Trump y el fin del 'wokismo'
«Los ciudadanos estadounidenses le han dado plenos poderes para acabar con la supremacía moral y mediática de esa ideología tramposa y totalitaria»
La aplastante victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas ha pillado por sorpresa a una inmensa mayoría de la opinión pública y de la opinión publicada de Estados Unidos y también del resto de países, sobre todo europeos. Porque no se trata sólo de haber derrotado con nitidez a la candidata demócrata, Kamala Harris, sino también de la mayoría que el Partido Republicano, liderado por Trump, ha alcanzado en la Cámara de Representantes y en el Senado, lo que le garantiza, al menos, dos años en los que no va a tener apenas obstáculos para llevar a cabo todas las políticas que ha anunciado durante la campaña electoral.
Todo esto conviene analizarlo con la máxima profundidad porque para nadie es un misterio que Estados Unidos es la nación líder del Occidente libre y lo que de allí sale, sean pensamientos, tecnologías o políticas, acaba teniendo una influencia decisiva en el resto de países.
Lo primero es determinar por qué ha pillado tan de sorpresa este triunfo avasallador. Y aquí se me ocurren dos factores que hay que tener en cuenta: 1. Las encuestas daban un resultado apretadísimo entre Harris y Trump y ninguna auguraba el triunfo claro del republicano. Lo que demuestra, una vez más, los constantes errores de las encuestas de intención de voto en todas partes. Aunque quizás no sean errores, sino manipulaciones. Creíamos que lo del CIS de Tezanos era un fenómeno único de utilización de encuestas para influir en la opinión pública, pero estamos viendo que no es tan único. Y 2. Los inquisidores de la corrección política en todos los países de Occidente llevan ya muchos años, al menos desde que en 2015 anunció Trump que se iba a presentar a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, descalificándole de forma absoluta, así que, para cualquier ciudadano europeo normal, si no se toma la molestia de estudiar el asunto un poco más, Trump es una especie de monstruo.
Después de pillar por sorpresa, la victoria de Trump ha desconcertado y descolocado, cuando no contrariado totalmente, a la inmensa mayoría de gobernantes europeos, empezando por los nuestros.
Les ha pillado por sorpresa y les ha descolocado porque Trump en estas elecciones, con mucha más claridad que en las dos anteriores, se ha presentado como radicalmente opuesto al pensamiento woke. El wokismo es el movimiento político que, por ejemplo, permite el cambio de sexo de los niños, por medios quirúrgicos u hormonales, sin permiso de los padres, a lo que ya ha dicho Trump que va a oponerse radicalmente.
«Trump presentaba, como idea principal de su programa, su compromiso de acabar con el ‘wokismo’»
Y el pensamiento woke es la ideología dominante entre esa mayoría de gobernantes europeos, con Ursula von der Leyen al frente y con Sánchez de actor principal.
Si en Europa todas las derechas y las izquierdas del establishment están más o menos infectadas del wokismo, es normal que se hayan quedado desconcertadas ante el triunfo de un candidato que presentaba, como idea principal de su programa, su compromiso de acabar con ese wokismo dominante en la sociedad y en las instituciones estadounidenses.
No hay que cansarse de repetirlo, la ideología woke, eso de autocalificarse como únicos y legítimos representantes y defensores de colectivos oprimidos por razón de sexo (mujeres, homosexuales), raza (todas menos la blanca), religión (todas menos el cristianismo), más los animales, las plantas y, en último pero principal término, el planeta, es el disfraz que han adoptado los totalitarios comunistas a los que la Caída del Muro dejó huérfanos. Un disfraz tan habilidoso y tramposo que muchos políticos de la derecha, que deberían estar siempre en frente de cualquier tentación totalitaria, todavía no se han dado cuenta de lo que se esconde detrás.
Resulta que Trump ha sabido explicar claramente a sus conciudadanos lo que es el wokismo y la imperiosa necesidad de ponerle freno para salvaguardar la libertad de su país, que ha sido en la historia el máximo baluarte de la libertad, y sus conciudadanos lo han comprendido y le han dado plenos poderes para acabar con la supremacía moral y mediática de esa ideología tramposa y totalitaria.
«Considero atractivo el propósito de Musk, que va a ocupar un puesto prominente en su equipo de gobierno, de reducir el gasto público»
De Trump puede haber cosas con las que se puede no estar de acuerdo. A mí, por ejemplo, no me gustan sus actitudes proteccionistas en contra de los partidarios del librecambio, que considero más justo y beneficioso para los ciudadanos. Pero su decidida actitud de acabar con todas esas políticas woke, dictadas por personajes como Greta Thunberg o aplaudidas por el sanchismo y sus socios Frankenstein, no puede por menos de resultarme esperanzadora. Como también considero interesante y atractivo el propósito de Elon Musk, que va a ocupar un puesto prominente en su equipo de gobierno, de reducir el gasto público, y ha puesto como ejemplo que no es aceptable que los intereses de la deuda USA sean hoy en día mayores que todo el presupuesto de Defensa estadounidense.
De manera que, al margen de otras críticas que se le puedan hacer, los primeros efectos del triunfo de Trump están siendo muy beneficiosos para los defensores de la libertad. Aunque sólo sea porque está obligando a todos los partidos europeos de ideología liberal-conservadora a revisar su actitud frente al wokismo que nos invade, que, no me cansaré de repetirlo, es el disfraz más engañoso del comunismo más totalitario de toda la vida.
Trump ha acertado al identificar a su enemigo y los ciudadanos, hartos de ese wokismo, de sus exageraciones y de sus dogmas, empobrecedores como el de abolir las energías abundantes, baratas y limpias, le han dado este triunfo apabullante. En Europa, y en España en especial, el que no saque enseñanzas de este triunfo está condenado a ser dominado y aplastado por esos neocomunistas disfrazados de demócratas.