THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Elegía y recuerdo de la canción española

«Quien escucha coplas se sitúa ante un orbe algo primitivo, donde era posible el amor muy apasionado, los celos y las parejas desiguales, además de la infidelidad y la muerte»

Opinión
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Elegía y recuerdo de la canción española

Lola Flores. | Archivo

¿Existe aún lo que se llamó canción española u otras veces canción andaluza -todo compatible- y más abreviadamente copla? No hablo del flamenco estricto, aunque se han rozado, sino de un mundo que venía de la tonadilla y las tonadilleras. Este mundo comienza en los años 30 del pasado siglo, y de algún modo se ha arrastrado hasta no hace mucho. Quien escucha Madrina o Amante de abril y mayo interpretadas por Concha Piquer, por ejemplo, se sitúa ante un orbe algo primitivo, donde era posible el amor muy apasionado, los celos y las parejas desiguales (con no pocos guiños homoeróticos), además de la infidelidad, la muerte, y una prostitución que se ve como natural, recordemos la gran canción Ojos verdes, estrenada en 1933. Hubo mujeres (y algún hombre, comentaremos) que hicieron de estas canciones durante más de veinte años, lo más oído, singular y notable de un clásico pop español. Manuel Machado escribió: «Hasta que las canta el pueblo/ las coplas, coplas no son/ y cuando las canta el pueblo/ ya nada importa el autor». Algo muy cercano sucede con esta copla, aunque sonaban (pero mucho menos que los cantantes) dos tríos de letristas y músicos: Quintero, León y Quiroga. Y Ochaita, Valerio y Solano. Al cordialísimo maestro Solano lo conocí en lugares malfamados entonces del Madrid de los 70. Los poetas ahí -y publicaron libros, creo que de no amplia difusión- fueron Rafael de León, aristócrata amigo de Lorca -cuya sombra se intuye en algunas de estas canciones- y Xandro Valerio, a quien se debe la letra de la muy célebre Tatuaje. Puedo citar -no son únicos- dos libros con poemas de los años 30 e inicio de los 40: Jardín de papel (1943) dedicado por cierto a Xandro Valerio «poeta y amigo mío» de Rafael de León, y «Gozos del amor en silencio» (1945) de Valerio, con prólogo del entonces muy notable crítico Ángel Valbuena Prat.

Pero quienes cantaban o tarareaban apasionados, La Lirio, La Zarzamora, Ojos verdes, Tatuaje, Novios o Las cinco farolas (entre tantas y tan logradas canciones) apenas nada sabían de poetas o músicos al respecto. El universo de la copla clásica es perfectamente equiparable y a menudo coetáneo, de esas otras músicas con poema que son las rancheras mexicanas, el tango argentino o el bolero, inicialmente cubano. Mundos populares y apasionados, en el que los cantantes tapaban a los autores. La copla (desde antes de la Guerra Civil) tuvo intérpretes singulares como Estrellita CastroMi jaca– , Imperio Argentina, Concha Piquer, al fin la más notoria, Lola FloresLa Zarzamora-, Juanita Reina, con su gorjeo particular y luego, algo menos celebradas o notables, Marifé de Triana, Carmen Sevilla o Paquita Rico, lejos de las iniciales. Los hombres que interpretaban copla (Miguel de Molina o Angelillo, ambos exilados por motivos distintos) terminaron teniendo menos fuerza o predicamento que ellas, pues las pasiones absolutas y tremendas quedaban mejor en mujeres. Durante los inicios de nuestra muy gris postguerra, estos autores lograron que las amas de casa se fascinaran con aquellas canciones donde se decía «desde los pies a la boca/ que aprendan todas de mí/ a querer como las locas». Es una rica mujer de 40 que se enamora de un mocito de 22 y se casa. Tanto Rafael de León como Xandro Valerio eran homosexuales, así es que ese amor de «locas» o el «era hermoso y rubio como la cerveza», pueden tener más sentidos y en un mundo que prohibía oficialmente extravíos como aquellos. En la canción Novio -poema de León, de 1941- se lee y se escucha: «Novio tuyo/ siempre novio. Nadie comprende lo nuestro,/ es algo maravilloso./ Nadie nos pregunta nada/ porque ya lo saben todo… / No nos casaremos nunca,/ y siempre seremos novios». ¿Qué decir? La España más puritana se colmaba de puertas y balcones secretos y tumultuosos. Algo se vio (sólo algo) en el documental de Basilio Martín Patino Canciones para después de una guerra (1976), donde de entrada el Cara al sol se junta con La bien pagá cantada por Miguel de Molina.

«Los hombres que interpretaban copla terminaron teniendo menos fuerza o predicamento que ellas, pues las pasiones absolutas y tremendas quedaban mejor en mujeres»

Todavía Rocío Jurado, Isabel Pantoja y en menor medida Carlos Cano, incluso en sus canciones nuevas -digamos Marinero de luces– siguen la tradición, pero, además, ellas sobre todo, nunca dejaron de cantar copla clásica. Recuerdo un día en que alabando la voz de Rocío en la canción antigua «¿Por qué tienes ojeras esta tarde?/ ¿Dónde estabas, amor, de madrugada…?» se sorprendió cuando le aclaré que cantaba un perfecto soneto clásico, Duda, del gran Rafael de León. El mundo, la sociedad que refleja la copla -con las Cruces de Mayo o las putas hermosas que le dicen al caballista «estás cumplío, no me tienes que dar na»- ya no existe. Hoy todo es más libre y paradójicamente también más reprimido. Oficialmente, no se puede gritar que se muere de amor o que te engañan y sangras, pero es bonito recordar un extraño y notable episodio de nuestra cultura popular. En los años 60, cuando hacía poco que aquello también había pasado, Jaime Gil de Biedma escribió un hermoso poema, asimismo con visos de postguerra, Elegía y recuerdo de la canción francesa. Vaya por todos.  

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