THE OBJECTIVE
Antonio Caño

De Suresnes a Koldo

«Era cuestión de tiempo que la ausencia de principios para ejercer la política se convirtiera en carencia de integridad para hacer negocios»

Opinión
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De Suresnes a Koldo

Pedro Sánchez, Koldo, Ábalos y algunos de los ministros implicados en la trama. | Alejandra Svriz

La casualidad ha querido que la semana en la que el PSOE debía haberse dedicado a celebrar el 50º aniversario del Congreso de Suresnes, que marcó el renacimiento del partido y su exitosa orientación hacia la socialdemocracia, haya coincidido con el afloramiento de presuntos hechos de corrupción y malas prácticas en el entorno del presidente del Gobierno, lo que ha obligado a que, en lugar de eso, el PSOE se empleara de nuevo en lo que ya parece su única función en este tiempo: proteger a Pedro Sánchez.

No sé si el olvido de Suresnes es deliberado, como gesto ostensible de ruptura con aquel PSOE que creía asumir un compromiso con la sociedad española, o ha sido consecuencia de la dinámica de la actualidad, que acumula circunstancias adversas contra su actual líder a un ritmo que no sólo es reflejo de su declive, sino un anuncio de su cercano final. O, tal vez, han sido las dos cosas a la vez. Un PSOE en un mejor momento político, quizá hubiera tenido el atrevimiento de apropiarse cínicamente de aquel hito, como ha tratado de hacer hasta ahora con la memoria de alguno de sus antiguos dirigentes desaparecidos. O quizá al contrario, un PSOE más fuerte podría haber tenido la tentación de deshacerse de una vez por todas del héroe del PSOE de Suresnes, que insiste ahora en recordarles siempre que puede la obligación de lealtad que un partido decente tiene con sus principios, sus resoluciones y sus votantes.

En el fondo da igual. Lo importante de la coincidencia entre Suresnes y el caso Koldo es el abismo de prestigio y honestidad que dista entre uno y otro PSOE. Lleva tiempo abriéndose esa grieta. Sin esconder algunas de las equivocaciones del último Gobierno de González, fue con José Luis Rodríguez Zapatero cuando empezó a vislumbrarse un PSOE más interesado en el poder que en la nación y peligrosamente proclive a entregar todo a cambio de permanecer en el Gobierno. Esa estrategia, abortada por el tsunami económico de 2008, regresó con más convicción y menos escrúpulos de la mano de Pedro Sánchez. Desde su primer día al frente del partido, primero, y del Gobierno, después, dejó claro que no permitiría que ninguna barrera política o moral le contuviera en su ambición de poder. Todos hemos asistido durante estos años con espanto a la sucesión de mentiras con las que se han tratado de justificar fechorías como los pactos con Bildu o la Ley de Amnistía, entre muchas otras. Por no mencionar a la irresponsabilidad con la que el PSOE de Sánchez ha insistido en dividir a la sociedad española como parte del plan diseñado para impedir el crecimiento de la oposición.

«Personalmente, me repugna más la corrupción que supone pactar por siete votos con los enemigos de nuestro sistema político que los hallazgos de la UCO»

Era cuestión de tiempo que esta conducta amoral contagiara al conjunto del partido y del Ejecutivo. Hoy el Gobierno de España ha quedado reducido a un conjunto de prosélitos que repiten sin pudor cada día la versión oficial, crean o no en ella. Y el partido, una maquinaria al servicio de Sánchez. Era cuestión de tiempo que la ausencia de principios para ejercer la política se convirtiera en carencia de integridad para hacer negocios. La norma del todo vale bajo la que el líder ha actuado siempre, se convirtió en una regla para la actividad de su propia esposa o de su principal colaborador político. De esta forma, ambos dieron lugar a personajes como Koldo, Aldama o Barrabés, que crecen siempre en los cultivos corruptos, como son hoy el Gobierno y el PSOE.

El hombre que accedió al poder en una moción de censura -la primera vez en la democracia española- bajo la promesa de la regeneración ha dado paso a la peor degeneración que se recuerda. No sólo por los últimos casos conocidos, sino por la reiterada amoralidad en medio de la que estos han surgido. Personalmente, me repugna más la corrupción que supone pactar por siete votos con los enemigos de nuestro sistema político que los hallazgos de la UCO, pero, en este caso, una corrupción va unida a la otra. Ahora tratarán de descargar responsabilidades en José Luis Ábalos y continuar el juego. Debería de ser una lección para otros socialistas entregados al “puto amo” con la esperanza de una larga carrera a su sombra. Para esos y otros socialistas: miren a Suresnes, levanten por un momento la vista del argumentario de Moncloa y atrévanse a pensar por sí mismos. Sólo una profunda renovación del partido, desde la cúspide a la base, les permitirá liberarse del caso Koldo y poder volver a mirarse al espejo.

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