THE OBJECTIVE
Jasiel-Paris Álvarez

No diga la palabra 'rearme'

«Sánchez no dice ‘rearme’, sino ‘aumento inclusivo de gasto resiliente para tanques eco-sostenibles, tropas género-fluido y bombas para frenar a la ultraderecha’»

Opinión
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No diga la palabra ‘rearme’

Alejandra Svriz

Una sola palabra, la palabra rearme, ha dejado al descubierto las vergüenzas de toda la Unión Europea, con sus comisarios y bruselócratas y su «extremo centro» de liberales y progresistas. Todos a favor de armarse hasta los dientes. Lo curioso, como escribe Ingar Solty, es que son las mismas personas que nos decían que la masculinidad es tóxica, que pelerase es siempre una mala opción en lugar de tolerar y ser empático y deconstruirse, que deberíamos impedir que nuestros hijos jueguen a indios y vaqueros con pistolas de plástico o espadas de madera.

La Unión Europea supuestamente creada para asegurar que el belicismo de las dos guerras mundiales no volviese al continente y para pacificar especialmente a Alemania, ahora celebra que transfiramos nuestros fondos para que la industria militar alemana pase de fabricar coches a fabricar panzers. La UE que llevaba años alertando sobre el retorno de la ultraderecha y viendo fascismo en cualquier gesto de polacos, húngaros o italianos, ahora sirve a un grupo de germanos diciendo que «Alemania ha vuelto» (Merz) y que es hora de un nuevo re-arme (Von der Leyen), sin aclarar muy bien a qué momento histórico de Alemania estarían haciendo referencia con la palabra «volver» o el prefijo «re-«.

Los europeos que ahora proponen montar un gran complejo militar-industrial, son los mismos europeos que antes promovieron nuestra desindustrialización, fuese con criterios de globalización y libre mercado (para que nos fabricasen las cosas los pobres del planeta), fuese por orden de la «transición ecológica», o bien como consecuencia de las sanciones a países como Rusia que han golpeado a Europa como un bumerán.

Tras el colapso económico de 2008 y en tiempos del covid esos europeos se llamaban a sí mismos «austeros» y «frugales» porque era demasiado largo nombrarse «somos los países que nos hemos quedado con la industria y la banca dejando a los del sur y el este en una economía terciarizada dedicada a ofrecernos servicios precarios a cambio de unos salarios de miseria cuya moneda controlamos y que irán a parar a comprar nuestros productos en un mercado cautivo, hasta el día en que las crisis que genera nuestro modelo nos obligue a recortar su estado social, cosa de la que les culparemos a ellos llamándoles vagos y pigs (cerdos) y adictos a la fiesta y la siesta».

Esos europeos «austeros» y «frugales», fanáticos de la «ortodoxia fiscal» y la «deuda cero», ahora dicen que para el rearme pueden emitir eurobonos y retirar los límites al endeudamiento. Han pasado de un plumazo del neoliberal «there is no alternative» (no hay alternativa) al von-der-leyeniano «ninguna opción está fuera de la mesa», estilo Draghi con su «whatever it takes» (lo que haga falta): todo es viable en nombre del capital militar. No eran posibles esos mecanismos económicos para rescatar a las familias de la quiebra, pero sí para condenarlas a la guerra. Lo que no estaba permitido para salvar un discreto «welfare state» (estado de bienestar) es obligatorio para armar un elefantiásico «warfare state» (estado de guerra). Se habla incluso de quitarle impuestos a la industria militar, los mismos impuestos que era inasumible quitarle a los productos de primera necesidad.

Esos europeos que se han asustado con la llegada de Trump a EEUU y sueñan con una Europa armada y con «autonomía estratégica», ahora nos proponen el revolucionario plan anti-trumpista de subir el gasto militar más allá del 3%… que es exactamente lo que nos pide Trump. Y la rebelión de los eurócratas va más allá: dejarán de comprar a EEUU para gastar en empresas europeas como la italiana Leonardi… que tiene más accionistas estadounidenses que italianos. Estas empresas «europeas» como Rheinmetall son en buena medida propiedad de grupos norteamericano como Goldman Sachs, BlakcRock y Bank of America, compran buena parte de sus piezas en Yanquilandia y se dejan allí una buena porción de su negocio, para alegría de Trump.

Por eso es tan ridículo el mantra que se ha instalado en nuestras izquierdas, desde Podemos a Sumar: «no se trata de si aumentar el gasto en defensa o no, se trata de gastar mejor». Como politólogo cada día me cuesta más descodificar el doble-lenguaje de nuestra casta política, pero he descifrado que con «gastar mejor» se refieren a que el dinero no vaya a una defensa española que recupere nuestra industria nacional y priorice nuestras propias necesidades de seguridad. No. Dicen que deberíamos dedicar el dinero a las susodichas empresas «europeas», hacer contrataciones conjuntas en euro-bloque para ahorrar costes y centrarnos en aumentar la interoperabilidad europea, es decir, amoldarnos a Francia y Alemania.

Hay una profunda enfermedad moral entre la progresía patria que les lleva a pensar que cualquier estado o grupo de estados que no sea España es algo más abierto, más plural y más avanzado que la terrible España siempre nacional-católica y carpeto-vetónica. No se explica el grado de alienación al que hay que llegar para preferir poner nuestros recursos defensivos bajo el «progresista» mando de países que se han masacrado en dos guerras mundiales, para evitar que estén bajo el mando «reaccionario» de un país que fue neutral en ambas contiendas (y debería serlo en una tercera).

«El quiebro más ridículo de todos es el Sánchez, que ha dicho que no le gusta la palabra ‘rearme’, que le parece que asusta al electorado»

Inluso los independentistas (catalanes de ERC y vascos del PNV), que llevaban años defendiendo la descentralización y loando los beneficios de tener 17 policías autonómicas, se suben ahora a este carro euro-unionista diciendo que no puede haber 27 ejércitos en Europa, sino uno solo. Les falta corear «Europa una y no cincuenta y una». 

Pero quizás el quiebro más ridículo de todos es el del PSOE de Pedro Sánchez, que ha salido diciendo que no le gusta la palabra rearme, que le parece que asusta al electorado y que van a intentar buscarse un término que le permita controlar mejor la opinión pública. Me imagino que antiguamente este tipo de manipulaciones del lenguaje se discutían secretamente en despachos cerrados, pero ya todo es tan pornográfico que lo hablan de forma explícita ante las cámaras. 

Sánchez dice preferir hablar de «defensa» (¿a quién no le gusta estar defendido?) y «seguridad» (¿a quién no le gusta sentirse seguro?). Y ha recordado que las tecnologías siempre son un progreso: los drones que nos compremos hoy para lanzar granadas sobre soldados, mañana podrán valer para repartirnos el periódico a la puerta de casa o traernos las zapatillas a la cama. Seguramente Sánchez acabe prefiriendo el término «aumento inclusivo de los gastos resilientes para tanques eco-sostenibles, un ejército con perspectiva feminista, tropas género-fluido y bombas para frenar a la ultraderecha». 

La Unión Europea, siempre sorda a las demandas justas pero atenta a las mejoras en el control de masas, ha recogido al vuelo esta queja. Acaban de acuñar el orwelliano lema «peace through strength» (paz a través de la fuerza) y han corregido los términos para pasar a hablar de «readiness» (preparación), añadiéndole el tranquilizador número «2030», que remite a la Agenda 2030, la felicidad mundial, los buenos deseos y el rosco arcoíris multicolor que quizás vaya impreso en el lateral de los euro-cascos y en la cola de los euro-aviones, en el lugar donde solía estar la svástica.

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