THE OBJECTIVE
Juan Luis Cebrián

¿Necesitamos un guardián de la mazmorra?

«No tenemos un Musk al que encargar la desburocratización de España. Bastaría que alguien evitara la deriva autocrática de los mediocres que dictan leyes sin leer»

Opinión
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¿Necesitamos un guardián de la mazmorra?

Elon Musk estrechando la mano con Donald Trump. | Reuters

Europa corre el riesgo de convertirse en un museo al aire libre. Esta frase se atribuye a Elon Musk en un excelente artículo sobre él, firmado por Luis Sánchez Merlo, quien fuera secretario de la presidencia española con Leopoldo Calvo Sotelo en plena transición política. Se la escuchó al propio Musk durante una conversación privada hace casi una decena de años. Hay que decir que el controvertido fabricante de Tesla y de SpaceX, amén de propietario del antiguo Twitter, acertó en la previsión. La irrelevancia europea en la revolución tecnológica, su recurrente e improductiva nostalgia y su reclamo de un modelo de funcionamiento del Estado-nación cada día más incompatible con la civilización global, son pruebas evidentes de ello.

El mejor conocimiento que del propio Musk tengo me lo proporcionó la lectura de su biografía escrita por Walter Isaacson. No aventuro el número de diputados, opinadores y periodistas españoles que habrán leído el libro, pero deberían hacerlo cuanto antes si quieren comprender algo del significado de su incorporación al equipo de Donald Trump. Este, como Maduro, Sánchez, Bolsonaro o tantos otros, se comportó en su primer ejercicio como lo que es: un psicópata aferrado al poder que le dieron las urnas contra toda caución moral o intelectual. Ya he comentado en otras ocasiones que cualquier presidente o primer ministro, independientemente de su ideología, tiende a desarrollar psicopatías múltiples, cuyas consecuencias funestas padecen luego las sociedades que administran.

Lo interesante de Musk es que él mismo reconoce su condición de bipolar, ilustrada por su propio comportamiento, víctima del síndrome de Asperger. Lo que demuestra que políticamente será lo que sea (en su tiempo votó demócrata y en la reciente campaña ha sido un bastión republicano), pero no un mentiroso, como la mayoría de los políticos profesionales. Contar con quien dice la verdad en la cúpula del poder de la todavía primera potencia mundial es una novedad excitante.

Musk se incorporará a la Casa Blanca como alguien fuera del gobierno, encargado precisamente de dirigir con absoluta independencia y bajo la autoridad única del presidente el Departamento de Eficiencia Gubernamental. El empeño no es baladí ni nuevo en la Historia. Personalmente, he conocido a algunos ministros de la desburocratización del Estado en diversos países de América Latina y siempre me he preguntado cómo se puede contratar a un burócrata para que acabe con la burocracia, cosa que en ninguno de los precedentes conocidos se consiguió. Musk tiene fama, justamente ganada, de ser un hombre rudo en la gestión de sus empresas, en las que llevó a cabo despidos multitudinarios. Y explicó a Sánchez Merlo uno de los pilares de su filosofía del éxito: «Si otros tienen semanas laborables de 40 horas y tú haces 100, lograrás en cuatro meses lo que a los demás les lleva un año».

No es nada nuevo entre nosotros la ineficacia administrativa, el marasmo de leyes, regulaciones, prohibiciones o recomendaciones obligatorias en muchas actividades de todo tipo, sean normas europeas, nacionales, autonómicas o locales; o la falta de respeto al contribuyente; la escasez informática en determinados departamentos; la arrogancia frente los ciudadanos, convertidos en súbditos; y tantos abusos y desprecios que entorpecen, retrasan y muchas veces impiden la iniciativa privada para mejorar la vida de la gente. El vuelva usted mañana de Larra se ha convertido en un vuelva usted dentro de meses, o espere al teléfono que alguien le responda si eso le sucede algún día.

«Los diputados de nuestra actual legislatura no son muy aficionados a leer las leyes que aprueban»

La libre designación de empleados públicos con poca experiencia y ninguna formación como sistema nada oculto de compensar o pagar fidelidades y obediencias a la dirección del partido de turno es una lacra protagonizada sin distinción de ideologías. Algunos nombramientos similares a los de la llamada trama Koldo, a comenzar por el del titular del apellido como consejero de administración de empresas filiales de Renfe, son ejemplo de ello.

