La igualdad no es una moda
«Conviene levantar la mirada hacia las mujeres y niñas de Afganistán, que padecen ablación y matrimonios forzosos no lejos de donde estamos»
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Mujeres manifestándose. | X
Durante años, en mis conferencias y redes sociales he manifestado a modo de claim que «la igualdad no es una moda», que no debe ser un elemento de propaganda coyuntural pues hablamos de Derechos Humanos, de una causa tan justa como es la de integrar en igualdad de condiciones y oportunidades a la mitad de la población mundial. De producirse estaríamos hablando del mayor cambio cultural del siglo XXI, con la consiguiente erradicación de brechas y desigualdades, si bien a tenor de lo que aún persiste y vemos, no parece que, queridos lectores y lectoras, vayamos a verlo ninguno de nosotros.
La necesidad de seguir avanzando se entiende muy bien si nos ceñimos a nuestro entorno más cercano. No resulta decente pensar que nuestras hijas vayan a padecer ante nuestra pasividad las brechas de nuestras madres, ya no digo de generaciones anteriores sin derecho a voto, con la mayoría de edad más retrasada, sin independencia para viajar salvo autorización del hombre que las «tutelara», sin independencia financiara, sin acceso generalizado a las universidades, sin presencia en la vida pública en definitiva. Cuando se lee esto, habrá quien piense que voy forzando contextos. Creánme que no; basta recordar que hasta la Carta de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948, las mujeres no estaban contempladas en ninguna Constitución, que la generalización del acceso a las universidades se produjo a nivel global en los años sesenta, que el voto generalizado llegó a países como Suiza o Portugal en los 70, que la libertad para trabajar sin autorización del marido se produjo en España en 1976, que en nuestro país las mujeres no pudieron viajar o abrir una cuenta corriente sin esa tutela hasta 1981. Creo que nadie en su sano juicio puede discutir que ese mundo bien está dejado atrás. Basta, como digo, que cada cual piense en sus hijas. Aunque sería conveniente levantar la mirada hacia las mujeres y niñas de Afganistán, hacia las pequeñas que padecen ablación y matrimonios forzosos no lejos de donde estamos.
Las conquistas que se han producido en las últimas décadas han venido por la determinación de las mujeres en conseguir su independencia y por los avances de la ciencia que les han permitido a ellas planificar su vida familiar, profesional y personal. Solo cuando esto fue posible, las mujeres pudieron exigir con plena determinación los cambios, a los que se fueron enrolando los Organismos Internacionales y los gobiernos. La recomendación de políticas activas en instituciones y empresas ha sido decisiva para normalizar el ansiado mundo 50&50 y para acelerar la inclusión de las mujeres en los centros de decisión y de poder. Aun así hoy, según el reciente índice de Closingap, en España se necesitarán 39 años para conseguir la igualdad real sin brechas de género, lo que en el resto del mundo, según el Foro Económico Mundial, serán 136 años, y ello a pesar de que el PIB mundial está perdiendo al menos un 20% de riqueza por no incorporar a las mujeres al mercado laboral en condiciones de igualdad.
Bien pues, ni con estos datos en la mano, la igualdad avanza. Hay diversos indicadores que muestran ya retrocesos políticos y de liderazgo en el mundo, que van a impactar negativamente en los avances producidos hasta ahora. El progreso de las mujeres según el Foro de Davos se ha desacelerado, si bien las tasas de empleo han aumentado. Esto quiere decir, lisa y llanamente, que el empleo de las mujeres es cada vez más precario y que sus limitaciones para promocionar salarial y profesionalmente son mayores.
«Ante esta situación, no parece que salten las alarmas a pesar de tener específicamente un Ministerio de Igualdad con políticas feministas»
Atención, también en España porque ante esta situación, que también nos afecta, no parece que salten las alarmas a pesar de tener específicamente un Ministerio de Igualdad, con políticas feministas, donde el Gobierno se declara feminista, incluso con política exterior feminista. Con los Presupuestos Generales del Estado prorrogados y las urgencias de pago hacia otros capítulos, el gobierno feminista está recortando el presupuesto de Igualdad para acciones «serias», y lo entrecomillo porque no hablo de «chiringuitos». El Pacto de Estado contra la Violencia de Genero sigue atascado y ayudas tan necesarias como las destinadas a los huérfanos de esta violencia, pongo por caso las que presta la Fundación Mujeres (de la cual tengo el honor de ser Madrina), están sufriendo mermas insufribles para seguir acometiendo su labor. Esta situación de recorte en lo esencial, en la protección y seguridad de las mujeres, en el impulso de su inclusión real y su liderazgo, es lacerante. Y debería interpelar a toda la sociedad sin color partidista alguno. Hablamos de Derechos Humanos, no de propaganda. Porque aunque parezca increíble, aún se dan casos como el de una menor, hija del asesino que acaba suicidándose tras matar a la madre y que, al cerrar la justicia el caso, ya no se computa como violencia de género para que la niña reciba una ayuda.
Quienes hemos creído que la democracia es el mejor de los regímenes políticos por cuanto se asienta sobre un Estado de Derecho que garantiza la libertad, la igualdad y la fraternidad, no nos resignamos a la pérdida de libertades y de igualdad que se han ido conquistando con muchísimo esfuerzo, con conceptos también universales como la cooperación y la solidaridad.
En España, hoy y ahora, el restroceso tiene una derivada política de coyuntura, lo cual agrava el problema en la medida que las razones son cortoplacista y partidistas. La igualdad, bandería de la izquierda que sin más apelativos refería a la de género, va perdiendo fuerza a medida que el bloque de gobierno apuesta por la desigualdad territorial. Poco a poco las reivindicaciones feministas bajan decibelios, las conmemoraciones del 25N Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres apenas tienen un telediario, los asesinatos machistas no tienen el relato social que tenían, en definitiva, la igualdad como principio que reconoce a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos (diccionario de la Real Academia de la Lengua) se va orillando, con la consiguiente merma de derechos para muchos colectivos.
Y ahí queda la derecha, sin agarrar decididamente este testigo porque la igualdad, si no se etiquetaba como «igualdad de oportunidades» daba repelús, nunca se luchó por compartirla con la izquierda. Por eso en el día y en la hora en que la igualdad ya no cotiza, podemos certificar el fin del progresismo y de las ideologías. Y lo que es peor: es la certificación de que la igualdad (de género) si que era una moda. Tremendo. Así es que atención mujeres porque lo que viene es retroceso. Aunque yo seguiré progonando mi claim.