THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Confiesa: Sánchez te da miedo

«Nos enfrentamos a un presidente del Gobierno que sabe inocular el pánico como nadie usando el dinero y las instituciones públicas»

Opinión
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Confiesa: Sánchez te da miedo

Ilustración de Alejandra Svriz

El interior del PSOE es la casa del terror por obra de Sánchez. No hace falta más que ver la pantomima pasada del Comité Federal, las adhesiones exageradas de sus ministros, los piropos vergonzantes y los silencios clamorosos. Nunca como ahora el partido socialista ha sido de manera tan clamorosa una tropa al servicio de alguien, compuesta por peones despersonalizados que repiten el argumentario que les entregan puntualmente cada mañana. Da la impresión de que todo aquel que no dispense un apoyo ciego y público al «puto amo» queda fuera de juego

Las amenazas son ciertas y se cumplen. Los socialistas conocen que el gran jefe pone pruebas de lealtad y que ejecuta políticamente a los flojos. De hecho, los cadáveres flotan en el río del olvido, entre la ignominia y el descrédito. Esto mantiene prietas las filas más allá de lo sano en un partido político. Poco a poco, con cuentagotas, vamos conociendo el maltrato a las voces públicas más conocidas del sanchismo, desde María Jesús Montero a Félix Bolaños. 

Los del segundo escalafón socialista viven entre la esperanza de que un gesto del Amo les ascienda y el temor de no llegar a ser útiles nunca jamás a sus ojos. Esto apaga cualquier rebelión o discrepancia. Esos meritorios comprenden rápido que la obediencia tiene menos riesgo que la crítica al Señor. Sánchez manda, y los demás obedecen. Al presidente no se le pone en duda, se le admira, y en caso contrario es mejor abandonar la política para siempre para ir allí donde hace frío y se pasa hambre.

El miedo y las purgas se retroalimentan, se envician, y cuanto más importante es el cadáver, mejor funciona entre los testigos. Por eso, si Sánchez pudiera echaría del PSOE a sus refundadores de 1977, a esos que hicieron la Transición, que saben más que los ratones coloraos, y que le calaron desde el primer momento. No olvidemos, porque Pedro tampoco lo ha hecho, que apoyaron a Susana Díaz en las primarias socialistas para que él no saliera elegido. Esta es una cuenta pendiente que el arrogante que habita La Moncloa jamás olvidará ni perdonará. No tengo la menor duda de que tiene dosieres contra todos ellos que puede filtrar si a alguno se le ocurre decir que Sánchez vuelva a casa, que es un tipo tóxico capaz de desmontar el mejor sistema democrático que hemos tenido en nuestra historia.

Saben que Sánchez es así, que no lo puede evitar porque ha asumido muy bien las maneras de un líder autoritario. Ha tomado el poder en el partido y cambiado sus prácticas tras una purga que siempre queda inconclusa, porque terminarla quita el miedo y eso no es práctico. 

«Primero Sánchez introdujo el pánico en el partido y luego ha metido el temor en aquellos que ha colocado en las instituciones estatales»

Lo peor es que este sistema del mando por el miedo va en expansión. Primero Sánchez introdujo el pánico en el partido, al que ha usado para colonizar el Estado, y luego ha metido el temor en aquellos que ha colocado en las instituciones estatales. Así es capaz de controlar a su antojo ambas cosas. Y qué decir del Gobierno. Los ministros no pintan nada. Son muñecos del mismo ventrílocuo. 

Ahora toca extender ese miedo a zonas que no es capaz de controlar, como son la prensa y el poder judicial. De ahí que haya pedido a la fontanería de Ferraz que tenga preparada información delicada sobre los periodistas y jueces que investigan a Begoña Gómez. Al tiempo, ha ordenado la elaboración de un plan contra los medios de comunicación disfrazado de regeneración de la democracia, cuando ha sido él quien la ha degenerado. 

El sanchismo corrobora que el miedo es la emoción más poderosa de la política. A estas alturas es preciso reconocer que nos enfrentamos a un presidente del Gobierno que sabe inocular el pánico como nadie usando el dinero y las instituciones públicas. El problema, como indicó William Graham Sumner, es cuando el miedo se establece firmemente como una costumbre, conviviendo con lo cotidiano, condicionando el pensamiento, porque es entonces cuando se convierte en un «tirano que no puede ser descabalgado». 

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