¿Parques temáticos o museos industriales?
«La pujanza de nuestros competidores y el riesgo a caer en la irrelevancia económica y política obligan a actuar. Y el plan Draghi nos marca el camino»
Mario Draghi ha lanzado un nuevo whatever it takes. Esta vez para rescatar a la economía europea de su lento pero imparable declive. Si aquel 26 de julio de 2012 esas palabras como presidente del BCE le sirvieron para frenar en seco la venta masiva de la deuda soberana de los países periféricos del euro, que amenazaba con romper la unión monetaria, ahora el italiano depende de la voluntad de los gobiernos de los 27 para hacer las reformas que recoge su informe sobre el futuro de la competitividad europea. Algunas son propuestas nuevas. Otras están recogidas en las agendas de la mayoría de los gobiernos europeos desde hace tiempo. Y esa incapacidad para actuar y enfrentarse a los retos que ha arrastrado la UE durante años invita inevitablemente al escepticismo.
Draghi une nuevas y viejas propuestas en una ambiciosa y comprensiva agenda de crecimiento para evitar que la UE continúe perdiendo peso frente a Estados Unidos y China. Tanto en tasa de crecimiento como en la evolución de la renta per cápita (en EEUU ha crecido el doble desde el año 2000), pasando por el tamaño de las empresas o los avances tecnológicos, el viejo continente se está quedando atrás. Y el italiano advierte: si no se toman medidas, Europa está condenada a una lenta agonía. En un artículo firmado por él en The Economist, el que fuera presidente del BCE resume así la encrucijada en la que se encuentra Europa: «La Unión Europea ha llegado a un punto en el que si no actúa tendrá que comprometer su bienestar, el medioambiente o su libertad».
El primer gran reto de Europa es la productividad. Asegura que hay un déficit en la inversión pública y privada de unos 800.000 millones de euros al año (un importe similar a la dotación del plan Next Gen repartidos en cinco años). Y que la política de salarios bajos y presupuestos restrictivos puede volverse en contra de las economías europeas. Le preocupa que países como Alemania sigan creyendo en un modelo de crecimiento basado en las exportaciones que la hace especialmente vulnerable cuando crece el proteccionismo, retroceden los intercambios comerciales y se fragmenta el mundo en bloques comerciales, como ha ocurrido en los últimos años. Sin un plan para estimular la demanda interna, con unas reglas fiscales estrictas y unos fondos de recuperación extraordinarios que se agotan en 2026, Europa está en una situación de inferioridad con respecto a sus competidores estadounidense o chino, mucho más rápidos y generosos a la hora de estimular sus economías. Los importes de los planes para la salida de la pandemia son sólo un ejemplo.
Draghi aboga por hacer un mix de política industrial y comercial. La primera debería centrarse en los siguientes sectores: en los que la UE ha perdido su ventaja comparativa, los de alta empleabilidad, los que son críticos para su seguridad estratégica (energía, tecnología, defensa…) y las industrias que están en estado infantil. Es partidario de reformar el presupuesto europeo para redirigir la inversión de los fondos estructurales a los sectores considerados estratégicos. La segunda pasa por atraer tecnología extranjera y a la vez no descartar el uso de aranceles y otras medidas proteccionistas.
«Algunos países muy turísticos, como España, corren el riesgo de convertirse en parques temáticos»
Es partidario de financiar estas políticas de crecimiento con la emisión de deuda común. Pero no será fácil. El plan de recuperación Next Gen se financió parcialmente y por primera vez con eurobonos venciendo las reticencias de los países llamados frugales (los menos estrictos con el gasto) liderados por Alemania. Es precisamente la primera economía europea, hoy muy debilitada por los efectos de la crisis energética en su economía, el país que más se beneficiaría del plan de crecimiento de Draghi. Muchas de sus grandes empresas han anunciado recortes drásticos de sus plantillas: Telekom ha despedirá a 15.000 personas; Siemens, a 7.000; Open, 4.000; y Volkswagen a 15.000 trabajadores. Algunos países europeos muy turísticos, como España, corren el riesgo de convertirse en grandes parques temáticos si se siguen dilatando las reformas para recuperar la productividad y la competitividad. En el caso de Alemania, el país corre el riesgo de convertirse en un museo industrial. Aun así, nada hace pensar que flexibilice su posición con respecto a los eurobonos que permitirían financiar ese plan de crecimiento y competitividad.
Draghi, como hizo Enrico Letta hace unos meses y otro italiano, Mario Monti, en 2010 a la vista de las vulnerabilidades económicas y deficiencias en la competitividad que había puesto en evidencia la crisis financiera y la aguda recesión, defiende que hay que desmantelar la regulación excesiva y las barreras internas para asegurar un mejor funcionamiento del mercado común. En su opinión, la regulación europea mata a las empresas innovadoras. Europa está a la cola de EEUU y China en creación de start ups tecnológicas donde se crean los mejores empleos. Las cifras muestran también que está preocupantemente muy por detrás en el número de empresas unicornio activas (empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares). No hay una sola empresa de la UE que valga en bolsa más de 100.000 millones de dólares que haya sido creada en los últimos 50 años. Mientras que las seis compañías estadounidenses con una capitalización superior a ese valor nacieron de la nada en ese periodo.
El mundo ha cambiado: el comercio se ha fragmentado en bloques, la seguridad ya no está garantizada, sobre todo si vuelve Donald Trump a la Casa Blanca, y la guerra en Ucrania ha puesto en evidencia la vulnerabilidad energética de la Unión. Draghi nos ofrece una hoja de ruta para hacer frente a estos y otros nuevos retos. Uno de los padres de Europa Jean Monnet señalaba que la Unión se iría haciendo a golpe de crisis. Y así ha sido. Pero la pujanza de nuestros competidores y el riesgo a caer en la irrelevancia económica y política obligan a no esperar la llegada de una nueva crisis para actuar. Y el plan Draghi nos está marcando el camino para hacerlo.