La desinformación y su competencia
«La solución no es salirse de las redes, sino de la lógica de la viralidad. La mejor manera de luchar contra la desinformación es crear buena información»
Esta semana, el periódico británico The Guardian anunció que abandonaba X, anteriormente conocida como Twitter. En una carta, el equipo editorial escribía que lo hacía «dado el contenido a menudo perturbador que se promueve o se encuentra en la plataforma, incluidas las teorías conspirativas de extrema derecha y el racismo». No es mentira. Desde que el multimillonario Elon Musk compró la empresa hace dos años, hay menos controles de calidad, que ya de por sí eran muy laxos: es imposible ponerle puertas al campo. Ahora es más probable que te topes con spam, pornografía o violencia.
Pero la decisión de The Guardian tiene algo de virtue signaling, es decir, de señalamiento de la propia virtud: ¡hasta aquí hemos llegado, no toleramos más intolerancia! Si uno rasca un poco más, descubrirá que la decisión apenas afecta al tráfico del periódico; la gran mayoría de medios obtiene un porcentaje bajísimo de tráfico desde Twitter. Si realmente fuera una red importante a nivel de ingresos, posiblemente no la abandonaría.
No es el caso de la gran mayoría de periodistas, que no pueden vivir sin Twitter: es una fuente esencial de información, es la mejor herramienta para la última hora, y claro que hay bulos, igual que hay también maneras de comprobar si algo es un bulo. El trabajo del periodista es ese, saber distinguir la «señal» del «ruido». Por eso el Guardian avisa de que sus periodistas podrán seguir usando X. El problema importante será cuando los periodistas (y no solo las cuentas de sus medios) abandonen Twitter.
Si de verdad es un lugar tan tóxico, es precisamente donde debe estar un medio de comunicación serio, para contrarrestar esa desinformación. Si extendemos su lógica, The Guardian debería abandonar también otras redes, como TikTok (que además es de propiedad china, y sabemos de qué manera operan muchas grandes empresas en China, con una cercanía peligrosa al gobierno) y Facebook.
«No puedes tener viralidad, que es el principal sustento en redes de los medios, sin una parte de toxicidad»
La decisión de The Guardian animó al periódico español La Vanguardia también a abandonar la red social. «X se ha convertido en una red de desinformación, que hace virales mensajes de odio que atentan contra los derechos humanos», decía un editorial también esta semana. Son las mismas razones que The Guardian. En Twitter, estas dos decisiones provocaron un efecto arrastre; durante los últimos días, decenas de usuarios han abierto cuentas en Bluesky, una especie de Twitter alternativo. Presumiblemente es un lugar más sano para el debate; posiblemente porque todavía no hay apenas nadie ahí. En cuanto empiece a crecer, se enfrentará a los mismos problemas que Twitter.
«Si no es tuiter, será otro lugar, y luego otro. Todos sucios», escribía en X el filósofo Santiago Gerchunoff, autor del estupendo libro Ironía On. Una defensa de la conversación pública de masas. «La racionalidad jamás será la esencia (sí un anhelo encomiable y necesario) de la conversación pública. La idea de un espacio público ajeno al mal y al pecado es mucho más peligrosa que cualquier mentira política». Es cierto que deberíamos aspirar una mejor esfera pública. Autores como Manuel Arias Maldonado han reivindicado durante años una mayor racionalidad al respecto. Al mismo tiempo, es lo que ocurre con la democratización de la información: no puedes tener viralidad, que es el principal sustento en redes de los medios, sin una parte de toxicidad.
Algunos medios de comunicación con apariencia de serios también contaminan, y quizá son más dañinos sus errores, porque se producen desde una posición de autoridad y estatus, que los errores de usuarios amateurs. Han fomentado la viralidad con el clickbait, son rehenes del algoritmo. La solución no es salirse de las redes, sino de la lógica de la viralidad, de la inmediatez, del farmeo de clicks. La mejor manera de luchar contra la desinformación es crear buena información. Punto.