Sánchez y Cataluña
«Es posible que los partidos independentistas vayan hacia atrás en votos, pero sus objetivos los habrán alcanzado con el PSC en el Gobierno de la Generalidad»
El lunes pasado fui invitado a un programa de televisión en donde hube de responder a las preguntas y comentarios de unos cuantos periodistas. Una de ellos era una joven catalana que se dirigió a mí con este argumento: «Usted entenderá que Pedro Sánchez ha conseguido que en Cataluña los partidos nacionalistas hayan caído en votos y estén allí fuera del gobierno autonómico».
Es un argumento a favor de Sánchez que no es fácil de rebatir, pero vayamos a ello.
Si el acuerdo firmado entre el PSC de Illa y ERC consigue salir adelante, no sólo se implantaría en Cataluña un nuevo cupo al estilo del País Vasco sino que también desaparecería de allí la Agencia Tributaria y, más adelante, los cuerpos de seguridad del Estado. En otras palabras, el Estado sería borrado del mapa en Cataluña. ¿Y qué otra cosa quieren los separatistas? ¿Una nación independiente fuera de la UE?
Es posible que los partidos independentistas vayan hacia atrás en votos y su presencia en Cataluña esté políticamente cayendo, pero sus objetivos los habrán alcanzado con el PSC en el Gobierno de la Generalidad: imposición de la lengua catalana y persecución del castellano y sus hablantes (el racismo inicial de los separatistas ha sido sustituido por esa lengua superior que es la materna de una minoría de catalanes).
Consideremos, con Iñaki Ellakuría en un reciente artículo en El Mundo, que con la promesa de Pedro Sánchez de dotar a la Generalitat de una financiación singular que la aproxime al concierto vasco, la clase dirigente catalana ha recuperado el fantoche de la «catalanofobia». Es su manera de desactivar las quejas contra el privilegio que están señalando la mayoría de presidentes autonómicos, tachados instantáneamente de «catalanófobos».
«Resulta muy difícil explicar por qué se niega a los catalanes el privilegio fiscal que sí se avala en el País Vasco y Navarra»
Si a cualquier sociedad se la rocía de dinero, ¿qué ciudadano que viva allí se va a oponer? Por eso la movida de Illa-Sánchez puede tener el beneplácito de la mayoría de la sociedad catalana y puede que el PP se vea perjudicado en las urnas de aquellas cuatro provincias. Resulta muy difícil explicar por qué se niega a los catalanes el privilegio fiscal que sí se avala en el País Vasco y Navarra. Además, dentro del PP catalán, aunque guarden silencio, son muchos los que consideran buena la «mejora de la financiación». Incluso una de las personas a las que más escucha Feijóo sobre Cataluña, Enric Millo, elaboró en 2013 una propuesta de «financiación singular» que la entonces presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho, planteó a Mariano Rajoy y este rechazó.
Pero vistas las cosas desde una perspectiva nacional española, al sanchismo no le bastarán los votos separatistas para seguir en el Gobierno, pues de repetirse los resultados de las autonómicas y municipales de 2023, Feijóo, solo o en compañía de otros, podría formar Gobierno y una vez en él debería acabar de una vez con una ley electoral (Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General) que beneficia —y de qué modo— a los separatistas. Bastaría con que se redujeran a dos los diputados por provincia (total 104 diputados) y el resto (246) se eligiera en listas a nivel nacional con un mínimo del 7% de votos para entrar en el reparto de escaños.
Lo sé, es soñar, pero a veces los sueños se hacen realidad.