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Victoria Carvajal

Divergencias

«La llegada de Trump a la Casa Blanca sacudirá los cimientos sobre los que la economía se recuperaba de dos grandes crisis: la de la pandemia y la energética»

Opinión
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Divergencias

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. | Ilustración de Alejandra Svriz

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca sacudirá los cimientos sobre los que la economía mundial se recuperaba de los dos grandes recientes crisis: la de la pandemia y la energética provocada por la Guerra en Ucrania. Su amenaza de subir los aranceles un 10% a sus socios europeos presionará al alza los precios. Por lo que los tipos de interés no bajarán tanto como se esperaba y probablemente lo hagan a un ritmo menor de lo deseado por los agentes económicos. El crecimiento económico se resentirá. Y las divergencias entre los grandes bloques económicos (Estados Unidos, Asia con China a la cabeza y Europa) se agudizarán. También dentro de la propia Unión Europea, con un Norte estancado y un dinámico Sur. Hay quien habla de la venganza de los PIIGS.

Fue el acrónimo usado en la Gran Recesión de 2008-2013 para agrupar y señalar a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia o España, cuyos grandes desequilibrios en las cuentas públicas pusieron contra las cuerdas la unión monetaria. Rescatadas total o parcialmente, las economías del Sur pagaron un alto precio por cumplir con la austeridad impuesta desde Alemania y los países acreedores satélites a cambio de su ayuda. Ahora, son las que más crecen. De media, su PIB ha avanzado un 6% con respecto a los niveles previos a la pandemia. El de Alemania sigue por debajo. Que la situación se haya revertido no es motivo de celebración por mucho que las recetas para recuperar el rigor fiscal en la crisis financiera de entonces tuvieran un alto coste social. 

Las divergencias entre unos y otros complican aún más la labor de un Banco Central Europeo al que reprochan haber actuado tarde tanto a la hora de reducir los tipos de interés en junio de 2024, cuando los precios ya estaban bajo control, como a la hora de subirlos, en julio de 2022, para tratar de parar el vertiginoso aumento de la inflación hasta alcanzar las cotas más altas de los últimos 40 años a raíz de la subida de los precios de la energía. Esta se demostró todo menos temporal, en contra de la opinión que durante demasiado tiempo sostuvo el BCE entonces, y luego más dócil de lo que pensaba la autoridad monetaria. 

Si ya es difícil acertar con el momento de actuar, las grandes diferencias en el ciclo económico de las distintas economías europeas complican aún más la tarea. En su conjunto, los 27 crecerán este año un 1,1% y pueda que avance el 1,5% en 2025, según las previsiones de la Comisión Europea. España lo hará un 3,1% y un 2,5%, respectivamente, según los datos del Banco de España. Portugal, lo hará un 2% y un 1,9%, también en esos respectivos ejercicios. Italia, un 0,7% y un 1,2%. Grecia, un 2,1% y un 2,3%. E Irlanda, pasará de retroceder 0,5%, debido a la contracción de las inversiones de las empresas multinacionales, a rebotar hasta el 4%. Son datos que publicó la Comisión Europea el pasado mes de noviembre. 

La entrada extraordinaria de los 800.000 millones de euros de los fondos NextGen (entre los cinco reciben el 78% de estos recursos aunque representan el 28% del PIB) y su menor exposición al suministro ruso que ha permitido controlar los precios de la energía en sus respectivos países, explican parte de su éxito. Los primeros se acaban a mediados de 2026. Y algunas de las medidas extraordinarias para frenar la subida los precios de los carburantes y de la electricidad han concluido a raíz del regreso de las normas de rigor fiscal que exige la Comisión Europea a los países miembros. Cabe, por tanto, hacerse la pregunta sobre si esas tasas de crecimiento serán temporales.

En la cola de Europa y por segundo año consecutivo Alemania registra un crecimiento negativo: en 2023 retrocedió un 0,3% y en 2024, según el Bundesbank, su PIB disminuirá un 0,2%. La primera economía europea, cuyo PIB representa el 24% del total de los 27, lleva dos años en recesión. Es el periodo de estancamiento más largo registrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ha sido el país más duramente golpeado por la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania. Ahora sumido en una crisis política también, con la convocatoria anticipada de elecciones tras romperse el Gobierno de coalición por la falta de acuerdo sobre los presupuestos generales, el fantasma de la desindustrialización se pasea por el país y se sitúa en el centro de la campaña electoral junto con la inmigración. La necesidad de mejorar unas decadentes infraestructuras y la necesidad de hacer profundas reformas son los dos otros grandes temas que ocupan del debate económico. 

«La necesidad de mejorar unas decadentes infraestructuras y la necesidad de hacer profundas reformas son los dos otros grandes temas que ocupan del debate económico»

Además, Alemania, con una economía principalmente manufacturera, apoyada en sectores como el del automóvil, hoy sumido en una profunda crisis por la competencia de China en la fabricación de coches eléctricos, y el químico, es más vulnerable a la subida de aranceles con la que amenaza Trump que otros socios europeos del bloque del Sur, en los que los servicios como el turismo pesan mucho en sus economías. De hecho, el Bundesbank no descarta que Alemania retroceda tanto como un 0,5% en 2025 si el presidente electo estadounidense cumple sus amenazas. No solo por el impacto directo sino también por el indirecto: si a China le suben un 60% los aranceles, la demanda de componentes y otras manufacturas alemanas destinadas al mercado chino descenderá.

La otra gran incertidumbre es Francia. El desequilibrio de sus cuentas públicas es alarmante. Inicialmente, se esperaba que el país cerrar 2024 con un déficit público del 4,4% del PIB (ya preocupantemente por encima del 3% que marca Bruselas), pero esta diferencia entre los gatos e ingresos se elevará al 6,1%. La inestabilidad política, con un Parlamento dividido en dos bloques irreconciliables que hacen casi imposible la aprobación de cualquier medida por parte de un débil Gobierno, dificulta la adopción de todas las reformas que necesita la economía. 

El resultado es que Francia debe pagar unos tipos de intereses superiores a Portugal, España o incluso Grecia para seguir colocando su deuda soberana en los mercados y financiar su elevado déficit. Es decir; su prima de riesgo es mayor. De seguir así, no hay que descartar que acabe necesitando de la intervención del BCE en forma de compra de su deuda soberana para evitar mayores subidas de los tipos de interés a largo plazo que frenen su ya de por sí débil crecimiento: un 1,1% en 2024 y un 0,8% en 2025.

Las incertidumbres que trae la presidencia de un siempre impredecible Trump, que jurará su cargo este lunes 20 de enero, hacen a Europa especialmente vulnerable. Y los diferentes momentos en el ciclo económico de sus países miembros puede restar eficacia a cualquier política común. ¿Estarán los gobiernos a la altura del desafío? ¿Lo estará el BCE? No hay nada que invite al optimismo.

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