THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

¡Joder, qué tropa!

«México es el producto de la libertad, el imperio de la ley, de la cultura grecolatina y de la igualdad que los españoles y el cristianismo trajeron a esas tierras»

Opinión
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¡Joder, qué tropa!

El expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. | Ilustración: Alejandra Svriz

Cuando digo que México es un país hermano no es palabrería buenista. Son hechos. Los mexicanos, como todos los hispanoamericanos, son descendientes directos de nuestros antepasados. Son familia. Son los hijos de los hijos de los españoles que cruzaron el charco buscando una vida mejor. Descendientes de aquellos que surcaron un océano lleno de trampas mortales con valentía, hambre, y una enorme fe, pobres de solemnidad, pero con ilusión y con firmeza de empeño. Llegaron a las Indias e inmediatamente se reprodujeron y se casaron con sus iguales ante la ley, creando un mestizaje inigualable. Vivieron, crearon, lucharon, pecaron, seres humanos. Sacaron adelante a sus familias, y, tras generaciones, sus descendientes se convirtieron en el México y en los mexicanos actuales. México sin ese mestizaje no existiría. El México actual como pueblo, como nación y como identidad cultural solo existe porque los españoles estuvimos allí. Sin España, serían un derivado absolutamente distinto del actual. Inspirándome en un párrafo escrito por Juan Carlos Llop, aludiendo a la serendipia, se podría decir que siendo otros, habrían sido otros (…). Nunca sabremos si hubieran sido mejores o peores, más felices o menos, con más o menos pesadumbres. Lo que sí sabemos es que no estarían, ni serían, lo que son ahora.

España fue -por pura casualidad- el libertador de los indígenas esclavizados por los aztecas y aliado circunstancial de los pueblos oprimidos. México es nada más y nada menos que el producto de la libertad, el imperio de la ley, de la cultura grecolatina y de la igualdad que los españoles y el cristianismo trajeron a esas tierras. También lo es de nuestros errores, vicios y ansias imperialistas inherentes al ser humano. Pero España, a diferencia de los colonizadores de otras naciones, no sometía a los pueblos, sino que los hispanizaba, integrándolos en la nación, otorgándoles los mismos derechos y obligaciones que a los conquistadores. Tampoco expoliaba a sus virreinatos porque eran tan España como la península. Esto es algo único en la historia (con el Imperio romano).

Antes de la llegada de los españoles había un vigoroso pueblo imperialista azteca que no conocía el arado ni la rueda, que sometía, torturaba, asesinaba, canibalizaba y sacrificaba a muchos de los suyos, y a todos los pueblos a los que tenía subyugados. ¿Nos extraña entonces que la nueva presidenta de México, esa líder «progresista» de izquierdas, añore ese modelo político terrorífico? No, de hecho prefiere la compañía en su toma de posesión de dictadores con las manos manchadas de sangre como Putin, Maduro, Ortega o Diaz Canel, a la de un defensor de la democracia constitucionalista como es nuestro Rey. Esto es una verdadera vergüenza para su pueblo. En la vida política hay que elegir, o se está con los dictadores o con los demócratas, y esta elección te retrata.

«España, a diferencia de los colonizadores de otras naciones, no sometía a los pueblos, sino que los hispanizaba, integrándolos en la nación, otorgándoles los mismos derechos y obligaciones que a los conquistadores»

Se da la paradoja de que, ahora, unos pocos criollos privilegiados, los verdaderos culpables del subdesarrollo que sufren como nación, miren cobardemente a España y exigen un perdón que los gachupines no podemos dar, ni aunque quisiéramos. Porque los que tendrían que pedir perdón son ellos. Ellos descienden de los que estuvieron allí.

