THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

Perplejidad

«Sánchez se mantiene porque es difícil ganar a un adversario sin principios; que siempre llegará más allá de lo que cualquier persona honrada puede llegar»

Opinión
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Perplejidad

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hemos pasado la última hoja del calendario y Pedro Sánchez continúa al frente del Gobierno.

Cualquiera que conozca mínimamente la vida política debe sentirse tan perpleja como yo misma, pues nunca España ha tenido peor presidente aunque la senda del mal la marcó Zapatero, al que Sánchez ha adoptado como asesor y consejero. Sin embargo logra sobrevivir a toda suerte de escándalos y a la mayor corrupción moral que se ha vivido en democracia. La ha habido con más dinero llegado ilegalmente a bolsillos que no correspondían, pero es mayor pecado corromperse por falta de principios, que por cobrar o pagar comisiones, y engordar la cuenta corriente tomando decisiones a conveniencia de quien le promete un futuro sin agobios económicos.

De corruptos andamos sobrados en la España actual, aunque los jueces dirán la última palabra; con el agravante de que algunos de los corruptos tienen mano en el BOE para conceder o eliminar cargos o, más importante, para hacer borrón y cuenta nueva en biografías delictivas. Indigna el exceso de generosidad en la concesión de amnistía e indultos. Como ha ocurrido con los independentistas y, más recientemente, con una serie de encausados en el escándalo de los ERE, el mayor caso de corrupción visto en España.

En ese escenario, que en cualquier país provocaría un rechazo masivo al jefe de Gobierno, causa perplejidad, asombro, que Pedro Sánchez maneje el timón. Excepto la sociedad civil, que conoce bien los problemas que afectan a los españoles, que pisa la calle y no duda en expresarle su animadversión al presidente de Gobierno cuando pisa esa calle, causa incredulidad que el principal partido de la oposición no acierte en su estrategia y Sánchez siga adelante sin despeinarse: no ve peligro en el PP. Causa incredulidad que las grandes figuras del Ibex le sigan haciendo la ola aunque un poco menos que hace un par de años; pero permitiendo con su tibieza que Sánchez se crea seguro.

Causa perplejidad que algunos medios de comunicación que desde la izquierda hicieron historia en la defensa de la democracia, hoy abracen el sanchismo como si fuera una izquierda democrática, cuando es un movimiento que defiende causas contrarias a la que ha defendido siempre el PSOE, por poner solo un ejemplo. El PSOE que defendió la transición inteligente de una dictadura a una democracia y que hoy ve cómo un dirigente que sigue enarbolando sus siglas y presumiendo de puño y rosa, desde la misma Moncloa, con todo el poder que eso significa, pretenda cargarse la Transición. No con palabras como hace desde hace años, sino desenterrando de nuevo a Franco para echar abajo lo que hizo grande la Transición: la reconciliación.

«Causa perplejidad que todo un fiscal general del Estado, el primero en ser imputado en democracia, se mantenga en su cargo»

Transición que cambió España sin justificar ni una sola de las actuaciones del dictador, pero cerrando heridas con decisiones indispensables: reconocimiento público de figuras de la república que merecían una reparación profesional y personal, fueran políticos, militares, intelectuales o gente de la cultura; e iniciar una nueva época dejando atrás venganzas que solo servían para prolongar aún más el dolor de la guerra civil.

Pero por encima de todo causa perplejidad que todo un fiscal general del Estado, el primero en ser imputado en democracia, se mantenga en su cargo sin mostrar la menor sombra de preocupación. Se echa de menos la dignidad en una serie de personas que no solo presumen de tenerla sino que están obligada a tenerla. Y causa perplejidad que una serie de jueces y fiscales muy cercanos al Gobierno o que forman o han formado parte del gobierno, apoyan sin fisuras iniciativas de Sánchez que minutos antes de que las anunciara habían expresado por activa y por pasiva que les parecían ilegales, impensables, intolerables. Y no solo eso, sino que dudan de la profesionalidad de compañeros, y en muchos casos amigos, que claman contra decisiones que consideran contrarias a la ley. Como ellos mismos antes de sentarse en una mesa ministerial.

Se inicia el año con un presidente que, como primer acto de agenda, intenta poner zancadilla al Rey invitándole a un acto con trampa: que acuda a la inauguración de un ciclo con nombre mendaz «España en Libertad», vinculándolo con el recuerdo de la dictadura de Franco. Se trata de presentar a Sánchez como impulsor de unos cambios que detesta que los hayan realizado sus antecesores. Pretende promoverse como el Gran Presidente del Cambio, el Ser Supremo del Antifranquismo, el Recuperador de las Libertades.

Cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder, aunque a su alrededor su clac le insiste en que el PP tiene escasas posibilidades de éxito.

«Sánchez se mantiene porque Sumar se desmorona y él se lleva un buen puñado de sus votos»

Sánchez se mantiene porque Sumar se desmorona y él se lleva un buen puñado de sus votos. Se mantiene porque es difícil ganar a un adversario que, como él, carece de principios; ese adversario siempre llegará más allá de lo que cualquier persona honrada puede llegar; y se mantiene porque está rodeado de personas que, junto a él, se han dejado en el camino los valores que defendían.

Pero todo lo bueno se acaba. Este año o el próximo, o los siguientes, acabará. Y acabará mal para Pedro Sánchez. Como ocurrirá con Maduro, del que Sánchez no se despega aunque sabe, como sus ministros, que no ganó las elecciones.

Por eso, entre otras razones, podemos escribir, sin sonrojo, que llena de perplejidad que destacados sanchistas no hayan actuado con la obligada dignidad.

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