como su acólito bien retribuido. Lean los nombres de los españoles que apoyan a los que desde hace ya décadas tiranizan y abusan de los venezolanos y les amenazan con un «baño de sangre» si se atreven a votar libremente contra el chavismo. Menudos canallas. Por otro lado, ahí está la delegación de peperos a los que se les expulsa nada más llegar al aeropuerto de Caracas, para que no sean testigos de los fraudes electorales que preparan Maduro y cía. Vergüenza ajena da después de esto oír a nuestros cretinos de guardia repetir que «hay que frenar a la ultraderecha». Cuando lleguen (¡ojalá sea pronto!) las próximas elecciones en España, no olvidemos al votar lo que ocurrió en las de Venezuela.

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