Escrivá: ni político ni técnico ni mujer
«Lo importante no son los puestos que se han desempeñado, sino qué se ha hecho en ellos. Es preferible no haber hecho nada que ocasionar numerosos desastres»
No es ningún secreto que desde 2018, en su marcha de autócrata, uno de los principales objetivos de Sánchez ha sido la colonización de las instituciones, sin cuidarse de los medios. Lo más grave es lo del Tribunal Constitucional, que va a tener un alto coste democrático. Ahora le ha tocado al Banco de España (BE). En esta ocasión al sanchismo, en contraste con el argumento dado respecto a la presidencia del CGPJ, no le ha importado que el designado no fuese mujer (tampoco una mujer ha ocupado nunca el puesto de gobernador en el BE), y eso que la subgobernadora actual, nombrada incluso en su momento por el PSOE, contaba, parece ser, con un apoyo bastante generalizado. Sánchez ha preferido droga dura, y desde luego Escrivá lo es.
Todas las críticas que se han producido, y han sido muchas, lo han hecho aludiendo a su carácter político, al hecho de que pase sin nexo continuidad de ministro a gobernador del BE. No sé de qué se extrañan. Esa es la constante del sanchismo. Lo más sorprendente, sin embargo, es que nadie ponga en duda el carácter técnico del nuevo gobernador.
Pocos ministros -y mira que el nivel ha sido bajo- han dado tantas muestras de incompetencia como el futuro gobernador del Banco de España. Los currículos lo aguantan todo. Pasar como culo de mal asiento por muchos destinos con materias dispares sin permanecer en ninguno de ellos -y tal vez sin enterarse demasiado de los asuntos- sirve para el currículo, pero no proporciona conocimientos ni experiencia. Lo importante no son los puestos que se han desempeñado, sino qué se ha hecho en ellos. Incluso es preferible no haber hecho nada y pasar desapercibido, como muchos ministros, que ocasionar numerosos desastres. No hay cosa más peligrosa que un incompetente con iniciativa.
Parece ser que, tras la moción de censura, a la hora de formar Gobierno, momento en el que Sánchez no tenía casi a nadie, Escrivá se ofreció como ministro para implantar la renta mínima de inserción (figura que el PSOE había pactado con Podemos) y la reforma de las pensiones. Se basaba en algunos informillos que había hecho en la AIReF. El resultado en ambos casos ha sido funesto, por no hablar del tema de la inmigración. A menudo nos olvidamos de que esta última competencia era también propia del Ministerio de Escrivá. No somos conscientes de ello porque no ha puesto demasiado interés en el asunto, excepto, como siempre, embarrar. Gran parte de los problemas que en estos momentos padecemos en esta materia tiene su causa en los años anteriores. De aquellos polvos, estos lodos.
«El ministro se ha limitado a lanzar y a implementar ocurrencias que no conducen a nada, pero que han cabreado a todo el mundo»
A la salida de EEUU de Afganistán, con Escrivá como ministro del ramo fue el artífice de la instalación de un campamento en Torrejón de Ardoz, como centro estratégico de operaciones, para atraer a los refugiados de toda Europa y distribuirlos más tarde por los distintos países miembros. Todo para que Sánchez lo vendiese en una representación a su estilo, triunfalista, de ópera bufa, acompañado de distintas autoridades europeas. Lo cómico del tema es que ya entonces se calculaba que los refugiados que como mínimo había que sacar de Afganistán eran 100.000 y la capacidad del campamento, de ochocientas personas.
Quizás el mayor desastre cometido por el próximo gobernador ha consistido en la forma en que diseñó y ha implantado el ingreso mínimo vital. Nada más hacerse pública la prestación, la critiqué severamente (septiembre del 2020) en republica.com, diario en el que escribía entonces. Se ha construido desde la pura teoría, con total ignorancia de la Administración que tenía que aplicarlo y del colectivo al que iba dirigido. Bastaba leer el decreto ley, o descargarse el impreso de solicitud, para percatarse de la complejidad de la figura que se había diseñado y de lo alejada que estaba de la capacidad de aquellos que tenían que solicitar la ayuda, las personas en riesgo de exclusión.
