Los orígenes poscoloniales, queer y woke del Gobierno y sus satélites
«Da igual que no existan argumentos. Todo está justificado con el fin de atacar la memoria histórica del imperialismo europeo que ya hace décadas no existe»
Detrás de todas las ideas que nos escandalizan a diario provenientes de este partido socialista cómplice de Sánchez y de sus socios más extremistas: Sumar, Más Madrid, Podemos y otros grupúsculos -mención aparte merecen los independentistas- hay una corriente internacional en la que ellos se inscriben. Esta consiste no solo en derrocar a las democracias occidentales implantando un totalitarismo de nuevo cuño, sino que también quieren imponer otros conceptos sociales antagónicos. El poscolonialismo rechaza la verdad objetiva en favor del constructivismo cultural. Reescribir la historia desde la perspectiva de los oprimidos. Para ellos, el conocimiento no se encuentra investigando científicamente sino que se fabrica, incluso, desde la falsedad consciente. Y hay que hacerlo con lo que se denomina el «relato» y con el activismo político.
En el libro ¿Puede hablar el subalterno? de Spivak, este autor lo centra en el lenguaje y expresa su preocupación por el papel que juegan las estructuras de poder constriñéndolo. Para este ensayista los subalternos nunca han tenido acceso al discurso. Y basándose en Edward Said y Michel Foucault, desarrolla el concepto de «violencia epistémica». Es decir, el daño que los discursos dominantes infligen en los colonizados cuando marginan sus propios conocimientos y su estatus como dueños de los mismos. Para ellos, el revisionismo histórico es un pilar esencial. Hay que reescribir absolutamente toda la historia pues ha estado al servicio de la agenda política de los poderosos. Los métodos rigurosos, por ser «positivistas», están envenenados de prejuicios. Un conjunto de todo esto es lo que este Gobierno «progresista» ha venido llevando a cabo durante los últimos años, tratando así de amañar a su conveniencia la historia de nuestro pasado siglo XX. Y, curiosamente, los más avezados en esta falsificación son los hijos y nietos del propio franquismo: eliminar las relaciones de poder sobre las que se apoya lo que ha sido hasta ahora la «producción de la historia».
« Los poscolonialistas, como los de este régimen autocrático en el que vivimos, afirman que no se puede fiar uno de la historia porque la han hecho los vencedores»
Los poscolonialistas, como los de este régimen autocrático en el que vivimos, afirman que no se puede fiar uno de la historia porque la han hecho los vencedores. Incluso concluyen que todos los historiadores, ¡todos!, son cómplices. Atacan a la racionalidad porque es una forma occidental de pensamiento. Sus demonios esenciales son el eurocentrismos, lo blanco, lo heteronormativo y lo masculino. Frantz Fanon, un ensayista martiniqués, en el año 1952, ya publicó un libro que se titulaba Piel negra, máscaras blancas. Era un virulento ensayo contra el racismo y el colonialismo. Si se hubiera basado en juicios racionales, por yo estaría totalmente de acuerdo, por supuesto. Pero sus opiniones eran más bien acientíficas, emocionales, resentidas y sin referentes. Luego ayudó a crear una teoría poscolonial con su obra Los condenados de la tierra. Subrayaba la supuesta negación sistemática por parte del colonialismo de la condición humana de los colonizados, así como el borrado de la identidad y la dignidad. Defendía como necesaria la violencia y la integración en la izquierda más radical, es decir, el marxismo-leninismo soviético. Había que colaborar en la destrucción de las democracias liberales. El pie de guerra era contra la cultura, la economía, las diversas creencias, los idiomas nacionales y sus sociedades.
