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Fede Durán

La peste

«Quien revise los logros del presidente, su esposa, su hermano y los ministros más destacados del Gobierno llegará a la conclusión de que la España de 1978 es hoy un zombi a la deriva»

Opinión
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La peste

Fernando Grande-Marlaska, José Luis Ábalos, Pedro Sáncheaz, José Luis Rodríguez Zapatero y Koldo García. | Ilustración: Alejandra Svriz

Según su currículo oficial, Pedro Sánchez es licenciado en Económicas y Empresariales y doctor en la misma materia. Ese doctor se enuncia con asterisco: supuestamente, el presidente del Gobierno plagió varios pasajes de su tesis, circunstancia que en países como Alemania habría forzado su dimisión. A la política se dedica desde 2004, cuando debuta como concejal del Ayuntamiento de Madrid, luego el ilustre y muy honorable lleva dos décadas entregado en cuerpo y alma a mejorar el país que le vio nacer. No existe constancia de que Sánchez haya puesto fecha de caducidad a su vocación pública, cosa que sí hizo, por ejemplo, José María Aznar. España vale mucho más que una limitación de mandatos. 

La esposa del jefe, Begoña Gómez, falseó su trayectoria, pero fue tristemente descubierta: en realidad no es licenciada, aunque al menos finalizó el bachiller. Hoy sobrevuelan su rubia testa diversas imputaciones, casi todas basadas en un común denominador. Gómez asume con demasiada alegría funciones que no le corresponden. Resulta curioso que semejante versatilidad se traduzca en un balance de 40 euros en sus cuentas bancarias. Nada de ello, ni los posibles delitos, ni la aparente pobreza, ni el hecho de que tampoco ella haya dicho cuando piensa dejar de enredar, obsta a que los militantes socialistas la vitoreen como a la estrella del rock que verdaderamente es. 

David Sánchez, otro pariente (sanguíneo esta vez) del superlíder, se formó como músico, aunque sea imposible encontrar alguna de sus obras, magnas o minúsculas, en Spotify. El hombre debe tocar como los ángeles, ya que en apariencia dispone de tres pisos, miles de euros en acciones del BBVA y un pellizquito en criptomonedas. Resulta grandioso que su salario en la Diputación de Badajoz, un lugar al que raramente acude, fabrique tantas oportunidades. Es la educación financiera, estúpido, diría Bill Clinton, que sí tocaba el safoxón. 

Trianera como Susana Díaz, María Jesús Montero es vicepresidenta primera del Gobierno y, ay, ministra de Hacienda. Pese a su procedencia médica, le pirran los números, sobre todo si las cifras crecen cada año, tal y como demuestra su diarrea fiscal. Qué ocurre con esos millones al alza es un verdadero misterio, o tal vez no tanto, pues las mordidas del independentismo salen caras, los asesores no regalan su salario y el Falcon chupa de lo lindo rumbo a República Dominicana o Benicàssim, tanto da. Lo de los 40 euros de Begoña Gómez podría animar a la ministra a hacerle una inspección. Quizás de ahí rasque algo más de recaudación. 

Fernando Grande-Marlaska es ministro del Interior. Acercamiento de presos etarras a las cárceles vascas, condecoraciones de famosos comisionistas, Bildu y ERC en la comisión de secretos oficiales del Congreso, el coladero de las pateras, la extrañísima visita de Delcy Rodríguez, el grotesco paripé de Carles Puigdemont en Barcelona o el zurriagazo eterno del narcotráfico en Barbate, La Línea y otras zonas de la olvidada Andalucía amordazan su figura con un inmenso interrogante

José Luis Ábalos es una de las piezas fundamentales del caso Koldo. Exministro de Fomento (2018-2021), aún diputado en la Cámara Baja y mano derechísima (perdón) de Sánchez cuando el viento soplaba a favor, este señor advierte que la pelea judicial será cruenta. En el catre de Ferraz hay tantas mantas y tanta gente dispuesta a tirar de ellas que uno ya no sabe si, de coordinarse ese destape colectivo, el espectador visualizará en última instancia un cadáver devorado hasta los huesos. El muerto, claro, es la España configurada en 1978.

«Si Sánchez ya amnistió al secesionismo catalán, ¿qué le impide hacer lo mismo con su mujer o su hermano, si es que un temerario juez llega a condenarlos?»

El listín telefónico de ilustres socialistas, parientes de socialistas y amigos de socialistas podría extenderse como una alfombra hasta el infinito de la Enciclopedia Británica. Falta, por supuesto, José Luis Rodríguez Zapatero, invadido por una fiebre parecida a la de Montero (recaudar, pero para sí mismo) y empeñado en demostrar que la moral no se vende, en absoluto, sólo se alquila al mejor postor. 

Esta tropa nutre alegremente el concepto de la Cleptocracia, nuevo modelo de Estado en detrimento del amortizado Estado autonómico, y se entrega a una narrativa simple y eficaz, la misma en tantas ocasiones utilizada por regímenes apestosos de todo tipo: ellos mienten, nosotros somos La Verdad. Además, el PSOE es de izquierdas, repiten, como si una mentira enunciada en voz alta oliese de repente a legitimidad. Y ahí sigue la máquina del fango (rage against the machine) y ahí siguen los casposos espectros del post-franquismo. 

Nadie sabe cómo acabará este thriller. Sánchez aspira a la eternidad y gracias a la pachorra de Mariano Rajoy disfruta de un sistema electoral que favorece la figura del Gobierno engendro. Su idea, se intuye, es colonizar lo que le falta. Ya tiene la tele, al Constitucional, esas encuestas del CIS que beben de Julio Verne o Ray Bradbury, la malparada Fiscalía General del Estado, el respaldo (frágil) del independentismo, la post-DANA en manos de Mazón, a Ribera en Bruselas y un sinfín de cosas más. 

También dispone el jefe, que nadie lo olvide, del divino derecho de gracia. Si ya amnistió al secesionismo catalán, ¿qué le impide hacer lo mismo con su mujer o su hermano, si es que un temerario juez llega a condenarlos?

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