THE OBJECTIVE
Fernando Savater

¿Cómo te lo explico, Adam?

«El panorama español es poco alentador. Sin embargo, seguiremos intentándolo como simples ciudadanos. Tu ejemplo nos alumbra en los momentos tenebrosos.»

Opinión
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¿Cómo te lo explico, Adam?

Adam Michnik. | Archivo

El año 68 del pasado siglo hubo movimientos juveniles libertarios en distintos países europeos (Francia, España, Alemania, Italia, Polonia, Checoeslovaquia…) y también en otros continentes (Estados Unidos, México, Japón…). Los contextos sociopolíticos eran muy diferentes en cada lugar, pero si no recuerdo mal sólo España, Polonia y Checoeslovaquia tenían algo en común: allí se luchaba contra dictaduras, mientras que en los demás sitios se pretendía reformar democracias ya establecidas, aunque fuesen muy defectuosas. La diferencia es grande, tanta como la que hay entre ir a cazar fieras a la selva o enfrentarse a ellas en el zoológico. Por eso, entonces yo seguí con especial emoción y simpatía lo que pasaba en los países de la Europa del Este, aunque lo más cercano cultural y geográficamente era lo que ocurría en el mayo francés. De Polonia me aprendí unos cuantos nombres rebeldes, como Lech Walesa, Leszek Kolakowski, Jacek Kuron… o Adam Michnik. Seguí luego especialmente a este último, al que reencontré años después convertido en distinguido periodista y analista político en las mesas redondas sobre periodismo internacional que organizaba cada verano en San Sebastián Miguel Ángel Aguilar. Muchas cosas quedaban atrás, el sindicato clandestino Solidaridad, el final de la dictadura comunista en Polonia, su tránsito nada fácil a la democracia y el nacimiento de Gazeta Wyborcza, acontecimientos en todos los cuales tuvo un papel activo y hasta decisivo Adam Michnik, disidente incansable que pagó con años de cárcel su obstinada rebeldía, pero también se ganó el respeto de muchos de nuestra generación que le vemos como un ejemplo y un maestro. En 2022 obtuvo un merecidísimo premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. 

Después, he tenido la gran suerte de conocerle mejor personalmente, compartir su amistad, y aprender de él. Y leerle, desde luego. Ahora acaba de aparecer Elogio de la desobediencia (ed. Ladera Norte), una antología de ensayos breves, en su mayoría publicados en Gazeta, seleccionados y traducidos por quien ha sido uno de sus colaboradores más íntimos durante muchos años, Maciej Stasínski. Es la persona más adecuada para hacerlo, porque además de conocer al dedillo la obra de Michnik también está familiarizado con la cultura política española y sabe muy bien cuáles son los temas que pueden resultarnos más interesantes. Por ejemplo, todas sus consideraciones sobre la evolución política de Rusia desde Stalin a Putin, formuladas por quien se declara «rusófilo antisoviético». En particular, sus reflexiónes sobre la guerra de Ucrania o su emocionante despedida del asesinado Alekséi Navalni, con la que se cierra el volumen. Estas páginas son un breve curso de política aplicada desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días, sobre todo esclarecedoras de los conflictos y la búsqueda de democracia en la Europa del Este. En ellas se retrata además un espíritu noblemente libre y, como dice acertadamente el título del volumen, desobediente… como Dios manda.

«Adam Michnik es un disidente incansable que pagó con años de cárcel su obstinada rebeldía, pero también se ganó el respeto de muchos de nuestra generación que le vemos como un ejemplo y un maestro»

Al final del acto de presentación de su libro, Adam me pidió que le escribiera un bosquejo de la situación política actual en España para un público polaco, a publicar en Gazeta Wyiborcza. Lo que sigue a continuación es el resultado de intentar responder a esa solicitud.