No entraré en los detalles históricos que cualquier bienpensante medianamente ilustrado puede recabar sobre la conquista de México, de como un pequeño contingente de hombres españoles llevados en volandas por las tribus locales oprimidas derrocó a los aztecas opresores; ni de como los reyes, desde Isabel La Católica (en su testamento), pasando por el rey Fernando (en las Leyes de Burgos de 1512, que aseguraban el derecho de los indios a la libertad), o Carlos V, Felipe II y finalmente Carlos II (con la recopilación de las Leyes de Indias) otorgaron iguales derechos a los indígenas que a los españoles (a diferencia de los aztecas que los tenían absolutamente bajo el yugo o los ingleses que aniquilaron los indios americanos); tampoco de como Carlos V detuvo temporalmente la conquista para evaluar en la Controversia de Valladolid la legitimidad de la Conquista (un hito sin precedentes) ante las denuncias de Bartolomé de las Casas, con el objetivo de evaluar si las cosas se estaban haciendo de acuerdo a derecho y a la ética; ni de como México es en un noventa por ciento amerindio o mestizo (fuente: Statista; comparado con EEUU, con solamente un poco más del 1,35%, o en donde en algunos estados norteamericanos el matrimonio interracial fue ilegal hasta avanzados los años 1960, mientras que en México fue legal casi inmediatamente); ni siquiera de como este país hermano llegó a superar en PIB a España antes de su independencia gracias a las inversiones en infraestructuras (edificios, carreteras, puertos) construidos durante esa época y al desarrollo paralelo; ni de como fue el origen del comercio mundial durante siglos con el famoso tornaviaje que unía Asia con México y de ahí a Europa; ni de la increíble falacia de la leyenda negra sobre el «robo del oro» dado que en toda la época del imperio solo se extrajo el 7% del oro extraído en toda la historia de México y que solo se trajo a España apenas un 1% de ese pequeño porcentaje (el famoso impuesto del Quinto Real; fuente Banco de México), el resto quedándose localmente; ni de muchas universidades (primera en 1553), ni colegios (primero en 1523), ni hospitales (1521) que se fundaron para la población local; ni del respeto de los españoles a las lenguas locales (en el momento de la independencia el 80% hablaba su lengua indígena, y fue la república de los criollos la que impuso el castellano), ni de las gramáticas de las lenguas indígenas que redactaron los curas evangelizadores, que aprendieron las lenguas para evangelizar sin imponer (recordemos que el primer diccionario español-náhuatl se publicó en 1555, o que las primeras gramáticas de lenguas locales fueron anteriores por ejemplo a la francesa).

Porque el populismo indigenista no es Historia, sino histeria populista. Lo primero que ha hecho la presidenta del país al llegar a la presidencia ha sido sacar el manual del perfecto idiota victimista-indigenista de izquierdas y aplicar la regla número uno del mismo: el enfrentamiento con un enemigo exterior para enmascarar el desastre de gestión de los de su casta. Ese victimismo paralizante que proyectan sobre México coloca al pueblo a los pies de los caballos y lo condena a la inacción. México no tiene que exigir perdón a nadie, es un pueblo extraordinario, ni tiene que estar en inferioridad de condiciones ante otros pueblos. Es una gran nación orgullosa de sus raíces, al que sus líderes criollos llevan al desastre político y social. El pueblo hermano mexicano tiene que exigir a sus representantes que lleven la cabeza bien alta, que estén orgullosos de su existencia, de sus raíces hispano-indígenas, de su lengua, de su gastronomía, de su tierra, y de su cultura.

Si los mexicanos tuvieran que exigirle a alguien perdón, debería ser en igualdad de condiciones y sin victimismos. Por otro lado, tendrían que hacerlo con orgullo y altura de miras, dirigiéndose a aquellos que les han causado verdadero daño. Empezando por los EEUU por ocupar sus tierras y extirparle más de la mitad de su territorio mediante la guerra. Deberían revolverse contra los cárteles de la droga integrados en la administración mexicana a todos los niveles, por producir más víctimas que cualquier guerra, y por extirparle el futuro al pueblo. Deberían exigirle a su propio Gobierno, y a muchos de los anteriores políticos, perdón por la enorme corrupción que ha privado a su pueblo de recursos para el desarrollo y la educación. Deberían exigir a sus líderes responsabilidades por los miles de crímenes y vejaciones que sufren muchas mujeres en su tierra, y por los millones de emigrantes que huyen del país. 

Son Sheinbaum, AMLO y los de su tropa (como dijo Romanones), los que tienen que pedir perdón a sus compatriotas. México lindo y querido merece mucho respeto.

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