La nueva prestación se ha configurado como una especie de impuesto negativo sobre la renta, figura que, desde que Friedman la propuso (como se ve, tiene un origen muy progresista), ha hecho correr ríos de tinta y llenado muchos folios en las universidades, en los institutos de estudios, en las revistas especializadas e incluso en algún periódico; pero, más allá de eso, ningún país se ha atrevido a aplicarla debido a su complejidad y difícil control.
La ayuda viene fijada por la diferencia entre la renta garantizada por la ley y los ingresos obtenidos por el beneficiario o beneficiarios en el año anterior. De aquí la obligación que se impone a los perceptores de la prestación de que tengan que presentar anualmente la declaración del impuesto sobre la renta. Carga burocrática para este colectivo, que se supone que en su gran mayoría no está acostumbrado a ello. Como si no fuese suficiente complicación la configuración de esta figura como un impuesto negativo sobre la renta, se mete en danza el patrimonio de los beneficiarios. La casuística es interminable y se incrementa de forma sustancial al introducir el concepto de unidad de convivientes, mucho más amplio que el de familia, y por lo tanto con más supuestos.
El efecto más perverso de este diseño es que, al estar referida la ayuda al impuesto sobre la renta, (y al ser deducible de la misma cualquier otro ingreso que el beneficiario haya obtenido) la comprobación se efectúa por lo menos año y medio después, y con este desfase (sino es mayor) se les requiere a los perceptores, muchos de ellos en situaciones económicas de extrema pobreza que reintegren las cantidades abonadas de más. La situación es patética, hasta el extremo de que anda el Defensor del Pueblo enzarzado en una cruzada para ver cómo se puede resolver el entuerto.
Lo más cómico de todo este proceso es que Escrivá comenzó su tarea refiriéndose a cómo los organismos internacionales señalaban la necesidad de abordarlo, pero lo que estos criticaban fundamentalmente es que hubiese una disparidad tan grande en las ayudas que con esta finalidad concedían las diferentes comunidades autónomas. La homogenización no se ha llevado a cabo. Lejos de ello, las ayudas subsisten y se las ha hecho compatibles con la del Estado. Es más, esta última se ha troceado para transferir la parte correspondiente a vascos y catalanes. Todo sea por el apoyo de los independentistas.
Los desastres en la gestión y en los resultados de la prestación se han hecho patentes durante todos estos años. La prensa ha venido dando buena cuenta de ellos. Y la propia AIReF en varias ocasiones ha informado de los desaguisados que se estaban produciendo.
En cuanto a la reforma de las pensiones de Escrivá, lo mejor que se puede decir es que la ha dejado inédita, porque jamás la ha situado en sus justos términos, y porque es un tema que trasciende a las ideas peregrinas de un ministro. Para plantear correctamente el problema de las pensiones hay que remontarse más allá de 1995 (Pacto de Toledo) y considerar que Estado y Seguridad Social constituyen una unidad y que esta última institución, tenga el contenido que tenga, no puede financiarse exclusivamente con cotizaciones sociales, sino con todos los ingresos del Estado, entre los que las cuotas a la Seguridad Social no son precisamente los más progresivos.
La cuestión a plantearse no es la solidez y solvencia de la Seguridad Social, sino la solidez y solvencia del Estado. La viabilidad del sistema público de pensiones no constituye un problema distinto del de la viabilidad del sistema sanitario, del educativo, del seguro de desempleo o del de la dependencia. Incluso, el problema es idéntico al del mantenimiento de la obra pública, del transporte público, de la justicia, del orden público, de la defensa y de todo el resto de funciones del sector público.
El reto del pago futuro de las pensiones no puede resolverse con teorías más o menos ingeniosas, tendentes a hacerse trampas y recluido en el ámbito reducido de un ministerio. Remite a un desafío mucho más general, el de la financiación del Estado social en su conjunto y, por lo tanto, a la suficiencia y progresividad de la totalidad del sistema fiscal. Pero es precisamente a esta cuestión a la que no quiere enfrentarse ningún partido. Tampoco depende fundamentalmente -dígase lo que se diga- de la evolución demográfica, sino de la productividad y de los incrementos de la renta per cápita.
