Teorías golpistas sobre el PSOE
«El actual partido hegemónico de la izquierda está echado al monte, con un líder narcisista y tóxico que cuenta con el beneplácito de ocho millones de españoles»
Existen dos teorías entre aquellos que observamos la deriva de un PSOE que alegre y encuadrado marcha hacia el caudillismo en su formato populista y contrario a la democracia. Por un lado están los optimistas que creen que el sanchismo es un paréntesis, una fiebre que ya pasará, y que tras Pedro volverá el «verdadero PSOE». Al otro lado se encuentran los pesimistas -algunos prefieren llamarse «realistas»- que sostienen que el socialismo siempre ha sido así. Dos cosas les unen. Una es que coinciden en la apreciación de que cualquier gobierno en la Unión Europea con la mitad de escándalos ya habría dimitido. Otra es que para MJ Montero los dos son «golpistas» por pedir que Sánchez se vaya a casa.
Las dos teorías tienen cosas ciertas. Es verdad que hubo una época en la que el PSOE parecía un partido homologable a la socialdemocracia europea. Así lo creyeron Willy Brandt, Olof Palme, Harold Wilson y otros tantos líderes izquierdistas de la Europa de los 70. Incluso una buena parte de la derecha española, como Fraga, sostuvo esta idea siempre. Era el PSOE que prefería el diálogo con los reformistas del tardofranquismo que la ruptura provocada por una movilización callejera que pregonaba el PCE. Hablamos del socialismo de González que negoció la Constitución, que envió al Ejército al País Vasco en 1983 a ayudar, que llevó a cabo la reconversión industrial, y que se mantuvo en la OTAN.
Sí, pero los optimistas que señalan al PSOE «verdadero» olvidan que fue el partido de la ley de 1985 que acabó con la separación estricta de poderes. Fue el partido del terrorismo de Estado con los GAL, con los numeritos frente a la cárcel, y con un González apoyando a los condenados. También fue el partido de la corrupción generalizada de inicios de los 90, que salía a escándalo diario, y que luego tuvo su spin off en la Andalucía de Chávez y Griñán, los héroes del congreso del PSOE de este fin de semana.
Ese PSOE «verdadero» fue el que eligió en el congreso del año 2000 a Zapatero, al que ahora repudian, para que no saliera José Bono. Ya puestos, ¿el zapaterismo fue otro paréntesis? De su etapa proceden los problemas aumentados por el sanchismo. Me refiero a la memoria histórica guerracivilista, y al pacto con los nacionalistas, incluido Bildu, para formar un bloque hegemónico que hiciera imposible la vuelta del PP al poder. Muchos socialistas del Antiguo Testamento, como Joaquín Leguina, acabaron denunciando el zapaterismo, pero no sirvió para nada.
Los pesimistas dicen que todo lo anterior es la realidad, y que no asumirlo es «PSOE state of mind», que consiste en pensar que si un socialista lo hace mal, delinque o miente, no es por lo erróneo de la idea socialista o porque el partido sea un timo, sino porque no era la persona adecuada para ejecutarla. El «PSOE state of mind» supone reconocer que el socialista siempre tiene razón. En este caso, los pesimistas dicen que es bueno recordar que el felipismo, el zapaterismo y el sanchismo fueron tres tendencias idénticas desarrolladas en momentos distintos. Si esto, dicen, no lo reconocen los optimistas, es que quieran jugar a ser los tontos útiles del PSOE.
«Ocho millones de españoles votaron al PSOE en 2023. Absolvieron lo que hizo su partido y lo que perpetra en la actualidad»
Los paladines del pesimismo -muy a su pesar, porque el tema les aburre por lo obvio-, dicen que Felipe González contradice su crítica a Sánchez cuando lleva la papeleta del PSOE a la urna electoral. Lo mismo hace Alfonso Guerra: muchas invectivas a Sánchez, pero poca consecuencia porque sigue votando a Pedro. En suma, para los pesimistas el PSOE no tiene remedio. Incluso dicen que si Page, en un golpe audaz, toma el poder en el partido socialista acabará siendo igual. Hay una parte del grupo pesimista, la que conoce bien los intríngulis de las organizaciones, que sostiene que Page desempeña el papel de criada consentida que nunca será la dueña de la casa.
Lo que olvidan los pesimistas es que casi ocho millones de españoles votaron al PSOE en las elecciones de 2023. Esa delegación de soberanía a través del voto, esa confianza en el sanchismo, supone que dichos ciudadanos absolvieron lo que hizo su partido y lo que perpetra en la actualidad. Qué le vamos a hacer. España es así. Esto es realismo político. Es preciso aceptarlo porque además no cabe el surgimiento de otro partido de centro-izquierda, socialdemócrata responsable, que ocupe ese lugar. Véanse los fracasos de UPyD o de Izquierda Española. Los malvados dicen que el objetivo del PP es justamente ocupar ese espacio. No entro ahora en ese debate.
El caso es que, y aquí coinciden las dos teorías, el actual partido hegemónico de la izquierda está echado al monte, corrupto hasta las trancas, pactando con rupturistas y ex terroristas, con un líder narcisista y tóxico a su frente que cuenta con el beneplácito de ocho millones de españoles. Y añado una coincidencia más: ambos piensan que solo una carambola electoral nos saca de esta.