THE OBJECTIVE
Manuel Arias Maldonado

'Mr. Handsome' contra los bulos

«Cuando el mayor diseminador de mentiras denuncia que la democracia está ‘asediada’ por la desinformación, no hace sino presionar a los medios críticos»

Opinión
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‘Mr. Handsome’ contra los bulos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ya es mala suerte que el anuncio del Plan de Acción por la Democracia presentado ayer por el gobierno de coalición —una coalición en minoría que en esta legislatura apenas ha aprobado en Cortes la ley de amnistía que hizo posible la formación de ese mismo gobierno— haya coincidido con la noticia de que una empleada de Ferraz esté dedicándose, de un tiempo a esta parte, a buscar información comprometedora sobre jueces y periodistas que se toman en serio su trabajo.

Recordemos que este último consiste en fiscalizar la acción del poder público, que no está exento de cumplir la ley, sino todo lo contrario; por añadidura, nuestros gobernantes tienen la obligación de perseguir los intereses generales de la nación atendiendo a criterios racionales y equitativos. Aunque ya entiendo que es fácil olvidarlo cuando quienes nos gobiernan hacen justamente lo contrario; que tantos votantes aplaudan ante semejante desviación de poder, convencidos de que todo vale con tal de que no gobiernen los malos, hace que la situación sea más inquietante que escandalosa.

Así que es natural que el comentarista pueda sentirse desanimado a estas alturas: el discurso político de Pedro Sánchez y su partido se encuentra tan disociado de la realidad objetiva —aquella que dibujan los actos de Pedro Sánchez y su partido— que no puede ni siquiera empezarse a hablar en serio sobre unas propuestas que no persiguen el fin que se declara. Más bien se trata de lo contrario: cuando el mayor diseminador de mentiras políticas que hemos conocido se dedica a denunciar que la democracia se encuentra «asediada» por los bulos y la desinformación, no hace otra cosa que presionar a los medios críticos con la intención de que su relato pase a convertirse en la verdad oficial a la que todos debemos plegarnos.

El resultado es que el lenguaje del buen gobierno se emplea perversamente para reforzar la praxis del mal gobierno. En el peor de los casos, dado que su partido perdió las últimas elecciones y él no podrá cerrar periódicos como si tal cosa, sus insinuaciones servirán para cementar una base electoral que solo necesita migajas argumentales —no importa si estas contravienen las verdades factuales más elementales— para reiterar su apoyo al líder socialista.

«El problema es que hay todo un partido político centenario dispuesto a acompañarle en su camino hacia el iliberalismo autocrático»

En última instancia, el problema no es que haya un Pedro Sánchez: el problema es que hay todo un partido político centenario dispuesto a acompañarle en su camino hacia el iliberalismo autocrático y una masa de ciudadanos que lo hacen posible con su voto y su apoyo en las encuestas. Muchos de ellos, inocentes a su manera, solo se adhieren a las siglas a las que siempre se han adherido; otros, más inteligentes o avisados, saben lo que hacen. Y aun los hay que, haciendo uso de su voz pública, dan legitimidad intelectual a este proceso de degeneración institucional y política; puede ser incluso que, sentimentales en un sentido muy preciso, también ellos crean lo que dice el Gobierno. Muchos se adhieren así de manera implícita al lema oficioso del militante: lo que haga falta, pase lo que pase.

De manera que ahora pasaremos unos días discutiendo los detalles del famoso plan de regeneración, aunque realmente ha llegado el momento de preguntarse si merece la pena hacerlo; si tiene sentido entrar a debatir sobre el tenor literal de lo que dice un señor que lleva seis años mintiendo: uno que está dispuesto a empobrecer a media España con tal que ganarse el apoyo de los partidos separatistas y cuyo partido busca trapos sucios de jueces y periodistas. Tal vez deberíamos limitarnos a recordar estos hechos elementales, sin contribuir a la farsa que crea un discurso hipócrita y mendaz destinado a confundir al público democrático.

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