El ministro se ha limitado a lanzar y a implementar ocurrencias que no conducen a nada, pero que han cabreado a todo el mundo. Entre ellas cabe destacar por lo pintoresco e irrealizable la idea de constituir un gigantesco fondo de pensiones de promoción pública y de gestión privada cuyo objetivo es conseguir -ahí es nada- que los fondos de pensiones de empleo se extiendan por lo menos a la mitad de la población ocupada. Escrivá debe ignorar, por lo visto, que, según las encuestas, el 60% de la población española carece de capacidad de ahorrar (no llega a final de mes) y otro 30%, si lo hace, es en una cuantía mínima, con la única intención de poder hacer frente a los imprevistos que pudieran surgir y sin que sirva, desde luego, como aportación significativa a un plan de pensiones.
«Colaboró con la ministra de Trabajo en distorsionar el número de parados, primero con los ERTE y más tarde con los fijos discontinuos. Entre unas cosas y otras, en este momento es difícil saber cuál es la situación verdadera del mercado laboral»
Es imposible en un artículo hacer referencia a todos los errores, despropósitos y torpezas cometidas en estas materias por el exministro. Los he tratado más ampliamente, entre otros temas, en mi último libro, Tierra quemada. Lo digo por si alguien, cosa no demasiado probable, quiere conocerlos con más detalle.
Tampoco en estos años el exministro ha sido un ejemplo de transparencia. Con tal de dar gusto a su señorito, no ha tenido ningún inconveniente en ofrecer una visión triunfalista de la marcha de la economía, echando las campanas al vuelo con el empleo, confundiendo afiliados con afiliación y ocultando que el dato importante eran las horas trabajadas y que su evolución era mucho más negativa. Colaboró con la ministra de Trabajo en distorsionar el número de parados, primero con los ERTE y más tarde con los fijos discontinuos. Entre unas cosas y otras, en este momento es difícil saber cuál es la situación verdadera del mercado laboral.
Por otra parte, la gestión en las oficinas de la Seguridad Social ha sido un fabuloso caos, y ha constituido un problema mayúsculo para todo aquel que tuviese que dar de alta su pensión, ante la imposibilidad de conseguir una cita previa. El carnaval llegó al extremo de formarse en internet un mercado de este codiciado trámite. El hecho de que, según parece, a lo largo de estos años tuviese cuatro subsecretarios, y que todos dimitiesen, dice mucho del desaguisado en la gestión y del talante y la capacidad de dirección del ministro. Compadezco al futuro subgobernador o subgobernadora del Banco de España.
El exministro pasó por la AIReF y por el Banco de España sin pena ni gloria, aunque, de acuerdo con lo que afirman los testigos, con más pena que gloria; y en cuanto a los organismos internacionales, ya se sabe que en ellos todo es posible y todo cabe sin causar demasiada extrañeza. El mejor economista de España, según Sánchez, no ha sido prodigo ni en publicaciones, ni en actividades docentes. No parece que haya escrito un solo libro.
En estos momentos la política monetaria no está en manos del Banco de España, sino del Banco Central Europeo. Es un descanso. Pero el antiguo instituto emisor mantiene su servicio de estudios y su capacidad normativa e inspectora sobre las entidades financieras. En cuanto al primero, a partir de ahora los informes pueden decir cualquier cosa, y en cuanto a la segunda, aun cuando está limitada por las funciones de la Unión Europea, no puede por menos que percibirse como un auténtico peligro. Que se prepare la banca…
¿Político? Quizás sea eso lo que menos me preocupa. Discrepo de la mayoría. En la AIReF, el ahora gobernador iba por todas partes afirmando que era independiente, pero su teórica independencia se terminó cuanto le nombraron ministro, haciéndose dependiente de golpistas, filoetarras, etc., que eran los que sostenían al Gobierno. ¿Qué ocurrirá ahora? Vayan ustedes a saber. Quizás Sánchez se haya dado un tiro en el pie. Presumo que Escrivá solo es de Escrivá. En cualquier caso, de lo que no hay duda es de que el nuevo gobernador nos va ofrecer jornadas gloriosas, incluso, si el asunto no fuese tan grave, divertidas.