THE OBJECTIVE
Marcos Ondarra

'Caiga quien caiga' y la doble vara de medir del progresismo

«Todas las líneas rojas que supuestamente se estarían cruzando por primera vez las traspasaron en su día quienes ahora se rasgan las vestiduras»

Opinión
14 comentarios
‘Caiga quien caiga’ y la doble vara de medir del progresismo

Wyoming y José María Aznar, en 'Caiga quien caiga'. | Mediaset

En España no importa el qué, sino el quién. La izquierda tiene bula para todas aquellas actitudes que censura en la derecha, incluso aunque estas no se correspondan con la realidad («si el discurso va contra la realidad, tanto peor para la realidad», que decía Lenin), en un excelso manejo de la proyección. El último ejemplo que confirma esta máxima es el reporterismo canalla, una práctica popularizada en su día por Caiga quien caiga y aplaudida con las orejas en todos los ambientes progresistas que hoy se rasgan las vestiduras cuando reporteros de la derecha («ultraderecha» en su enloquecido imaginario) aplican ese mismo manual. Funciona así: cuando los secuaces de Wyoming perseguían a miembros del Partido Popular estábamos ante un simpático ejercicio de fiscalización del poder, pero ahora que algunos hacen lo propio con el Gobierno de Pedro Sánchez y sus palmeros mediáticos estamos ante un intolerable acoso fascista.

Vito Quiles o Bertrand Ndongo, y lo digo como un cumplido, son dos tocapelotas. Su labor es trolear y provocar reacciones a personajes públicos. La única crítica que cabe hacerles, si acaso, es que no son originales: precisamente eso es lo que hicieron antes gente como Marta Nebot, Jorge Javier Vázquez o Jordi Évole (para un servidor será siempre El Follonero, por mucho que ahora vaya de digno). Y es algo que Willy Veleta, el orondo reportero de Canal Red, sigue haciendo hoy día sin que genere revuelo. Solo desde la amnesia, la ignorancia o la desvergüenza (o todas juntas) puede venderse este tipo de reporterismo como un peligro novedoso y de «extrema derecha».

Meter el micrófono hasta el colodrillo o provocar para sacar de quicio al entrevistado en la calle es algo habitual en cierta cosmovisión -no la mía- del oficio. Lo único que ha cambiado es la posición política de los interpelados, así como su reacción. Hace años, como mucho, hubo algún manotazo por parte de algún entrevistado, y reacciones como la de Aznar cuando Nebot fue a trolearle -lo que lleva veinte años vendiendo como una agresión y victimizándose-. Lo que jamás hubo fue llamamientos a la violencia contra esos reporteros tocapelotas.

Pero en esas estamos. Ana Pravda de Vera y Antonio Maestre, conocido por su activismo antifa desde el sofá de su casa y por sus piezas pandémicas bajo el pseudónimo de Miguel Lacambra, han agredido en los últimos días a Bertrand Ndongo y Vito Quiles, respectivamente. Pravda de Vera arrojó el micrófono de Ndongo y le instó a recogerlo como un «gorila», mientras que Maestre (Lacambra) ha ido más allá y ha llamado a replicar esta conducta en lo sucesivo. Periodistas como Iñaki López o Emilio Doménech han alabado esta iniciativa.

Así, han abierto la veda a la competición de lanzamiento de micrófonos. Una idea que les ha parecido buena hasta que Vox la ha hecho extensiva a los reporteros de izquierdas. Entonces, quienes aplaudían la idea lacambriana se han escandalizado en un cambio de opinión digno del número uno. Recuerden: no es el qué, es el quién.

«Si te declaras animalista puedes llamar «gorila» a un negro, y si te llamas antifascista puedes practicar la violencia por motivos ideológicos»

Todo está permitido mientras te digas de izquierdas. Los antiguos nos enseñaron que lo importante son los hechos, no las palabras (res, non verba), pero los progres, caracterizados por despreciar toda sabiduría legada, están convencidos de lo contrario. Así las cosas, si te declaras animalista puedes llamar «gorila» a un negro, y si te llamas antifascista puedes practicar la violencia por motivos ideológicos.

También puedes repetir como un loro que los «discursos de odio» (refiriéndote con esto a cualquiera que te disguste) derivan en violencia y luego deshumanizar a los trabajadores de EDA TV o Periodista Digital tildándolos de «ratas» o «fascistas». Y si esto no genera el efecto esperado siempre puedes remangarte, pues cuentas con el amparo de las asociaciones de prensa que parasitas junto a tus amiguitos.

Al final, con el reporterismo canalla sucede lo mismo que con los escraches. Todas las líneas rojas que supuestamente se estarían cruzando por primera vez las traspasaron en su día quienes ahora se rasgan las vestiduras. Lloran y farfullan «fascismo» como un niño tonto al que le ha golpeado en la cabeza el bumerán que él mismo lanzó, y miren que al niño se le dijo que -el bumerán- volvería.



Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D