Pero los despropósitos no cesan por más que la opinión pública los denuncie. Ha caído en mis manos un ejemplar del Boletín Oficial del Estado del 27 de diciembre pasado en el que se publica la aprobación del Plan Estadístico Nacional 2025-2028, que entra en vigor hoy mismo. El decreto en sí apenas tiene 20 páginas, pero los cinco anexos que lo acompañan, y que son de obligado cumplimiento, superan las 200. Los diputados de nuestra actual legislatura no son muy aficionados a leer las leyes que aprueban, limitándose a ejercer el voto que la dirección del grupo parlamentario indica, bajo multas y sanciones si no se cumple el mandato. Y yo soy de los que opinan que la famosa frase de Churchill en el sentido de que «en el mundo hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas» continua vigente. Pero la vida económica y política no pueden vivir sin ellas.

De todas formas recomiendo a los señores parlamentarios que echen un ojo al decreto desde hoy en vigor, porque afecta a los derechos de los ciudadanos cuando insiste en la obligatoriedad legal de entregar todos los datos requeridos por las autoridades estadísticas salvo los referidos al origen étnico, opciones políticas religiosas o ideológicas, a la intimidad familiar o la orientación sexual de las personas. Y aunque se promete confidencialidad sobre los microdatos utilizados y obtenidos por el sistema informático, un gobierno incapaz de informar sobre los vuelos del avión presidencial, atrapado en el escándalo de la imprevisión y la falta de respuesta a la catástrofe de la dana valenciana, o sometido a interrogantes potencialmente delictivas en la contratación de mascarillas sanitarias, no merece la confianza a la hora de garantizar el uso legítimo de la información privilegiada.

Para empezar, los redactores del decreto y sus anexos deberían estudiar el idioma oficial del Estado, es decir, el español. Valga como ejemplo de su arrogancia y estupidez el hecho de que en el anexo número 1 se trata de explicar que las grandes empresas multinacionales llevan a cambio (cito textualmente) «actividades de merchanting, processing, factoryless production y outsourcing». Para añadir después que es preciso trabajar «en el profiling intensivo de los grupos multinacionales con matriz residente en la economía nacional». Y terminar solicitando la «publicación nacional de un dashboard de globalización».

«Un puñado de grandes empresas tienen más poder de decisión que la mayoría de los gobiernos del mundo»

Ante la confusión del documento sobre un tema en el que por lo demás ni soy ni quiero ser experto, mi conclusión es que a través del sistema estadístico, y so pretexto de mejorar la política económica, el Estado puede hacerse con enorme cantidad de información sensible referente a personas, empresas e instituciones públicas y privadas. Y aunque existen referencias genéricas a la transparencia y confidencialidad exigible, conviene establecer un debate al respecto en lo que concierne a la defensa de derechos fundamentales.

Todo esto sucede en medio de un cambio de civilización en el que un puñado de grandes empresas, americanas, europeas o chinas, tienen más poder de decisión y más recursos científicos, técnicos y económicos que la mayoría de los gobiernos del mundo. Por ello, el Estado Nación, si quiere sobrevivir, tendrá que acomodar su comportamiento al multilateralismo y la globalidad, sin perder de vista que la democracia es un régimen basado en la dignidad de las personas y sus inalienables derechos individuales.

No tenemos un Elon Musk al que encargar la desburocratización de España, a comenzar por los cientos de asesores de imagen del poder político pagados con los impuestos de los ciudadanos. No sabemos por lo demás como acabará el idilio entre Musk y Trump cuando el primero mantiene lazos sólidos con China y el gobierno de Pekín, que se supone es el principal objetivo a abatir por la Casa Blanca. Las raíces intelectuales de Musk radican tanto en su licenciatura en física por la universidad de Pensilvania como en sus cientos de horas dedicadas a los juegos de rol, especialmente al de Dragones y Mazmorras. Eso le encaminó a vivir la vida como un héroe imaginario de una aventura inacabable que le ha convertido en uno de los seres más atípicos del escenario mundial: a los 53 años es el hombre más rico del mundo gracias a su iniciativa visionaria.

Parece el símbolo de una nueva civilización, planetaria y digital, y acaba de convertirse, él mismo, en el guardián de la mazmorra: el que evita que los dragones devoren a los héroes. En nuestro caso bastaría con que alguien evitara que progrese la deriva autocrática de cuantos mediocres dictan leyes y decretos que ni siquiera leen. Alguien que fortalezca a la sociedad civil frente a la corrupción, el estruendo y la memez de la partitocracia.

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