THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

La lógica del absurdo

«Si conjugamos las aventuras privadas con su política de Estado, existe base para pensar que Pedro Sánchez está construyendo una esfera propia de privilegio»

Opinión
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La lógica del absurdo

Ilustración de Alejandra Svriz.

«El hombre invisible existe: yo lo he visto». Millones de españoles han podido ser testigos de tan extraordinario fenómeno en la mañana del 8 de agosto de 2024. Un personaje político conocido de todos, justificadamente perseguido por la justicia, ha salido de la nada para pasearse por el centro histórico de Barcelona, dar un mitin en un escenario ya preparado, llenarse la boca y el corazón al terminar con un sublime viva a esa Catalunya lliure que no puede serlo oprimida por el Estat espanyol y al final sumirse de nuevo en un vacío que le devolvió su invisibilidad. Los efectivos de la policía catalana allí desplegados, sin duda atentos a cumplir con el doloroso deber de detenerle, los agentes secretos de la policía estatal que les acompañaban para complementar su  labor, nada pudieron hacer y el expresidente se esfumó.

Fue organizada como respuesta, nada menos que una ‘operación jaula’, así etiquetada en español, para que resultase claro dónde reside el origen de la persecución de los patriotas catalanes. Pero nada puede una jaula contra los poderes mágicos de quien sin duda ha adquirido en tierras francesas o belgas la condición del duende maléfico, inspirado en la figura del  loup-garou, el licántropo capaz de atravesar los muros sin dejar rastro.

Todo esto resulta tan absurdo como aparentemente estúpido, pero no lo es. Puigdemont necesitaba aparecerse y soltar su discurso en Barcelona esa mañana, sin una incómoda detención; los suyos, incluido el presidente del Parlamento catalán, mostrar públicamente su apoyo inquebrantable y el del verdadero independentismo, con el habitual desprecio respecto de la legislación vigente, y cerrando el círculo, la trama del poder socialista, al modo del bravucón que pide ser agarrado en una pelea, exhibir un aparente cumplimiento de las leyes con un evidente deseo de que no fueran cumplidas. Así, tenemos a Salvador Illa president, con unas gotas de suspense -la solicitud de Junts de suspender la sesión- que confiere veracidad a la farsa, y todos satisfechos. Y como en casos anteriores, la máscara ha ocultado eficazmente la dura realidad, con las aventuras houdinescas del hombre de Waterloo ocupando el lugar del debate sobre el precio pagado para elegir a Illa, igual que cuando los sufrimientos de Griñán taparon la condena en el Supremo de los ERE.

El único inconveniente de este espectáculo reside en que el cumplimiento de los objetivos convergentes de Sánchez y del independentismo catalán ha representado un golpe más, dado a la vigencia del Estado de derecho, y por lo mismo, a la credibilidad de la democracia y del Estat espanyol. Puigdemont se ha burlado de España, de la España de Pedro Sánchez que por desgracia es la de todos. ¡Bravo!

Solo que involuntariamente también se ha burlado de sí mismo, al renunciar al desafío de estar presente en la investidura de Illa. Estuvo en la sesión, pero solo en calidad de fantasma que se escapa arrastrando las cadenas. Se hace así merecedor del tratamiento irónico de que hizo objeto el cantautor catalán Quico Pi de la Serra en los años 70 a un personaje en su famoso juego de palabras sobre la policía que estaba al servicio de los ciudadanos. Un texto perfectamente aplicable al reciente suceso: «En Puigdemont que passava por allí/ la policía gentilment lo protegí/ i no sabeu potser vosaltres perqué ho fi?/ l’expresident solo volia fugir!». Al expresidente le protegió gentilmente su policía, y lo hizo porque nuestro viajero solo pretendía huir. Solo huir. No arriesgarse a ir al Parlament y ser detenido. Solo huir.

«La vía épica de la independencia catalana ha terminado en un ridículo comparable al de sus perseguidores y cómplices»

La mejor prueba de que no es un hombre del temple de sus antepasados políticos, Macià, Companys, Tarradellas. Su talante responde al de otro personaje de la canción catalana, esta vez al de la gallina de Lluis Llach que proclamaba no ser virgen. Puigdemont también ha sido rotundo, confirmando lo que sospechábamos desde octubre de 2017: que jo d’heroi no en tinc res! De héroe nada. La vía épica de la independencia catalana ha terminado en un ridículo comparable al de sus perseguidores y cómplices. Solo queda la nada irrelevante de la chapuza y el engaño, con Illa de mascarón de proa, y Aragonès y Sánchez en calidad de artífices.