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Querido Adam, me pides que explique en pocas palabras a los lectores polacos la situación política de España. Que a mí y a muchos otros nos parece muy grave, quizá la peor que ha sufrido este país desde que acabó la dictadura y empezó nuestra nueva etapa democrática. ¿Por qué este dictamen tan severo si el actual Gobierno presidido por Pedro Sánchez se presenta como de ideología socialdemócrata, que es una de las menos inquietantes de la oferta política? Para entender mejor la situación actual, será necesario remontarnos varias décadas, hasta el final de la dictadura franquista. Es importante recordar que Franco murió en su cama, de enfermedades propias de su avanzada edad, no derrocado por un movimiento democrático popular. Dejó la jefatura del Estado al príncipe (luego Rey) Juan Carlos, de cuya educación política se había encargado personalmente. La estructura de la dictadura, en sus vertientes jerárquicas y de orden público, estaba apolillada por el desgaste de los largos años de vigencia, pero en lo esencial intacta. Podía temerse un choque entre los representantes del franquismo oficial, sobre todo del Ejército, y los dispersos grupos democráticos que habían luchado en la clandestinidad contra la dictadura sin demasiado éxito. Todos sabíamos que, si Franco hubiera vivido diez años más con aceptable salud, una década más de dictadura habría sido inevitable, por mucho que retrospectivamente nos estremezca esa perspectiva. Entonces, ¿cómo pudo ser que se diera una transición a la democracia con sorprendente fluidez y sólo algunos incidentes puntuales de violencia? Pues porque tanto las derechas como las izquierdas, los comunistas como los liberales, los monárquicos como los republicanos, los católicos como los librepensadores… todos renunciaron sensatamente a ejercer su derecho a la intransigencia, uno de los más sagrados para muchos de mis compatriotas. En cuatro palabras: la transición a la democracia fue posible porque los franquistas renunciaron a defenderse con el poder que tenían y los antifranquistas no cedieron a las ansias de venganza por lo mucho padecido. Unos y otros consideraron más importante reflotar el país con un modelo semejante a las demás democracias europeas en vez de arriesgarlo intentando un modelo a la cubana (algunos veían en Fidel Castro algo así como un Franco «bueno») o tratar de darle otra dosis de anestesia dictatorial derechista como la de los coroneles griegos. Una muestra casi asombrosa de templanza colectiva.

«Toda la oposición a Sánchez es declarada fascista y la intención abierta de quienes hoy gobiernan es impedir la alternancia democrática con la derecha»

Pero todo paraíso terrenal esconde sus serpientes. En España esos ofidios venían arrastrándose desde el siglo XIX, donde nacieron como una sublevación carlista contra la modernización centralizadora del país, en la que se mezclaban elementos de integrismo clerical y separatismo regionalista. Esos nacionalismos excluyentes de catalanes y vascos, obsesionados más que en defender su peculiaridad con destruir la comunidad de España, fueron el mayor obstáculo a la transición democrática. Sobre todo por la actividad del grupo terrorista ETA, que asesinó a más de ochocientas personas de todos los oficios y clases sociales (menos curas), además de extorsionar a empresarios y provocar a los altos mandos militares, hasta lograr que hubiera un intento de golpe de Estado, por suerte fallido en febrero de 1981. Sin embargo, la alternancia en el gobierno entre socialistas y populares se mantuvo dentro del acuerdo democrático, con figuras señeras al frente como Felipe González o José María Aznar, pese a los casos de corrupción y altibajos sociales propios de cualquier país europeo. Todo esto acabó en 2004, cuando a raíz de un enorme atentado islamista en los trenes de la estación madrileña de Atocha, traumatismo mal gestionado en vísperas electorales por el gobierno de Aznar, llegó a la presidencia el socialista Zapatero.

Este nefasto personaje se empeñó en revivir la ideología guerracivilista en nombre de una supuesta «memoria histórica» que reabriese las viejas heridas cerradas en la transición democrática. La lucha sin cuartel contra la derecha, identificada anacrónicamente con el franquismo, se convirtió en el principal argumento de la izquierda para legitimarse políticamente. Esta tendencia se exacerbó con la llegada al gobierno de Pedro Sánchez tras una moción de censura, un personaje turbio y oportunista del que al principio desconfiaban los propios socialistas. Sánchez obtuvo los peores resultados electorales de su partido, pero descubrió un modo de compensar esa deficiencia: apoyarse en los minipartidos de extrema izquierda y separatistas, incluido Bildu (herederos de ETA que no han condenado los crímenes de la organización terrorista). Para ganarse ese apoyo tan discutible ha hecho al separatismo vasco y catalán grandes concesiones judiciales y económicas, empezando por el arrinconamiento del español en la educación. Hoy se puede decir que la gobernabilidad de nuestro país está en manos de los partidarios de destruir su unidad y de imponer un populismo comunistoide y woke. Los perjuicios de esta fragmentación suicida acaban de verse en la imposible gestión de los daños de la DANA en el Levante español. Además, Sánchez ha colonizado todos los cargos civiles con personas afines aunque de más que dudosa competencia (un poco al modo de lo que parece estar haciendo Trump en USA), se ha apoderado de los medios audiovisuales de comunicación y cuenta con el apoyo interesado de prensa y radio que sobreviven gracias a los apoyos financieros gubernamentales. Toda la oposición a Sánchez es declarada fascista y la intención abierta de quienes hoy gobiernan es impedir la alternancia democrática con la derecha

En fin, querido Adam, ya ves que el panorama español es poco alentador. Sánchez miente con la misma frescura que el aire sopla en las montañas y solamente la figura del rey Felipe VI merece aprecio y respeto, aunque no tenga constitucionalmente poderes para revertir la situación en que vivimos. Y, sin embargo, seguiremos intentándolo como simples ciudadanos. Tu ejemplo nos sirve de estímulo y nos alumbra en los momentos tenebrosos. El futuro sigue abierto…

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