THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

Los estertores de Europa

«Estamos presenciando los últimos estertores de Europa. Vivimos adormecidos por un relato que nos ha hecho olvidar lo fundamental: la riqueza hay que pelearla día a día»

Opinión
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Los estertores de Europa

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. | Ilustración: Alejandra Svriz

Vivimos como en el síndrome de la rana hervida. La tragedia se va desarrollando tan lentamente que la gran mayoría no se percata de lo que realmente está sucediendo, al igual que la rana a la que han metido en una olla con agua a fuego lento. La temperatura va subiendo tan poco a poco que es muy difícil aventurar el final. Para cuando el agua está tan caliente que la rana se quema, es demasiado tarde para poder saltar de la olla. En Europa nos está pasando lo mismo, nos tienen cociendo a fuego lento desde hace décadas, anestesiados por un indecente paternalismo que nos ha convertido en un mero instrumento utilitarista, exclusivamente necesario para una justificación impostadamente democrática de este despotismo de burócratas.

Nos están empobreciendo, a pasos agigantados. Toman medidas contrarias a los intereses de los ciudadanos, a los que consideran súbditos, y cuyos problemas reales les traen sin cuidado. Tienen un problema para cada solución y no cejarán en su empeño hasta llevarnos de vuelta a los avernos de la indigencia (la material, en la intelectual llevamos ya tiempo). Los problemas de seguridad en la Unión Europea los han creado ellos, los problemas de los altos precios de la energía los han creado ellos, los problemas de seguridad energética los han creado ellos, los problemas de la industria en Europa los han creado ellos, los problemas del sector primario en Europa los han creado ellos. Todo es culpa de ellos, pero siempre es culpa de otros.

Hace únicamente quince años, los PIB de la Unión Europea y Estados Unidos eran prácticamente idénticos. Según los datos del Banco Mundial, la UE contaba con un PIB de 16,3 billones de dólares, Estados Unidos de 14,8 billones. Si vamos a mirar esos datos hoy, nos daremos cuenta de que nuestro PIB ha aumentado de manera contenida (hasta los 18,3 billones) mientras que el de Estados Unidos ha crecido un 85% hasta los casi 27,4 billones de dólares. Su riqueza prácticamente se ha doblado en estos quince años mientras nosotros permanecemos estancados.

«Hace quince años, los PIB de la Unión Europea y Estados Unidos eran prácticamente idénticos. Desde entonces, su riqueza prácticamente se ha doblado, mientras nosotros permanecemos estancados»

En Europa nos hemos convertido en el paraíso de la regulación y de la presión fiscal. Tenemos tipos impositivos máximos que superan el 50% de los ingresos en muchos países, alcanzando la friolera del 62% en Suecia. Un trabajador de una empresa tecnológica tiene un sueldo un 50% más alto en Estados Unidos y, además, paga menos impuestos. En esas condiciones, ¿quién va a crear empresas tecnológicas en Europa? Hemos abandonado la innovación y el desarrollo porque te asfixian antes de empezar. Y si sobrevives, harán cacerías de brujas contigo. El Partido Socialista noruego tiene en su sede una pared con fotos de los millonarios que han conseguido expulsar del país a base de subirles los impuestos. Todo un logro, sin duda. 

Mientras tanto, Estados Unidos ha conseguido crear múltiples empresas con capitalización superior al PIB de España: Apple, Nvidia, Microsoft, Alphabet o Amazon. En Europa, la empresa con más capitalización es Louis Vuitton, seguida de Nestlé. En Estados Unidos, hacen microchips, software e inteligencia artificial. Nosotros hacemos bolsos y chocolatinas.

«En Estados Unidos, hacen microchips, software e inteligencia artificial. Nosotros hacemos bolsos y chocolatinas»

Seguimos creyendo que vivimos en el siglo XVIII, que seguimos siendo el faro del mundo, el ejemplo a seguir. Y ya no somos nada, afortunadamente para los pobres de este mundo. Desarrollamos políticas energéticas suicidas, creyendo que el resto del mundo va a seguir nuestro liderazgo. Montamos cumbres internacionales donde vienen todos los países, nos ríen la gracia un par de días y luego se van por donde han venido, dejándonos en solitario con los absurdos objetivos que hemos escrito nosotros mismos en un papel. Nos colocamos impuestos para que todo sea más caro y hacernos más pobres, ponemos aranceles a los bienes importados para hacernos más pobres, creamos legislación que únicamente nos hace más pobres, prohibimos explotar nuestros recursos naturales para hacernos más pobres y hemos emprendido la guerra contra todo aquello que nos arroje un atisbo de libertad. Y cuanto más pobres somos, más pobres habrá. Y cuantos más pobres haya, más ayuda necesitarán. Y cuanta más ayuda necesiten, más impuestos habrá que pagar. Y cuantos más impuestos haya que pagar, más pobres seremos. Y cuanto más pobres seamos, más pobres habrá… Y así estamos, en el infinito círculo creador de siervos del Estado. 

Europa está acercándose a su fin, estamos presenciando sus últimos estertores. Vivimos en un universo paralelo, adormecidos por la construcción de un relato que nos ha hecho olvidar lo realmente importante, lo fundamental: la riqueza hay que pelearla día a día, nadie nos la va a regalar, no es ningún derecho. Escribía Ayn Rand en su novela Himno: «No hay nada que pueda arrebatar la libertad a un hombre, que no sean otros hombres». Lo más desolador, en nuestro caso, es que nadie nos ha arrebatado la libertad, la hemos entregado voluntariamente sin ápice de duda. Hemos elegido la seguridad y hemos sacrificado la libertad. Como decía Benjamin Franklin, no merecemos ninguna de las dos. Y vamos a perder ambas.

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