A pesar de todo, ha sido un éxito. Un episodio significativo más en que la fabricación consciente del absurdo por Pedro Sánchez lleva dentro la obtención de resultados inalcanzables siguiendo lo que Bossuet llamó «la secuencia regulada de los acontecimientos», el curso legal de las cosas. Y para que el procedimiento funcione, siguiendo un flujo circular ya consolidado, solo faltan dos condiciones. Primero, la utilización alegal de los recursos del Estado para conferir una capa de legalidad a ese absurdo que ofrece el aspecto de ser todo lo contrario. Segundo y último, el recurso a la actuación punitiva para vencer toda resistencia que invoque el mencionado funcionamiento legal de las instituciones y de los procedimientos.

Vistos por un espectador que desde fuera ignorase el desarrollo de los sucesivos episodios, el desarrollo de los mismos resultaría inexplicable, incluso fruto de la imaginación de quien los relata. A partir del inaugural, la autorización de un 8-M masivo en plena explosión del covid, su encubrimiento posterior manipulando a fondo la comunicación, y presionando primero y persiguiendo después a quienes trataban de investigar lo ocurrido. Una dinámica similar, aunque más elaborada desde el vértice del Gobierno, será aplicada a los dos más próximos, por encima de su diferente naturaleza: la aprobación de la ley de amnistía y la puesta en marcha de investigación judicial sobe el entorno del presidente.

A pesar de sus mayores dimensiones, el tema de la amnistía es de una sencillez asombrosa. Pensemos que según la nueva norma, dejó de existir un proceso consumado de secesión en Cataluña, exculpando a todos sus responsables, mientras pasan a ser inculpados potenciales todos aquellos que desde su posición, jueces y periodistas, pretendan mantenerse fieles a la verdad y a la enorme gravedad de lo ocurrido. 

«El tinglado familiar tal vez permita conocer mejor los intereses que actúan sobre Sánchez a la hora de adoptar decisiones»

El tinglado familiar es de menor entidad, pero si algún día se aclara, tal vez permita conocer mejor cuáles son los resortes, los sistemas de intereses, que intervienen sobre Pedro Sánchez a la hora de adoptar decisiones. Podrían ser entonces formuladas hipótesis acerca de cuestiones mayores, tales como Marruecos o Venezuela, sobre las cuales tantos puntos de su política resultan sencillamente inexplicables, de no encontrarse motivados.

Por ahora, los elementos de un relato solo superficial, ofrecen ya suficiente materia para la literatura del absurdo. Una trayectoria académica de ascenso en flecha, carente en principio de los mínimos requisitos de titulación que en cambio son puntualmente exigidos en la mayoría de los casos, y que además enlaza luego con redes de intereses económicos, todo ello en contacto con Palacio. Frente a la sorpresa, y la lógica desconfianza que semejante vuelo del hada pudo suscitar en instancias judiciales, aplicación de la receta conocida: nada existe y quien algo vea ha de ser cegado.

No menos ilógica es la circunstancia de quien salta por encima de las fronteras a la hora de vivir, tributar y al parecer trabajar en otro Estado, con buenos rendimientos obtenidos de tal laberinto profesional y económico. Veremos que pasa con la jueza.

Si conjugamos al desarrollo de estas aventuras privadas con las aparentemente alejadas de su política de Estado, existe base para pensar que Pedro Sánchez está construyendo una esfera propia de privilegio, absurda en su configuración externa, pero afincada sobre un entramado de intereses muy sólido, cuyo eje es la afirmación paso a paso, golpe a golpe de su poder.

«Atemos bien a jueces y medios para que siga imperando el absurdo y seguir vaciando de contenido la democracia»

La única condición para que semejante construcción siga consolidándose, es que se haga visible el contraste reiterado entre esos intereses individuales, políticos y económicos suyos, y el interés colectivo. Por eso Cataluña es hoy el principal banco de prueba. Y que siendo visible, sus posibles infracciones respecto del orden legal, desde la Constitución al derecho penal, sometido como está hoy el Tribunal Constitucional.

De ahí que el Plan de Regeneración previsto resulte una exigencia imprescindible para salvar los obstáculos aún hoy demasiado activos. Atemos bien a jueces y medios para que siga imperando el absurdo puesto a nuestro servicio, para seguir vaciando de contenido la democracia y que no decaiga nuestra fiesta, a la cual Carles Puigdemont acaba de contribuir poniendo una nota de misterio… policial.

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