THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

El fracaso de la izquierda radical en Estados Unidos

«El resultado de esa política ha sido un cambio en la tendencia de varias décadas de reducción de la criminalidad, que ha vuelto a aumentar de forma espectacular»

Opinión
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El fracaso de la izquierda radical en Estados Unidos

Tristeza entre los seguidores de Kamala Harris al conocer los resultados de la noche electoral. | REUTERS/Kevin Mohatt

Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales de 2024. Se convierte en el segundo presidente de los Estados Unidos en ganar dos elecciones no consecutivas, desde el demócrata Grover Cleveland. ¿Por qué ha ganado las elecciones, si es el presidente más denunciado, contestado, criticado de las últimas décadas? ¿Qué explica la derrota de Kamala Harris, si el 78% de las noticias sobre ella de los medios de comunicación han sido en un tono positivo y el 85% de las que han hecho sobre Donald Trump han sido negativas?

Hemos sido testigos de una ola gigante, que causa la admiración, o el temor, de cualquier surfero de la política. Una ola radical, militante, transformadora, de la mano de la ideología identitaria. Es una ideología que borra a las personas; borra a los individuos, cuyo valor depende ahora de cuánto valga el grupo al que pertenece, o se le hace pertenecer (mujer, afroamericano, blanco, homosexual…).

La ola alcanzó su máxima altura con el movimiento Black Lives Matter. Es un lema equívoco: ¿cómo no iban a importar las vidas de los negros? O ¿sólo importan esas vidas? O ¿son más o menos valiosas que otras? De nuevo, la ideología identitaria, y su gradación de valor o dignidad de las personas en función del grupo al que pertenecen

El lema, en realidad, era una denuncia: la sociedad estadounidense es racista. Está transida de un racismo estructural que se manifiesta en las instituciones, y que pone barreras invisibles a los negros, o los mata directamente, si esa institución es la Policía. ¡Dejemos a la Policía sin fondos!, fue el lema, y la política en varios Estados y ciudades. El resultado de esa política ha sido un cambio en la tendencia de varias décadas de reducción de la criminalidad, que ha vuelto a aumentar, y de forma espectacular. Las principales víctimas de ese aumento de los crímenes son los de siempre: los negros, que son las víctimas más directas del movimiento BLM. 

No podemos decir que no haya servido para nada. BLM destinó sólo un tercio de sus ingresos, de decenas de millones de dólares, a los fines declarados; el resto se lo quedó el corruptísimo staff de esta organización, cuidada, arropada y aupada por los medios de comunicación. El mes pasado, uno de los líderes de Black Lives Matter, Maejor Paje, fue condenado a tres años y medio por fraude y lavado de dinero. No es el primero, y no será el último.

Este es sólo un ejemplo del camino que ha adoptado la izquierda en los Estados Unidos; una izquierda que se ha adherido al Partido Demócrata. Una izquierda que si todavía no ha transformado al país hasta convertirlo en otra cosa, sí ha transformado al partido hasta hacerlo irreconocible para muchos. No es ya que Andrew Jackson, fundador del Partido Demócrata, se vea hoy a una distancia sideral de los líderes actuales, es que, excepto por la corrupción, incluso Bill Clinton parece pertenecer a otro partido. No digamos John F. Kennedy, cuyo sobrino ha pedido el voto para Donald Trump porque no se reconoce en su propio partido.

«Hay otros dos asuntos que explican el resultado. Las familias creen que la economía ha ido a peor, y en su mayoría reconocen que ellas han empeorado»

El Partido Demócrata ha asumido otras políticas transformadoras. La principal se refiere a la propia naturaleza del pueblo americano. Joe Biden y Kamala Harris han abierto las fronteras a la inmigración ilegal. Harris les hubiera dado el derecho al voto, de haber llegado a la Casa Blanca. El 85% de los estadounidenses quiere que sólo voten los ciudadanos, y están preocupados por ese asunto. El Green New Deal amenaza la prosperidad del país, y los estadounidenses lo saben. Si su efecto en las elecciones no ha sido mayor es porque bajo la presidencia de Biden se ha producido más petróleo que nunca. Pero, en última instancia, dividir al país en grupos raciales y sexuales o de género, y crear una guerra civil artificial en torno a esa división puede movilizar a una parte importante del voto, pero es difícil que sea una estrategia ganadora a largo plazo. 

Hay otros dos asuntos que explican el resultado. Las familias creen que la economía ha ido a peor, y en su mayoría reconocen que ellas han empeorado en los últimos cuatro años. La inflación ha sido demoledora; ha devorado la capacidad de compra de los ciudadanos. Levantar eso era muy difícil para cualquier candidato.

Y, por último, el aborto. No es ni la primera preocupación de los estadounidenses (es la democracia, para el 35%, según la CNN), ni la segunda (la economía, para el 31%), pero sí es la tercera, para un 14 por ciento de los estadounidenses. Recordemos que la sentencia Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization del Tribunal Supremo (2022) puso fin a una sentencia anterior, Roe vs. Wade, que declaraba constitucional la práctica del aborto. Y esta es una cuestión muy importante para una parte minoritaria pero relevante a izquierda y derecha del electorado.

«Los más partidarios del aborto ya iban a votar en contra de Donald Trump; un hombre, por cierto, que no es contrario a esa práctica»

Que Roe vs. Wade iba a caer antes o después se sabía desde el año en que se firmó, 1973. La sentencia se basaba en un “derecho a la privacidad” que es imposible de encontrar en la Constitución o en ninguna de las Enmiendas a la misma. Dobbs vs. Jackson sitúa la cuestión en el nivel de los Estados; cada uno decide cómo regular el aborto, y la cuestión recae en última instancia en los votantes. 

Los más partidarios del aborto ya iban a votar en contra de Donald Trump; un hombre, por cierto, que no es contrario a esa práctica. Pero hay mucho voto evangélico que se ha quedado en casa en los últimos años, y que puede haberse movilizado en estas elecciones. Quizás eso explique la holgada victoria de Trump en Pensilvania, que es el Estado que le ha dado la presidencia. 

Toda elección, en un país tan grande y complejo como son los Estados Unidos, sólo puede explicarse observando varios factores, algunos inmediatos, y otros de un mayor alcance. Quizás el más importante de estos últimos sea el fracaso de la izquierda radical en ganarse el corazón de los estadounidenses. Bien, quizás sea mucho decir que ese movimiento ha llegado a su final, pero ha creado una ola que está empezando a remitir.

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