Europa necesita un Elon Musk
«Si Donald Trump cumple con su promesa de subir los aranceles, el sector del motor europeo podría recibir su puntilla de muerte»
Europa está enferma, padece de burocratitis normativense. Esta dolencia acompañada de la fiebre del cumplimiento verde, digital y sostenible puede llevar a la muerte económica de la Unión Europea. El doctor Draghi ya hizo su diagnóstico hace unos meses, ahora falta que el nuevo gobierno europeo quiera y sea capaz de someterse al tratamiento indicado. Un cirujano como Elon Musk sería necesario para meter el bisturí en las carnes de una Europa envejecida y en lento declive.
Un Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge) como el que va a liderar el multimillonario americano nos vendría de miedo a los europeos. La UE se ha convertido en un regulador de la nada. Nos empeñamos en aprobar miles de leyes para sectores incipientes o que todavía no existen como el de la Inteligencia Artificial. El profesor Garicano escribía hace poco que España, que no tiene ninguna empresa puntera de IA, ya había creado la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial que incluye 10 departamentos.
Las pequeñas y medianas empresas europeas se sienten ahogadas por las obligaciones regulatorias que les vienen impuestas desde Bruselas. Miles de compañías europeas deben presentar informes de sostenibilidad (ESG) e informar sobre cuestiones sociales, medioambientales y de gobernanza. Aunque solo obligan a las empresas con facturaciones superiores a los 150 millones de euros, las pequeñas empresas se ven obligadas a cumplir si quieren seguir vendiendo a otras multinacionales. El coste de contratar a una consultora para que rellene casillas con miles de datos va desde los 150.000 euros para las no cotizadas al millón de euros para las que están en bolsa. Se puede entender que haya que cierta regulación, pero no tanta y en tan poco tiempo, que además no sustituye a la legislación nacional, sino que a veces la duplica.
Musk se queja de la regulación americana a la que quiere reducir a la mínima expresión, pero en comparación con la europea es mucho menor. Según el Financial Times entre 2019 y 2024, la UE elaboró 13.942 actos jurídicos, mientras que, en un período similar, Estados Unidos elaboró apenas 3.725 leyes y aprobó 2.202 resoluciones. El coste que supone esa regulación reduce la innovación y la productividad de las empresas. Ante esta situación no es de extrañar que sectores como el automovilístico estén en crisis. Volkswagen tiene previsto cerrar tres fábricas en Alemania, suprimirá miles de puestos de trabajo y reducirá los salarios un 10%. El elevado precio de la energía y una mano de obra cara no permite a la industria del automóvil alemana competir con los precios y la productividad de China en el sector del eléctrico; cuando además la normativa europea no permite los híbridos enchufables ni los extensores de autonomía basados en combustible que permiten que los vehículos con batería duren más. Si Trump cumple con su promesa de subir aranceles, el sector del motor europeo podría tener su puntilla de muerte. Algunos ingenieros alemanes ya han visto las orejas al lobo y se van a trabajar a China donde hay sectores mucho más innovadores que en Europa.
«La Unión Europea ha perdido el tren de la competitividad y la innovación respecto a China y los Estados Unidos»
No solo la regulación y la burocracia ahogan a las empresas europeas, conseguir financiación fuera de los bancos se ha convertido en un reto muy complicado. Según el Informe Draghi de los 147 unicornios (empresas emergentes valoradas en más de mil millones de euros) fundados en la UE entre 2008 y 2021, 40 han trasladado su sede fuera de Europa, la mayoría a los Estados Unidos. Los mayores inversores y fondos de capital riesgo están al otro lado del Atlántico, así que no es de extrañar que las tecnológicas europeas terminen cotizando en la patria de Trump. La UE todavía no ha completado su mercado único sobre todo en áreas que van desde el sector servicios a los mercados de capitales. La creación de este último es una asignatura pendiente en la que la UE lleva trabajando hace más de 10 años, pero sin éxito debido a que cada Estado protege a sus grandes empresas y no le interesa impulsar un mercado único de capitales.
Al final mientras unos envían cohetes reutilizables al espacio o desarrollan empresas de Inteligencia Artificial, otros hacemos tapones molestos en las botellas de plástico o regulamos sectores en los que apenas estamos presentes. Estados Unidos inunda la vida diaria de los europeos con plataformas digitales de redes sociales como X o Instagram y de streaming como Netflix, o con empresas logísticas como Amazon que se aprovechan de la red de entidades públicas europeas como Correos.
La Unión Europea ha perdido el tren de la competitividad y la innovación respecto a China y los Estados Unidos. Para jugar en el tablero mundial de las grandes potencias, la UE necesita crear un ambiente propicio para que crezcan los unicornios y se puedan financiar además de reducir la burocracia legal que tiene ahogadas a las pequeñas y medianas empresas. Europa necesita un Elon Musk, alguien que le ponga el cascabel al gato de la hiperregulación, sea capaz de innovar y crear tecnológicas europeas que puedan competir en el mercado mundial. De lo contrario, el famoso efecto Bruselas que ha permitido a la UE elevar estándares globales podría pasar a la historia.
El momento, con una presidencia francesa débil y una Alemania pendiente de elecciones a la vuelta de la esquina, no parece el más propicio; pero en un mundo que avanza a gran velocidad, el nuevo gobierno europeo de Von der Leyen no está para hibernarse durante unos meses, cuando los Trump y compañía esperan a la vuelta de Navidad.