Solidaridad, diálogo y bien común
«No podemos permitir, ha solicitado el Rey, que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía»
Pocos serán los españoles que no hayan sentido como propias las palabras y el espíritu del mensaje de Navidad del Rey de este año. Solidaridad, consenso y diálogo. Tres conceptos imprescindibles en nuestra sociedad, pero sobre todo en nuestra vida política. Un discurso en el que ha apelado a los sentimientos más nobles de solidaridad que se han vivido con la tragedia de Valencia, para la que ha pedido una mayor y más eficaz coordinación de las distintas administraciones en las ayudas. Junto a la solidaridad, ha pedido también que nuestra vida política recupere el consenso y del diálogo.
El Rey ha querido que su discurso de este año fuera el discurso de la solidaridad. El discurso de la dana. El discurso que no quiere olvidar que la mayor tragedia natural de España del último siglo se llevó por delante a más de doscientas vidas de compatriotas y que más de doscientas familias lloran esta noche la ausencia de uno de los suyos. Era de justicia, y también de humanidad, que en una noche tan especial como la de Nochebuena Felipe VI empezara sus palabras por recordarlos a ellos.
Solidaridad, esa palabra tan preciosa, necesaria y a veces olvidada, ha protagonizado buena parte del discurso real. Solidaridad con esos miles y miles de valencianos que vieron como en unas horas todo su mundo era destruido. Pueblos, casas, negocios o escuelas desaparecieron o quedaron reducidos a escombros. Solidaridad, ha recordado el Rey, fue la de aquellos vecinos que se jugaron la vida el día de la riada por salvar la de sus vecinos. No deja de ser relevante que Felipe VI, tras recordar el trabajo ingente de voluntarios anónimos y también de servidores públicos, haya manifestado que comprende y entiende la frustración, el dolor, la impaciencia, y también, ha dicho, «las demandas de una coordinación mayor y más eficaz de las administraciones». En el fondo, todas esas emociones, ha asegurado Felipe VI, proceden de una misma raíz: «la conciencia del bien común, la expresión del bien común, o la exigencia del bien común».
Especialmente significativo ha sido el llamamiento del Rey a la responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones públicas, «para que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política». Desde la neutralidad constitucional obligada, el monarca no ha evitado el manifestarse a favor de incidir en la obligatoriedad que deben tener todas nuestras administraciones en una mayor y mejor coordinación y eficacia para lograr el bien común.
Por eso, el segundo gran llamamiento de Felipe VI ha sido un canto al consenso como motor que une en torno a lo esencial y que debe orientar siempre la esfera de lo público. Adelantándose ante seguras críticas, de los que buscan más un bien particular que general, recordaba que la búsqueda del consenso «no es para evitar la diversidad de opiniones, legítima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido».
«Entiende Felipe VI que el diálogo es el caldo de cultivo que nos lleva a ese consenso como bien común para fortalecer nuestras instituciones»
Ha reivindicado que nuestros políticos busquen y creen ese espacio compartido, ese acuerdo en torno a lo esencial desde el que deben abordar los asuntos que nos preocupan. Felipe VI lo ha enlazado de forma clara y directa con la letra y espíritu de nuestra Constitución de 1978. De alguna forma, nos recordaba ese alma de la Transición que solo buscó el trabajar por el bien común. Con esa alma y ese esfuerzo se consiguió «el gran pacto de convivencia donde se afirma nuestra democracia y se consagran nuestros derechos y libertades, pilares de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho». Entiende Felipe VI que el diálogo es el caldo de cultivo que nos lleva a ese consenso como bien común para fortalecer nuestras instituciones y para mantener en ellas la confianza de toda la sociedad.
Su tercer gran llamamiento ha sido pedir el de pedir diálogo y serenidad a nuestra clase política. Una clase política cuya contienda, siendo legítima, ha dicho, está siendo en ocasiones atronadora. Tan atronadora que a veces «impide escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad». Un pacto de convivencia se protege dialogando, y resalta el Rey, que ese diálogo debe tener altura y generosidad. No podemos permitir, ha solicitado, que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía.
Ha tenido Felipe VI también palabras para otros problemas acuciantes que nos desbordan, como la inmigración, en donde ha pedido a todos un esfuerzo de integración, de respeto de las leyes y de reconocimiento de la dignidad que todo ser humano merece. A la vez que firmeza para luchar contra las redes y las mafias que trafican con personas. La vivienda ha sido otra de las preocupaciones abordadas por el monarca que ha insistido en el diálogo como vehículo necesario para conducir a soluciones que faciliten el acceso a la vivienda en condiciones asumibles, en especial para los más jóvenes y los más desprotegidos. Sin acceso a la vivienda se pone en riesgo, ha dicho, el bienestar de los proyectos de vida.
No ha olvidado referencias a la creciente inestabilidad internacional, donde ha dicho que se ve «cómo con demasiada frecuencia se cuestiona el derecho internacional, se recurre a la violencia o se niega la universalidad de los derechos humanos… Incluso se llega a discutir la misma validez de la democracia como sistema de gobierno». Frente a ello, Felipe VI ha exhortado, junto a los demás países de la Unión Europea, a seguir defendiendo con convicción y con firmeza las bases de la democracia liberal, de la defensa de los derechos humanos y de las conquistas en bienestar social.
«Con solidaridad ha empezado y con solidaridad ha terminado, recordando que hay todavía municipios y comarcas afectados por las riadas»
Solidaridad, consenso y serenidad han sido los tres ejes del discurso real. Tres sueños reales que comparten millones de ciudadanos. Tres objetivos que parecen casi imposibles en nuestra vida política actual. Tres ideales que nos llevaron a la Constitución del 78 y que, pese a los deseos del Rey, ahora suenan como debilidades en un gobierno acosado por su mayoría inexistente, los escándalos de corrupción que le rodean y una oposición matemáticamente incapaz de gestionar ningún cambio.
Con solidaridad ha empezado y con solidaridad ha terminado, recordando que hay todavía municipios y comarcas afectados por las riadas. «Que la solidaridad que nos ha unido, ha dicho Felipe VI, en los momentos más difíciles siga presente en cada gesto, en cada acción, en cada decisión. Que las ayudas lleguen a todos los que lo necesiten, para que puedan reconstruir el futuro». «Cuanto antes lo consigamos, más reforzaremos nuestro sentido de comunidad, nuestro sentimiento de país».
Ha sido un real discurso de la solidaridad. Un discurso necesario que debiera ser leído con calma por gobierno y oposición para que no quede solo en un discurso.