THE OBJECTIVE
Jose María Calvo-Sotelo

La trampa de lo verde

«El libro de Fernández-Cuesta afirma que la política de reducción de emisiones está lastrada por las interpretaciones decrecentistas del desarrollo sostenible»

Opinión
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La trampa de lo verde

Alejandra Svriz

Nemesio Fernández-Cuesta Luca de Tena (Madrid, 1957) acaba de publicar un libro bien anclado en sus más de cuarenta años de experiencia profesional en el mundo de la energía, con la doble amarra de su paso por el sector público y el privado. Su largo título – «No se trata de si es verde o no, sino de si elimina o reduce las emisiones» (Deusto, noviembre 2024) – nos advierte que su principal empeño es identificar las soluciones tecnológicas y políticas al reto del calentamiento global. Al mismo tiempo, el autor nos desgrana las debilidades en este frente de la acción política europea y de la diplomacia multilateral de Naciones Unidas, que con su «incorregible tendencia a mezclarlo todo» y su «heterogeneidad de propósitos» difumina y debilita el objetivo de reducir emisiones. 

Como buen conocedor del mundo del petróleo y del gas, que Al Gore no dudaría en identificar como el lado oscuro de la fuerza, el autor sabe bien lo difícil que es competir contra los combustibles fósiles, que continúan copando el 80% del consumo mundial de energía gracias a la facilidad de su manejo, a su versatilidad y a su bajo coste. La generación de electricidad con tecnologías renovables puede ofrecer costes inferiores a las fuentes fósiles, pero, como dice Fernández-Cuesta, «los números cuadran mal» para el resto de tecnologías que a día de hoy ofrecen soluciones de descarbonización a la industria o al transporte marítimo y aéreo, por ejemplo. Cómo reducir ese mayor coste, el green premium de Bill Gates, cómo conseguir reducirlo debería ser el objetivo número uno de cualquier política económica que promueva la reducción de emisiones. El objetivo número dos es decidir quién paga los sobrecostes inevitables de esta transición energética hasta alcanzar su despliegue completo. A estos objetivos dedica el libro dos capítulos titulados muy lacónicamente «La política» y «El dinero». Poderoso caballero es don dinero. Hablando de política y de dinero, el autor se expresa de manera franca y razonada. Ambas cualidades son muy de agradecer en los tiempos que corren, en los que se abusa o bien de lenguajes alambicados y abstrusos (al estilo del newspeak de Orwell), o de la francachela y el exabrupto.

«El desarrollo sostenible en sus versiones más intervencionistas y utópicas dificultan y distraen del camino principal que es el de la reducción de emisiones»

Muy certeramente Fernández-Cuesta afirma que la política europea de reducción de emisiones «está construida desde el determinismo«. La Unión Europea ha construido un enorme mecano legislativo que presume de ser capaz de anticipar con toda precisión la transición energética de aquí al 2050, «estableciendo la dirección a seguir, sin apenas conceder margen de maniobra», ni en la gestión de los tiempos ni en la maduración de las tecnologías. Esta «notable inclinación intervencionista» que alumbró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992 permeó toda la legislación europea de reducción de emisiones, que en palabras del autor «está hecha por ecologistas» y «carece de una aproximación económica sensata». Esta es la tesis principal del libro: que la «trampa» de lo verde y del desarrollo sostenible en sus versiones más intervencionistas y utópicas dificultan y distraen del camino principal que es el de la reducción de emisiones. Así, Fernández-Cuesta nos llama la atención sobre conceptos indeterminados como el de la producción y el consumo insostenibles, que nos llevan a la idea equivocada del decrecimiento como solución a todos nuestros problemas. Y nos muestra el ejemplo de cómo la Unión Europea cae en esta trampa con su directiva sobre Eficiencia Energética de 2023, en la que obliga/coacciona a los Estados Miembros a reducir su consumo final de energía para 2030 ¡en un 12% respecto de la de 2020! Claramente, el gran mecano normativo de la UE no había previsto el advenimiento de la inteligencia artificial ni el consumo incremental de energía que traerá consigo. La UE se equivoca tratando de reducir el consumo, porque lo que hay que reducir son las emisiones sustituyendo las fuentes fósiles por otras bajas en carbono: «el crecimiento económico supone un incremento en el consumo de energía que no tiene por qué ser ni pernicioso ni rechazable».

Pasando de la política al dinero, Fernández-Cuesta hace un repaso ordenado del «inmenso ejercicio de inversión» que supone la transición energética, empezando por las diferentes maneras de estimar las billonarias inversiones, pasando por el análisis de las estrategias para movilizar la inversión pública y privada, y terminando con la financiación de la transición para los países en desarrollo. En este capítulo es de destacar la crítica que el autor hace del modelo europeo para movilizar la inversión sostenible a través de la tríada ESG (Environmental, Social and Governance), normativa a su juicio «inocua» (que no daña pero tampoco cura) y carente de «capacidad tractora» para atraer la inversión privada al mundo de la reducción de emisiones. En su opinión, el modelo americano de la Inflation Reduction Act (IRA) es mucho más eficaz, porque incide directamente en la capacidad de los ciudadanos y de las empresas para invertir en estas tecnologías de bajas emisiones, reduciendo su green premium frente a las convencionales. La UE es culpable de «ingenuidad» al pensar que, por el mero hecho de informar sobre la sostenibilidad de las inversiones, el dinero va a fluir en esa dirección, cuando el dinero lo primero que busca es la rentabilidad.

No podemos terminar esta recensión sin referirnos a los dos primeros capítulos del libro – «El problema» y «La solución». En ellos el autor responde a las generales de la ley sobre la ciencia del clima y expone las distintas soluciones tecnológicas que ofrecen alternativas bajas en carbono, más o menos costosas, más o menos maduras, a los distintos sectores de la actividad económica mundial. No se haga ilusiones el lector si al terminar estos dos capítulos cree que ha superado la prueba más difícil, porque nada hay más complicado que la política y el dinero. La ciencia y la tecnología son siempre mejores y más leales compañeros de viaje. Dicho en palabras de Fernández-Cuesta, «la tecnología nos acabará sacando del apuro».

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