Edward Said en su libro Orientalismo, trató de destruir los tópicos de Occidente sobre Oriente y, al final, construyó otros. Decía, por ejemplo, que Occidente se conforma a sí mismo, mientras que Oriente lo hizo a través de la forma en la que habla. Que Oriente era supersticioso, mientras que Occidente era racional. Que Occidente era honesto y Oriente engañoso. Que Occidente era «normal» y Oriente exótico. O que Occidente era avanzado y liberal mientras que Oriente era primitivo y bárbaro. Según él, palestino educado, además de profesor universitario en los EEUU, todos estos estereotipos eran permanentemente remachados por los discursos occidentales. Said puso como ejemplo de todas sus diatribas contra el racismo, el colonialismo y el anti occidentalismo, a la novela de Conrad, El corazón de las tinieblas (1899).
El poscolonialismo se basa en un «esencialismo estratégico», es decir, en la conformación de una identidad grupal monolítica como la de los colonialistas. Se trataría de deconstruir el lenguaje de ellos y crear otro propio y agresivo. De devaluar las formas de conocimiento blancas y occidentales, pues son propiedad de los tiranos y dar la voz a las orientales con el fin de equilibrar el desajuste de poder. De ahí viene la sustitución de los estudiantes blancos por negros, e igualmente el profesorado, en ciertas universidades fundamentalmente norteamericanas. Es el NUS (National Union Of Students) en Gran Bretaña. Criticar, problematizar y desacreditar el conocimiento occidental. Retirar obras de arte, estatuas, libros, imágenes o suprimir departamentos universitarios. Y todo esto sin criterio científico alguno como pretende llevar a cabo nuestro ministro de Cultura. Campus de minorías étnicas y raciales basados en el origen étnico. Es decir, la construcción de un nuevo racismo a la inversa. No favorecer la integración sino la desintegración: no solo hay que mantener sus raíces sino también imponerlas.
Deconstruir tiempo y lenguaje y desaparición de lo individual frente a lo grupal selectivo. La ciencia, la razón, el empirismo, la objetividad, la universalidad y la subjetividad son maneras de conocimiento muy sobrevaloradas por los colonialistas. Hay que anteponer las emociones, la experiencia, las costumbres, las tradiciones, el chamanismo, la falta de libertad según nosotros la entendemos. Los dos mundos son enemigos y no pueden ser compatibles. Andrew Jolivette se lo inventó en su libro titulado Research Justice: Methodologies For Social Change. Da igual que no existan argumentos, ni razones, ni motivos, o que haya contradicciones y no existan pruebas, todo está justificado con el fin de atacar la memoria histórica del imperialismo y el colonialismo europeo que ya hace décadas no existe. Contra todo, pero sobre todo contra la ciencia y contra la razón. También contra la sanidad. El conocimiento indígena naturista prevalece.
El mundo woke coloca por encima de todo los estudios étnicos. Genios blancos y varones deben ser apartados para dar paso a otros mundos más puros e inocentes, hasta ahora despreciados según ellos. Todo este sistema de enseñanza ya implantado en los EEUU está provocando desafección y rechazo por el propio país al que se le califica de racista, fascista, sexista y, en su lugar, subvencionando a confesiones religiosas indígenas y asociaciones llenas de odio. Califican a la mayor democracia mundial como genocida. La Cultura de la Cancelación, bajo el supuesto progresismo de izquierdas, esconde el pensamiento único que opera al margen de las reglas del Estado de Derecho. Algo que ya está practicando nuestro autócrata local. Es decir, el ataque a la prensa libre, a la justicia, a la Constitución y a la Monarquía parlamentaria.
¿Y los abusos contra los Derechos Humanos, y los abusos contra la mujer y el mundo LGTB y las minorías sexuales y religiosas, esto no es opresión y no hay que defenderlo siempre y en todo momento, no solo cuando se cree políticamente conveniente? ¿Y por qué no se manifiestan contra las tiranías opresivas en países como Irán, Afganistán, Rusia o China, entre otros muchos lugares? Todo este submundo se calla y oculta los abusos salvo si los agresores son occidentales y blancos, judíos o cristianos, y defienden la democracia liberal. Para ellos solo el Islam es liberal y sus reclamaciones y agresiones, justas. La ideología Queer es, si cabe, todavía más reproductora de los vicios que condenan. Ponen en duda las categorías del sexo-género-sexualidad. Dudan de la realidad biológica a la cual consideran opresiva y artificial, producto precisamente de los discursos dominantes. Para ellos, el lenguaje construye un sentido de lo que es “normal”, generando y manteniendo categorías rígidas de sexo (macho-hembra); género (masculino-femenino) y sexualidad (hetero-gay-lesbiana-bisexualidad), codificando a las personas en ellas.
