El desierto crece
«La derrota del Partido Demócrata demuestra hasta qué punto las trivialidades, chulerías y acosos del progresismo identitario han llegado a irritar a la gente»
El año va a acabar siendo malo para todas aquellas personas que aún valoramos la capacidad de la política para mantener el ánimo, la racionalidad y la convivencia de las gentes. Que ganara Trump despierta cierta alarma porque siempre habíamos considerado aquel país como una fortaleza de la libertad. Y lo peor de esta victoria es que la ha ganado un delincuente, un matón descerebrado. Es difícil de entender que los americanos hayan elegido a alguien que en una democracia avanzada debería estar en la cárcel.
A mi modo de ver lo que la derrota del Partido Demócrata demuestra es hasta qué punto las trivialidades, chulerías y acosos de la nueva izquierda y el progresismo identitario han llegado a irritar a la gente que no ha pasado por los campus universitarios americanos. Y son muchos más. Es el mismo fenómeno que en Europa ha llevado a los proletarios, antes comunistas, a votar a la ultraderecha.
Sin embargo, quienes seguramente se sienten más amenazados son los ucranianos, aunque no hay que avanzar nada. Es posible que el ciudadano Trump jugara con la amistad de Putin, pero el presidente Trump, en cambio, lo devuelva a su posición estratégica de enemigo número uno de EEUU. Si no lo hiciera así, entonces sí que habría razones para sentir una inquietud muy justificada.
Porque entonces, sin duda, el enemigo número uno de este caballero serían China y la Unión Europea. No sabemos cómo va a comenzar su guerra comercial y si será tan solo comercial, pero es evidente que no hay razón alguna para que nos trate como aliados, ya que los europeos no sabemos defendernos, ni hemos hecho otra cosa que asegurar los sillones de un montón de fracasados. Con algunas excepciones, Europa es un gigantesco organismo de burócratas inútiles, desprovisto de plan, proyecto, programa o incluso de ideología. Un carísimo cementerio de deshechos.
«Un presidente del Gobierno español, un majadero que ahora lame las botas de Maduro, no se levantó al paso de la bandera americana»
Y luego está España. No dudo de que alguien, cuando haya pasado lo más urgente, le recordará a Trump (un nacionalista rancio a la manera catalana) que un presidente del Gobierno español, un majadero que ahora lame las botas de Maduro, no se levantó al paso de la bandera americana, como si fuera uno de esos petimetres bananeros por los que Trump siente el mayor de los desprecios. Y que el actual presidente de los españoles es, como si dijéramos, el hermano menor de Zapatero. Eso va a tener consecuencias.
Ser antiamericano es una actitud muy decorativa cuando uno milita en los grupitos de extrema izquierda que dominan la universidad Complutense de Madrid, la más podrida de España, pero deja de tener ninguna gracia cuando uno se supone que representa el poder de todos los españoles. El irresponsable Zapatero asumió unos poderes que no le correspondían. Ahora todos pagaremos las consecuencias de ese capricho ornamental.
Trump vuelve con más poder que nunca. Y al mismo tiempo, Alemania se prepara para su primer gobierno con la extrema derecha. Mientras tanto nosotros seguimos con un gobierno de viejas milicias y mafias enconadas, un gobierno del siglo pasado. Habrá que atarse los machos.