El informe Draghi y el interés de España
«Las propuestas del informe Draghi interesan a España, pero se encontrarán de frente con los países más ricos de la Unión»
Cuando me disponía a enfrentarme con el informe Draghi, que suma 400 páginas, me acordé de la suerte que corrieron los dos científicos de La Nube Negra (1957), la famosa novela del astrónomo inglés Fred Hoyle, y temí por mi vida. En la novela, la Tierra se enfrenta a una nube de gas cósmico, que resulta ser un organismo inteligente. Después de muchos desencuentros con la especie humana (¡spoiler alert!), y poco antes de abandonar el sistema solar, la nube acepta que un científico terrícola acceda a su infinito conocimiento: el primer voluntario muere al poco de asimilar tantísima información, y el segundo corre igual suerte. Finalmente, después de recorrer (casi) todo el informe, aquí sigo para contarlo.
Como han apuntado varios analistas, nunca se le ocurrió a nadie en Washington encargar un estudio que identificara por dónde tenía que discurrir la estrategia industrial del gobierno federal de los Estados Unidos para salir de la crisis financiera de 2008. La sociedad americana se encargó por su cuenta de hacerlo y a día de hoy han aumentado enormemente su ventaja sobre Europa en renta per cápita, en innovación, en dinamismo. Pero estamos en Europa, y el establishment de Bruselas tiene en muy alta estima su capacidad para ahormar el futuro de la Unión a golpe de informes de 400 páginas, o de cuatro mil. Así el informe Draghi (que se suma al del también italiano Enrico Letta) tiene los arrestos para abordar asuntos tan gaseosos (por inasibles) como la gestación de una nueva estrategia industrial para la Unión, la identificación y promoción de sectores «prioritarios» de la economía, o el fomento de la innovación en inteligencia artificial, por ejemplo. Curiosamente, el referente norteamericano es la sombra alargada que recorre todo el informe: ambicionamos la cohesión y profundidad de su mercado de capitales, sus ecosistemas de innovación que abarcan empresas tecnológicas y universidades, su determinación para invertir en seguridad y defensa, incluso su falta de pudor para levantar aranceles frente a la competencia china.
«España puede consolidar una ventaja competitiva sobre muchos países de Europa, gracias a su superior recurso solar y a la diversificación de sus fuentes de energía»
Siendo justos, hay que reconocer que el informe Draghi hace un diagnóstico que merece la pena de dos retos a los que se enfrenta la Unión Europea: encontrar nuevas fuentes de crecimiento y productividad y reducir los precios de energía al tiempo que avanza en la descarbonización de su economía. En este ámbito, el informe propone medidas que tienen todo el sentido: transformar el mercado de la electricidad para que el consumidor final se beneficie de los costes marginales más bajos de las energías renovables y la nuclear; o aunar el poder de compra de todos los países de la Unión para reducir los precios del gas, asegurar las fuentes de suministro y reducir la volatilidad. También propone un apoyo más explícito a las empresas europeas intensivas en consumo de energía (p.108), cuya viabilidad es esencial para la seguridad económica de la Unión, y que son las primeras que han sufrido la crisis de precios de la energía reciente. Estas empresas juegan con desventaja en sus mercados globalizados y se enfrentan a obligaciones de inversión en descarbonización (€500 mil millones en los próximos 15 años), desventajas que no tienen sus competidores extranjeros. Igualmente, nos avisa además de que el avance de la descarbonización no se puede llevar a cabo poniendo en riesgo la supervivencia de sectores claves para la Unión, como el de la automoción, que da empleo a 14 millones de europeos. Y propone alinear, en su caso, la política comercial (aranceles a la importación) con la protección de la naciente industria verde europea frente a los subsidios de la industria china. Y afirma muy pronto en el informe (p.14) que la Unión Europea debería mostrar más contención (self-restraint) en el alcance de su intervencionismo, y que tendría que reducir la carga regulatoria sobre sus empresas, carga que el 60% de las compañías identifica como uno de los principales obstáculos a la inversión en espacio económico de la Unión.
Pero ya que somos españoles a la vez que europeos, debemos preguntarnos ¿le convienen a España las propuestas del informe Draghi? El que suscribe apuesta por el sí. Porque el reto de la energía tiene una cierta calidad de condición necesaria y «ex ante» sobre los demás retos. Sin fuentes de energía competitivas no vamos a ningún lado, y el liderazgo en tecnologías verdes trae consigo promesas de crecimiento futuro. En este frente, España puede consolidar una ventaja competitiva sobre muchos países de Europa, gracias a su superior recurso solar y a la diversificación de sus fuentes de energía. Y con esa ventaja podríamos ser capaces de atraer una parte no desdeñable de la inversión nueva (€800 mil millones anuales, casi 5 puntos del PIB de la Unión), mayoritariamente privada, que el informe identifica como necesaria para reactivar el crecimiento y la productividad de la economía europea, y así cerrar el gap de competitividad con Estados Unidos y China. Pero para conseguir un poco de todo esto hay que acometer una profunda reforma de la UE, empezando por su presupuesto, que apenas alcanza el 1% del PIB de la Unión, uno por ciento que se compara con el 23% del PIB del presupuesto del gobierno federal de los EEUU. Otra vez, la sombra alargada de nuestro socio atlántico.
Muchas cosas tienen que cambiar en la UE para sacar adelante las propuestas de Draghi, y no pocas contra la voluntad de sus miembros más ricos, con Alemania al frente y su cohorte de los llamados países frugales (the frugal four). La sola mención de la emisión de eurobonos (safe common assets) para financiar una parte del esfuerzo inversor que reclama el informe levanta ampollas en los países ricos, que ya cuentan con su margen fiscal para financiar sus propias aventuras. Habrá que ver qué hará Ursula von der Leyen con el informe Draghi.