La ideología Queer elimina todos los límites por ser arbitrarios y opresivos. Está contra todo lo binario que es lo que significa Queer. Así se permite que una persona sea a la vez hombre, mujer, o ninguno de los dos. O presentarse como masculina, femenina o neutra. Adoptan cualquier sexualidad, una o múltiple a la vez, y cambian cuando plazca algunas de estas otras identidades. Su lucha contra la normatividad los lleva a defender la pedofilia o la zoofilia (mientras no se dañe al animal correspondiente) y otras patologías. La ideología Queer se autocalifica como ininteligible porque sería caer otra vez en una «nueva» normalidad. Se admite todo lo que está en desacuerdo con lo normal, legítimo y dominante. Para ellos, el cáncer de la sociedad se encuentra en el patriarcado, la supremacía blanca, el imperialismo, la democracia, el liberalismo, la heteronormatividad, el mundo judeocristiano y, en realidad, en todas las columnas esenciales que han sostenido nuestra sociedad desde siglos. Poscolonialismo, Woke, Queer y un sinfín de ideologías mefistofélicas apoyan la violencia contra los blancos (todos ellos racistas de nacimiento), contra los hombres (todos sin excepción sexistas por naturaleza), y contra la cultura y civilización occidental. Para ello, la destrucción de la democracia es esencial. El sexo no es biológico. El lenguaje y los idiomas son nefastos por ser publicitarios. Hay que negar la identidad de género y extender el odio social.
Las referencias a las clases sociales apenas existen excepto que tengan alguna relación con una forma de marginalidad o identidad. La clase trabajadora se siente ajena a la izquierda, la acusa de haber adoptado preocupaciones propias de la derecha y de estar al frente de los sindicatos personas pagadas y compradas por el poder. Un buen ejemplo lo tenemos en nuestro país con CCOO y UGT, hoy fieles siervos del sanchismo. Todos estos movimientos a los que nos hemos venido refiriendo tienen una cerrazón total a cualquier tipo de discusión pública, pues su voluntad es absolutamente autoritaria.
Las democracias liberales occidentales defienden la categorización y la claridad, los valores humanos universales e individuales, la dignidad humana, fomentan la discusión y el debate para llegar a la verdad, aceptan las críticas y se autocorrigen, fomentan la igualdad de todos y la división de poderes y las constituciones votadas. Y tratan de integrar a todas las razas con respeto, pero bajo la ley común. El mundo poscolonial, Woke o Queer elimina las categorías y difumina los límites, está a favor únicamente de la identidad de grupo y de las políticas identitarias. Son maestros en el victimismo, rechazan la discusión y el debate, defienden que la verdad es un juego del lenguaje, no admiten críticas, desarrollan un cinismo radical ante la posibilidad de progreso y colaboran en la destrucción de nuestras instituciones. No nos olvidemos que la libertad de debate es un derecho humano recogido en las Constituciones y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
De las muchas y graves conclusiones que se pueden sacar de estas ideas que ya están tomando formas físicas muy peligrosas, es la entronización del bulo, la desinformación y la mentira absolutamente descarada por parte del poder. Eso es un insulto contra la ciudadanía. Es lo que está haciendo permanentemente nuestro Presidente del Gobierno que piensa que todos los españoles somos una clase inferior a su egolatría enfermiza y a su profunda incultura. Maestro en el arte de la mentira, caracterizada por la intención de engañar y manipular a través de la información. Y en este fango no solo nos tiene el sanchismo; sino también sus colaboradores más inmediatos como las (diversas) Montero, Iglesias, Yolanda Díaz, Belarra, Urtasun y demás satélites confabulados con el horror y la perdición a la que nos están conduciendo.